- Juan Padín, el patrón del malogrado Villa de Pitanxo, su sobrino Eduardo Rial, y el marinero ghanés Samuel Kwesi, los tres supervivientes del naufragio del barco gallego hace justo una semana en aguas canadienses, ruegan encontrar a sus doce amigos desaparecidos, a la mitad de la dotación de a bordo. Es lo primero que ha solicitado el pescador africano, que en su país tiene a su mujer Emilia y a sus cinco hijos, y en Marín (Pontevedra), donde reside desde hace una década, a su familia adoptiva; y es lo que reclaman Juan, el capitán de ese arrastrero congelador tragado por el mar, y Edu, como le conocen en su círculo íntimo.

“Lo único que pedimos es que se reactive” el rastreo, dijo ayer a la prensa Gloria Padín, que es hermana de Juan y madre de Eduardo. Ella hizo de portavoz. Sara, novia de Eduardo, compartió con los medios que él “está físicamente bien, pero abatido”. Demasiado para digerir. Saber que de los suyos se han ido 21, es muy difícil de asimilar. Y haber presenciado la lastimosa procesión de ataúdes en cuanto pisaron tierras gallegas, ídem. Desde que el Villa de Pitanxo se hundió, hasta que fueron salvados Juan, Eduardo y Samuel, pasaron cinco horas. Cinco horas a la deriva. No es un mal sueño. Es una realidad con la que han de convivir. Y que deberán de aceptar.

La Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi) les dio un pequeño alivio: hay barcos faenando en Terranova que están haciendo avistamientos, por si hubiese suerte. “Buscarán al menos estos dos días, en los que hace mejor tiempo”, es el mensaje que compartió con los reporteros Kevin González, hijo de Fernando, el engrasador, uno de los tripulantes cuyo cuerpo el mar no ha devuelto.

En la esfera política, el pleno del Parlamento de Galicia tuvo ayer un comienzo muy diferente a lo que es habitual. Se inició con un minuto de silencio por las víctimas, para expresar el pésame a los familiares y seres queridos, algunos de los cuales pudieron presenciar este gesto de humanidad desde la tribuna.