- El Gobierno británico mantiene la confianza en desbloquear a nivel político la negociación del brexit en las próximas semanas, aunque sea en dirección hacia un acuerdo de mínimos que podría incluir tarifas sobre los intercambios de algunos bienes, como los productos agrícolas.

La cuarta ronda de contactos técnicos entre ambos lados del canal de la Mancha se ha cerrado sin avances, pero Londres espera jugar nuevas cartas en la reunión que se espera hacia mediados de este mes entre el primer ministro británico, Boris Johnson, y los máximos responsables de las instituciones de la Unión Europea (UE).

Reino Unido insiste en que dejará pasar la fecha límite del 30 de junio sin solicitar una extensión del periodo de transición, lo que obliga a tener listo algún tipo de pacto antes de fin de año para evitar una ruptura descontrolada.

Michel Barnier, el negociador europeo, ha marcado el 31 de octubre como el plazo máximo a partir del cual la UE debe comenzar a ratificar un eventual tratado. El Gobierno británico, sin embargo, apuesta por cerrar antes un texto, aunque sea menos ambicioso de lo que las partes esperaban al inicio del diálogo.

Johnson no quiere llegar hasta el otoño sin haber aportado algo de claridad a sus empresas, que deben comenzar a prepararse para los cambios que se avecinan mientras capean al mismo tiempo la crisis del coronavirus. "Para nosotros, octubre es demasiado tarde para cerrar esto", afirmó un alto funcionario del equipo negociador británico tras la última ronda de diálogo.

Para acelerar el proceso, los británicos quieren intensificar los contactos, trabajar a partir de ahora en grupos de negociación más pequeños y específicos, y volver a las reuniones cara a cara, en lugar de a través de videoconferencias. Con ese plan, esperan trabajar "entre ahora y julio" para "desbloquear" el diálogo, señaló ese negociador.

El Gobierno británico rechaza un enfoque "binario" en el que el acuerdo sea o bien un pacto con cero tarifas, cero cuotas y máximo acceso mutuo a todos los mercados, o bien una ruptura sin acuerdo. Insiste en que prefiere un escenario sin aranceles, pero admite que esa opción que se ha valorado en las mesa de negociaciones. Aunque no se han discutido todavía los posibles ámbitos a los que se aplicarían las tarifas, los negociadores británicos detallan que los productos agrícolas podrían entrar en esa categoría.

Desde el punto de vista del Reino Unido, aceptar que sus exportaciones agrarias hacia la UE pasen a estar gravadas puede suponer un problema político, dado que el Gobierno podría encontrarse con una fuerte oposición en zonas rurales del país. Algunos expertos, como David Henig, director del think tank Centro Europeo para la Política Económica Internacional (ECIPE, en inglés), han alertado de que la posibilidad de negociar aranceles es complicada debido a la escasez de tiempo.

El equipo británico asegura que "algunas cosas que hace tres meses no eran posibles ahora lo son", pero mantiene que su postura en cuanto a los dos asuntos más espinosos del diálogo se mantiene invariable. El Reino Unido por ahora no cede terreno en cuanto a las cuotas pesqueras, que la UE quiere mantener invariables, como antes del brexit, y Londres quiere pasar a negociar con Bruselas anualmente, en un arreglo similar al de Noruega.

Tampoco hay acercamiento en cuanto al level playing field (campo de juego en igualdad de condiciones, en inglés), el término que en el argot de las negociaciones se refiere a las normas y estándares que la UE espera que sigan las empresas británicas para que no operen con ventajas competitivas.

Barnier ha acusado a Londres de echarse para atrás en los términos de la declaración política sobre el futuro acuerdo comercial que firmó este año Johnson, que marcaba la hoja de ruta para un tratado, si bien no es legalmente vinculante. El Ejecutivo británico asegura que se mantiene "comprometido" con ese texto, pero advierte de que lo interpreta como un documento que "marca los parámetros" del diálogo y "no requiere que todo sea acordado en forma de tratado".