-La “fatiga pandémica”, como la definió Ursula von der Leyen, se extiende por Europa casi tan rápido como los nuevos contagios. Alemania, Italia o España han sido escenario de protestas, tanto pacíficas como violentas, por las restricciones. Aun así, fuentes de la Comisión recuerdan que las manifestaciones son “un derecho fundamental” y aunque reconocen que la población puede estar “harta” piden “paciencia” y “un poco más de tiempo”.

Con la segunda ola del coronavirus, Europa está inmersa en una nueva batalla contra el contagio y la sobrecarga de los servicios sanitarios. Para evitar una situación similar a la del inicio de la pandemia, los Gobiernos nacionales han optado por retornar a las medidas de contención social, el aislamiento en el hogar y el cierre de comercios y espacios de ocio.

No obstante, las acciones preventivas de los gobernantes no han sido vistas con buenos ojos por parte de la sociedad europea, que no ha dudado en expresar su disconformidad con las nuevas prohibiciones a través de manifestaciones públicas, marchas y disturbios.

Fuentes de la Comisión Europea explican a Aquí Europa que las manifestaciones “son un derecho fundamental en todos los países democráticos” aunque añaden que “bajo una emergencia de salud pública algunos derechos también pueden ser restringidos”. Aun así, desde la Comisión insisten en que “depende de las autoridades nacionales […] evaluar las situaciones específicas”. El número tanto de manifestaciones pacíficas como de altercados está aumentando en los últimos días, pero fuentes del Ejecutivo comunitario insisten en no comentar sobre hipótesis.

Ejemplo de estas protestas son las producidas en las ciudades alemanas de Constanza o Leipzig, en las que durante el mes de octubre se produjeron manifestaciones durante varios días para protestar por el nuevo confinamiento y el cierre de comercios. Miles de personas se sumaron a estas protestas, que incluyeron grupos negacionistas, un concierto improvisado en la frontera con Suiza, acciones policiales, contra-manifestaciones como respuesta y la vulneración sistemática de la distancia de seguridad o del uso obligatorio de la mascarilla. También en España se produjeron altercados a comienzos de noviembre, cuando en Barcelona una manifestación pacífica contra las nuevas medidas desembocó en saqueos a comercios y choques con las fuerzas públicas.

Al mismo tiempo, París se convertía en el escenario de disturbios, enfrentamientos de manifestantes con la policía y protestas pacíficas, en forma de performance artística, para protestar por las nuevas prohibiciones, la situación económica causada por el virus, las consecuencias que sufre el sector cultural en el país galo y la falta de recursos para aplicar los protocolos sanitarias en los establecimientos educativos de primaria y secundaria.

Una semana más tarde, en ciudades como Milán y Turín, al norte de Italia, se producían más protestas contra las políticas anti-Covid, que acabaron con enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, escenas de vandalismo contra tranvías y escaparates de comercios y el uso de cócteles molotov y gases lacrimógenos. En la capital italiana, actores, directores, cantantes e intelectuales se sumaron al descontento general exigiendo al Gobierno el levantamiento de las medidas que afectan al sector cultural.

Escalada. En Bruselas asumen que “el riesgo de una mayor escalada de contagios es muy real” e insisten en que “es necesario seguir siendo solidarios un poco más de tiempo”.

Berlín como ejemplo. Esta semana, Berlín vivió intensas protestas, con un centenar de detenidos, tras la aprobación de una ley que otorga al Ejecutivo más poderes para frenar la pandemia.