- En un mes, ómicron ha barrido Euskadi como un tsunami porque es el virus con la propagación más rápida de la historia. El 13 de diciembre se notificaban 11.010 contagios durante la semana del 6 al 12, con una tasa de incidencia acumulada que no llegaba a los mil casos, 937, una cifra mágica comparada con los parámetros actuales. Pues bien, el martes pasado, último dato oficial, las infecciones diarias se elevaban a 11.923 y la incidencia acumulada rebasaba todos los umbrales imaginables, al multiplicarse por siete, 6.844 casos, con una transmisión nunca vista hasta el momento.

El 14 de diciembre, Osakidetza comunicó, por primera vez, la presencia de la nueva variante sudafricana, con la detección de seis casos. Pues bien, treinta días más tarde de explosionar ómicron, la nueva cepa se ha expandido a la velocidad de la luz y ha conseguido una progresión geométrica.

Desde aquel día de diciembre en que el Servicio Vasco de Salud notificó 11.010 infecciones en una semana, el avance del covid ha sido imparable. Así, entre el 20 y el 26 de diciembre se contabilizaron 30.753 positivos, ya eran 67.573 los registrados entre el 27 de diciembre y el 2 de enero, y a partir de ahí el caos. Como, por ejemplo, los 81.000 casos de la primera semana del año.

Hay quien compara la nueva cepa con uno de los virus más contagiosos, el sarampión: “Un caso de sarampión daría lugar a 15 casos a los 12 días. Un caso de ómicron originaría otros seis a los cuatro días, 36 casos a los ocho días y 216 a los 12 días”, explican los expertos.

La cascada de contagios y la escalada de la curva, como una pared vertical, ha provocado que hayan estallado los protocolos de seguimiento y rastreo que habían funcionado durante casi dos años de pandemia. “En la actualidad, es imposible seguir la cadena de contagios porque con el aluvión de positivos actuales eso sería como intentar detener a un trasatlántico”, asegura Albert Planes, miembro del SemFyc, quien hace hincapié en que estos momentos, hay que aplicar nuevas hojas de ruta. Estrategias como la adoptada por Osakidetza que ya ha comunicado que dejará de contabilizar los positivos de test de farmacia y no rastreará a todos los contactos estrechos de infectados, para focalizar su atención en las personas de mayor riesgo y en los colectivos más vulnerables. Y es que actualmente el 40% del total de pruebas registradas en el sistema sanitario vasco confirma la presencia de ese patógeno cuando en aquellos primeros días de la irrupción de la variante maldita la tasa de positividad no llegaba al 13%.

Además, ómicron se ha revelado capaz de esquivar los escudos con relativa facilidad. Un informe de la OMS subraya que puede “evadir la inmunidad”, ya que existe transmisión incluso entre vacunados y personas que habían superado con anterioridad la enfermedad y habían desarrollado anticuerpos.

Con cotas de infectados nunca vistas, los hospitales vascos se resienten pero, afortunadamente, no en la misma medida que la curva de contagios. En las fechas en la que ómicron se presentó en sociedad en Euskadi, había en planta 338 pacientes y 91 en UCI. Hoy se mantienen en vilo y contienen la respiración porque tienen 792 enfermos en planta y 139 requieren de cuidados intensivos, ya que afortunadamente la gravedad parece menor.

Y eso que los hospitales viven hoy su peor momento desde el confinamiento arrastrados por esta transmisión sin precedentes. Del 3 al 9 de enero 763 personas ingresaron en la red de Osakidetza, más que las 673 que en la ola de la primavera de 2021 que eran hasta ahora el peor registro desde la primera ola de esta crisis sanitaria.

Para el catedrático de Microbiología de la UPV-EHU, Guillermo Quindós, “es evidente que estamos en un pico epidémico que sobrepasa con creces los anteriores, pero debemos matizarlo. Porque es un pico donde hay muchísimas infecciones y, gracias a la vacunación, se consigue que no se traduzcan en enfermedad grave. Pero numéricamente tenemos un volumen de personas hospitalizadas muy importante y eso tensiona el sistema sanitario”, asegura. Con más de 5.000 vascos fallecidos a consecuencia de la pandemia, la sexta ola también está provocando que el número de muertes se dispare. Aquel 13 de diciembre se comunicaban quince fallecimientos por covid. En el último boletín se han notificado cincuenta.

Expansión abrupta. La variante ómicron, que, a finales de año, solo había sido detectada en apenas dos de cada cien casos analizados en laboratorios, ya está presente en un 70% de esos análisis, por lo que ha superado a la delta y se ha convertido en la dominante a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud. Y también lo es en el Estado, según la ministra Darias. La OMS también subraya “crecientes evidencias” de que la ómicron es menos grave que formas anteriores de la enfermedad. Pero resalta los riesgos sanitarios que presenta la ómicron que siguen siendo “muy altos”, ya que puede producir un aumento en las hospitalizaciones y muertes en poblaciones vulnerables.

Subida desorbitada. Los últimos datos de incidencia de este martes eran 6.844 casos. Pues bien, el lunes día 3 eran 4.469 casos, otro nuevo récord. Más del doble que el lunes 27, cuando la transmisión se elevaba a 2.076 y 1.200 casos más que los que había el jueves anterior, el día 23.

Ingresos. En Navidad ha habido una media de cien ingresos diarios por coronavirus. Un ejemplo, el 25 de diciembre, las Urgencias vascas atendieron 3.000 incidencias. De ellas se derivaron 300 ingresos y cien fueron por covid.

Medio centenar de sanitarios se concentraron, convocados por ESK, frente al ambulatorio de Doctor Areilza de Bilbao para denunciar el “estrés máximo” que padece la Atención Primaria en Euskadi.

Rafa Garzón explicó que la movilización obedecía a que “ha colapsado” la Atención Primaria. “Aunque parece que solo hay covid, hay otras muchas cosas”, en alusión a la atención por otras enfermedades, “que se han tenido que parar”. En la Primaria, el personal está “exhausto”, dijo.