- Grupos paramilitares unionistas de Irlanda del Norte comunicaron ayer al primer ministro británico Boris Johnson que retirarán “temporalmente” su apoyo al proceso de paz debido a la inquietud generada en torno al protocolo irlandés del pacto del brexit, un repliegue que ha elevado la tensión en Irlanda del Norte, tras las medidas unilaterales sobre las fronteras en la isla decretadas por Londres sin el visto bueno de la Unión Europea.

En una carta dirigida al líder conservador, que recogieron medios locales, estas organizaciones -como la Fuerza de Voluntarios del Ulster- manifestaron que mantendrán su postura hasta que el mecanismo irlandés sea modificado para garantizar “un acceso sin restricciones a bienes, servicios y ciudadanos” a través del Reino Unido.

Por ese mecanismo, Irlanda del Norte sigue ligada al mercado único comunitario, con lo que las mercancías que cruzan entre ese territorio y el resto del Reino Unido han de sortear controles aduaneros en puertos norirlandeses, control extraordinario que está provocando retrasos en algunos suministros.

De esta manera se asegura una frontera invisible entre las dos Irlandas, un elemento crucial para preservar el proceso de paz y las economías de la isla, si bien la carga extra burocrática ha provocado escasez y malestar en la provincia.

Esta reacción llega después de que el Gobierno británico adoptara el miércoles medidas unilaterales de extender hasta octubre el periodo de gracia en los controles fronterizos en el Mar de Irlanda, decisión criticada por Bruselas por “violar el derecho internacional” y poner en peligro los términos recogidos en el protocolo irlandés.

Londres defiende que se trata de “pasos técnicos y temporales” con los que “dar más tiempo a negocios como supermercados y operadores de paquetería para adaptarse e implementar los nuevos requerimientos del protocolo”.

En una conversación anoche entre el nuevo responsable británico de relaciones con la UE, David Frost, y el vicepresidente de la Comisión, Maros Sefcovic, Frost recordó que su país sigue considerando “urgente” abordar el “impacto desproporcionado” que ciertos aspectos del protocolo tienen sobre los norirlandeses.

Según fuentes comunitarias, la manera de obrar del Reino Unido no ayuda a resolver los problemas reales que plantea ese mecanismo y socava la confianza, el activo más preciado en las relaciones internacionales. En este sentido, el Gobierno irlandés calificó de “frustrante” la decisión y alertó de que la UE “negocia con un socio” en el que “no puede confiar”.

En medio de estas nuevas tiranteces, grupos de paramilitares unionistas norirlandeses han avisado de que retirarán temporalmente su apoyo al histórico acuerdo de Viernes Santo, firmado en 1998.

Ante la escalada de tensión, en un encuentro con medios, Johnson apeló ayer a “la buena voluntad y el sentido común” para resolver estos problemas del comercio postbrexit surgidos en la provincia. “Estamos adoptando medidas temporales y técnicas para asegurar que no hay fronteras en el mar de Irlanda, para asegurar que las cosas fluyen libremente entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte”, declaró Johnson.

En esta línea, un portavoz del Gobierno reiteró el “compromiso total con el Acuerdo de Viernes Santo” y aseguró que trabajarán para “salvaguardar el lugar integral de Irlanda del Norte en el Reino Unido”, proteger el acuerdo “en todas sus dimensiones” y evitar una frontera física.

Periodo de gracia. Los productos que llegan a Irlanda del Norte han estado sujetos a procesos y controles adicionales desde que finalizó el periodo de transición del ‘brexit’ el pasado 31 de diciembre y comenzó el periodo de gracia, que expira entre marzo y junio.

Protocolo irlandés. La excesiva burocracia de la que se quejan los norirlandeses se intensificará cuando el periodo de gracia expire, y a partir de entonces, supermercados y otros comercios minoristas precisarán de certificaciones sanitarias para las exportaciones de bienes agrícolas de Gran Bretaña.

Rechazo a una frontera dura. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso fin al enfrentamiento entre católicos y protestantes unionistas y dictaminó que entre norte y sur no podía haber nunca frontera dura: ni controles, ni verjas.