- Los ultraconservadores polacos, que al frente de las instituciones en Polonia han capitalizado la confrontación con Bruselas, se enfrentan en las presidenciales de hoy al inesperado desafío de un candidato opositor que es la esperanza de los europeístas.

Aunque los últimos sondeos dan la victoria al aspirante cercano al Partido de la Ley y la Justicia (PiS), el actual presidente Andrzej Duda, por al menos diez puntos, el alcalde de Varsovia Rafal Trzaskowski, de la liberal Plataforma Cívica (PO), tiene opciones de salir elegido en una eventual segunda ronda.

Esa segunda convocatoria se haría necesaria y se celebraría el 12 de julio si ninguno de los candidatos -hay en total once- obtiene hoy la mayoría suficiente para ser nombrado presidente.

Para los votantes de centro liberal está en juego el regreso de Polonia al seno comunitario, desde lo que perciben como una deriva cada vez más retrógrada y autoritaria.

"Éstas elecciones decidirán si nos unimos a Hungría, Rusia, el Este de Europa o si regresamos a Occidente," afirma Patrick, un editor que acudió al cierre de campaña de Trzaskowski envuelto en una bandera europea y se dispone a ejercer el "voto útil" pese a no comulgar con el candidato.

Los votantes de Duda, al contrario, afirman priorizar la soberanía nacional frente a la injerencia extranjera y sostienen que el Gobierno del PiS, en el poder desde 2015, ha cumplido su promesa de medidas sociales para aquellos que se vieron abandonados por el anterior Ejecutivo liberal.

"Estoy muy contento con el Gobierno y me gustaría que Duda fuera presidente otros cinco años", explica Grzegorz, un trabajador social que quiere que los jóvenes de menos recursos no tengan que emigrar y puedan quedarse en Polonia.

En caso de salir elegido presidente, la capacidad de maniobra de Trzaskowski no iría más allá de un poder de veto a las decisiones del Sejm (la cámara baja del Parlamento polaco) en el que la agrupación de derechas en la que se integra el PiS cuenta con 235 de los 460 escaños.

No obstante, los analistas coinciden en que la carga simbólica de tal victoria obligaría al PiS a replantearse su estrategia, que en los últimos tiempos ha discurrido en un delicado equilibro entre la retórica euroescéptica y la consciencia de las ventajas de la Unión.

La controvertida reforma del sistema judicial, la negativa a debatir un reparto de refugiados en la UE o a adoptar medidas medioambientales, y más recientemente, la cuestión de los derechos del colectivo LGTBI son algunos de los puntos de conflicto entre el Gobierno del PiS y las instituciones europeas.