a es seguro que estamos atravesando la mayor crisis global desde la II Guerra Mundial. Una crisis sanitaria fruto de una pandemia, una crisis económica por parón generalizado de la actividad y, finalmente, social por las consecuencias que sobre la sociedad y el propio individuo tendrá. Sin embargo, puede que no hayamos reflexionado suficientemente sobre los riesgos que la covid-19 tiene sobre las libertades, el Estado de Derecho y la democracia. Lo digo pensando en ejemplos vividos estos días intramuros del mayor espacio de libertades del mundo: nuestra Unión Europea. Los de siempre, los eurófobos que vienen saltándose a la torera las obligaciones humanitarias para con los refugiados de la guerra de Siria, los que ningunean la separación de poderes nombrando jueces por decreto, los que ponen barreras a la libre competencia entre europeos para imponer barreras ultranacionalistas… esos son los primeros en aprovecharse de la terrible crisis que estamos viviendo para afianzar sus tics dictatoriales. Los gobiernos de Hungría, Polonia o Eslovenia, han sido precursores en esta suerte de paso adelante hacia el abismo.

Que el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, es el principal abanderado de la oposición a los valores que representa la Unión Europea, no resulta ninguna sorpresa. Pero lo que sí es inadmisible es que bajo el señuelo de la epidemia el parlamento húngaro aprobara las medidas de emergencia nacional para hacer frente al covid-19 que dotan al primer ministro con poderes ilimitados. Cárcel por propagar fake news o saltarse la cuarentena; leyes a golpe de decreto; elecciones o actividad legislativa en el Parlamento suspendidas y un Estado de emergencia ‘sine die’. Lo hace además un mandatario que ha llevado a su país a un expediente abierto por Bruselas por vulneración del artículo 7 del Tratado de la Unión por violar sus derechos y valores fundamentales y que ha recibido sucesivos varapalos del Tribunal de Justicia de la UE. Una realidad que ha provocado que buena parte del Partido Popular Europeo - no así el PP español - solicite echar a su partido Fidesz de la familia de la derecha moderada europea.

El otro Estado expedientado por vulnerar el artículo 7, Polonia, ha tomado otra decisión altamente cuestionable desde la perspectiva de respeto de los derechos democráticos. El Partido Ley y Justicia (PiS), que Gobierna y que en estos momentos lidera claramente las encuestas, ha forzado una votación en el Parlamento polaco para seguir adelante con las elecciones presidenciales. La fecha marcada para la primera vuelta es el 10 de mayo, aunque podría ser pospuesta. Los comicios tendrán lugar a través de correo postal en medio de la pandemia del covid-19, una medida que impide la campaña electoral y los debates propios de unas elecciones. La oposición lógicamente califica esta maniobra como un golpe de Estado. El PiS es una formación ultraconservadora que comparte filas en la Eurocámara con Vox.

El nuevo Gobierno esloveno del conservador Janez Jansa también está aprovechando la lucha contra el coronavirus para ahogar la libertad de prensa y la democracia, siguiendo el ejemplo de los anteriores. Ante esta situación que se expande por el Centro-Este europeo, la Comisión por boca de su presidenta, Von der Leyen, recordaba que las medidas de emergencia deben ser “proporcionales” y “limitadas” a través de una declaración sin señalar a nadie en particular. Es evidente, que mientras que para consensuar medidas de lucha conjunta de la UE en esta crisis sanitaria y económica pasan semanas sin resultado alguno, los gobiernos populistas y eurófobos aplican su propia hoja de ruta de represión de las libertades a velocidad de crucero. Por tanto, no solo nos estamos jugando el proyecto europeo común por su inacción o incapacidad de hacer frente unidos a la crisis, si no por la deriva dictatorial que alguno de sus socios están llevando a cabo, sin que el resto les paren los pies.