Bruselas - Italia asiste hoy a unas elecciones regionales con sabor a plebiscito sobre el Ejecutivo nacional. Mientras uno de los dos socios de Gobierno implosiona tras la renuncia de su líder, la ultraderechista Liga prepara su asalto al poder en el último bastión de la socialdemocracia italiana en el norte del país. Las encuestas no permiten adivinar quién logrará imponerse en un mano a mano entre Salvini y las "Sardinas" que pueden desencadenar un adelante electoral.

El pasado mes de agosto, Matteo Salvini lanzó su última acometida para convertirse en el huésped del Palacio Chigi. El líder de la ultraderechista Liga rompió la coalición de Gobierno que les unía al populista Movimiento 5 Stelle (M5S), pero erró en su estrategia y sus exsocios de Gobierno se aliaron al Partito Democratico (PD), elaborando así la segunda ilógica coalición que lidera el país desde las elecciones de 2018. Salvini, con todas las encuestas de cara, no previó la envolvente del movimiento anti-establishment y quedó fuera de la escena de la política nacional.

Sin embargo, Italia es un país de antiquísimas costumbres y una de ellas es la duración de sus Gobiernos, que no suele extenderse más allá del año, por lo que el líder de la extrema derecha ya prepara su segundo asalto al poder. La ocasión perfecta para él llegará hoy. Las elecciones en la Emilia-Romagna llegan muy igualadas y son pocos los analistas que se atreven a aventurar un posible resultado.

Esta región, la última que resiste en el norte de Italia al poder de la Liga, es un bastión tradicional de la izquierda italiana, gobernada por la socialdemocracia del PD desde el final de la II Guerra Mundial. Stefano Bonaccini, el hombre que dirige la región y candidato del PD en estas elecciones, cuenta con gran popularidad entre sus vecinos y ha logrado mantener a esta área como el tercer motor económico del país con una tasa de desempleo del 5%, la mitad de la media italiana.

Pero nada de ello ha impedido que Lucia Borgonzoni, senadora de la Liga y nieta del artista partisano Aldo Borgonzoni, le dispute por décimas la victoria en unos comicios en los que ningún otro candidato aspira a superar el 7% del voto. El colapso de los bancos de la localidad de Ferrara y el clima general del país han servido de acicate para polarizar el voto de una región construida en torno a su capital, Bolonia la Roja.

Aunque la caída de Bolonia no sería motivo suficiente para provocar un nuevo adelanto electoral en la República si no se tuvieran en cuenta los acontecimientos acaecidos en Roma durante la última semana. La frágil coalición de Gobierno, sentenciada desde el momento en que se fraguó por la animadversión del M5S contra el establishment, vive su enésima crisis tras la salida de Luigi di Maio, jefe del movimiento, de su propia formación.

Di Maio seguirá al frente del ministerio de Asuntos Exteriores, pero el golpe a la credibilidad del acuerdo de Gobierno parece insalvable, a pesar de las múltiples voces que llaman a la calma: "El compromiso con la estabilidad del Gobierno italiano es muy fuerte desde el Movimiento 5 Stelle. Esto no cambia nada", aseguraba esta semana el eurodiputado socialista Roberto Gualtieri a la televisión estadounidense CNBC.

Tan solo las Sardinas, un movimiento popular nacido en Bolonia, parecen tener la capacidad suficiente para hacer frente al auge de la ultraderecha. Durante las últimas semanas, un resurgir del movimiento partisano ha aflorado en la región y miles de personas se concentran en las plazas de Emilia-Romagna para oponerse a la dialéctica xenófoba y euroescéptica de la Liga, estableciendo una de las últimas barreras contra la extrema derecha antes del inevitable regreso de Matteo Salvini.