El confinamiento, las restricciones y las sucesivas olas de contagios han obligado a modificar las rutinas laborales en todo el mundo. De un día para otro, millones de trabajadores comenzaron a desarrollar su labor desde casa, aprendiendo sobre la marcha a desenvolverse y con la tarea, en muchos casos, de compaginar su desempeño profesional con la necesidad de atender a sus hijos y familiares. El Gobierno central promovió de forma exprés una legislación a la vista de una nueva realidad que, dos años después, se ha quedado a medias, matizada por el fuerte componente de presencialidad que sigue asentado en las relaciones laborales.

"Creo que, al igual que las herramientas, es un cambio que ha venido para quedarse, en el que se están viendo las ventajas pero también los inconvenientes. Todos estamos en fase de ajuste de las formas de funcionar. Se ha demostrado que se puede teletrabajar pero que la presencialidad sigue siendo un factor importante porque la interrelación entre las personas es necesaria en todos los trabajos", indica Pablo Martín, de Confebask.

Un informe del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, dependiente del Ministerio de Economía, subraya que la vuelta al trabajo presencial se consolidó en el tercer trimestre de 2021, coincidiendo con el inicio del nuevo curso laboral. Entonces podían realizar su trabajo de forma remota un 8% de los empleados, lejos del 16,2% del segundo trimestre de 2020, cuando estaba decretado el estado de alarma.