inamarca ha vivido en las últimas semanas un renacer del movimiento de denuncia de abusos y acoso #MeToo, una segunda oleada que ha golpeado con más fuerza y a toda la sociedad, en especial al ámbito político.

La campaña por redes sociales surgida en octubre de 2017 a raíz de las acusaciones contra el productor de cine Harvey Weinstein llegó también entonces a Dinamarca, al igual que a muchos otros países, pero su repercusión fue más limitada que, por ejemplo, en Suecia.

Si la denuncia anónima de 18 mujeres por abusos contra un artista francés vinculado a la academia sueca puso en jaque a la institución que otorga cada el año el Nobel de literatura y al propio premio, en Dinamarca los episodios que salieron a la luz fueron de menor calado y limitados sobre todo al mundo del espectáculo.

Tres años después, profesionales de los medios de comunicación, de la hostelería, médicas, enfermeras y escritoras, entre otras, aparecieron recientemente en los medios daneses con manifiestos o denuncias públicas contra el acoso sexual en sus puestos de trabajo.

Las últimas en sumarse fueron 689 investigadoras con una acusación contra el sexismo en el mundo académico, varias de las cuales ocuparon la portada del viernes de Politiken, principal rotativo danés, un día después de que lo hiciera un destacado líder político por la gestión un caso de acoso que lo señalaba a él.

El desencadenante de la oleada fue Sofie Linde, una presentadora de 31 años, que en la gala anual de la comedia del segundo mayor canal danés reveló su experiencia propia.

Linde contó que a los 18 años, cuando estaba en prácticas en la televisión pública DR un colega con un puesto importante la agarró del brazo y le dijo que destruiría su carrera si no le hacía una felación. La DR abrió una investigación, que cerró poco después ante la negativa de la presentadora a dar nombres. Pero su denuncia no pasó desapercibida.

Días después, más de 700 profesionales de los medios afirmaron haber vivido episodios de sexismo en su trabajo.

Varias diputadas salieron a la palestra para denunciar el sexismo existente en Christianborg (sede del Parlamento danés), entre ellas, la social liberal Lotte Rod, quien aseguró que en actos sociales de su partido había sufrido "toqueteos inapropiados".

Algunas parlamentarias pusieron en duda la idoneidad para el cargo del actual ministro de Asuntos Exteriores, Jeppe Kofod, que doce años atrás se vio envuelto en un escándalo al revelarse que se había acostado con una joven de 15 de las Juventudes Socialdemócratas cuando él tenía 34.

Cuando parecía que la segunda oleada del #MeToo empezaba a perder fuerza, todo se volvió a precipitar esta semana. Informaciones periodísticas revelaron más casos internos de acoso en el Partido Social Liberal, lo que aumentó la presión sobre su líder y antiguo ministro de Educación e Interior, Morten Stergaard.

"No vamos a comentar nada más sobre el caso. Hemos actuado y dado una reprimenda", dijo Stergaard el martes: un día después dimitió. Su salida se produjo tras una reunión interna del grupo parlamentario en la que acabó confesando que él había sido el acosador y abandonó el cargo.

El sexismo fue uno de los temas centrales en el debate parlamentario del jueves, en el que las fuerzas más a la izquierda reclamaron reformas legislativas contra el acoso, mientras los medios de comunicación especulan con que la ola pueda arrastrar a más políticos de otros partidos.