Resulta descorazonador que tras más de treinta años de pertenencia al proyecto común europeo, en España existan voces que aún no han entendido el concepto de cesión de soberanía. Ser miembro de la Unión Europea significa un conjunto de compromisos con el resto de los socios europeos, así como una obligación de cumplimiento de las normas emanadas de sus tratados y de sus Instituciones. Y da la casualidad que los cimientos sobre los que se acomoda esta Europa, que nos ha brindado los mejores años de nuestra historia, se asientan sobre los Derechos Humanos y la libertad del individuo. Por eso, la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la UE (TSJUE) en el caso de la inmunidad de Oriol Junqueras, nos pone a todos ante el espejo de aceptar o no la realidad que supone ser europeos con todas las letras y todas sus condiciones. Nadie obligó a España y a los españoles a formar parte de este selecto club de demócratas, fuimos nosotros los que solicitamos la adhesión, ni a nadie se le obliga a permanecer en él, como ha quedado bien claro con el brexit.

Respecto a la sentencia de la inmunidad de Oriol Junqueras, es obvio que el Tribunal Supremo era consciente de la dependencia de la Corte de Luxemburgo, pues, fue la propia Sala de lo penal la que pidió la aclaración sobre la situación del eurodiputado electo, por lo que rasgarse ahora las vestiduras por una pretendida intromisión de la Unión Europea en la soberanía nacional, es simplemente una patraña patriotera. No estamos ante el juicio de un tribunal extranjero, sino ante la máxima instancia de la justicia española.