l aguinaldo es un regalo que se da por Navidad o en la fiesta de la Epifanía (el 6 de enero) de acuerdo con la totalidad de los diccionarios que puedan consultarse por ahí, en papel o en pantalla, que incluso es un derecho reconocido por la legislación laboral en muchos países. Su origen data de la antigua Roma, aunque hay historiadores que se remontan al pueblo celta donde existía la costumbre denominada “eguinad” que se refería al regalo de año nuevo.

En cualquier caso debió ser iniciativa de Rómulo, con Remo fundador de la ciudad, con motivo de las felicitaciones para desear buenos augurios o presagios. Los regalos o “strenas” (en castellano, estrena) eran variados, hasta de naturaleza tributaria, según los hicieran los nobles o los siervos, y las clases altas disponían de dinero para dar a sus sirvientes y súbditos, mientras que estos regalaban el llamado “pan de salud” con confites y frutas escarchadas, símbolo de la nueva suerte y de grandes noticias para el año nuevo.

El primer significado del “aguinaldo” es precisamente presagio o pronóstico, que se acostumbró a simbolizar los presagios en regalos, de manera que a la vez que se presagiaba o deseaba algún bien por el inicio del año o de la fiesta natalicia, se anticipaba una muestra de lo que se expresaba con los deseos. De ahí deriva el intercambio de regalos para agradecer los buenos augurios, según Rafael Sánchez Domingo, profesor de la Universidad de Burgos en su Origen histórico-jurídico del aguinaldo, publicado en 2009.

La etimología de la palabra “aguinaldo” ya es otra cuestión en la que no se ponen de acuerdo desde siglos los lingüistas. Para unos, es corrupción de la frase latina hoc in anno (“en este año”), a lo que se apunta el catalán Joan Corominas, y otros bastantes defienden que procede de la frase A-gui-l’an-neuf , expresión de los druidas (sacerdotes celtas, galos y bretones) en el solsticio de invierno y que repetían los niños pobres para obtener alguna limosna.

La Real Academia Española sólo apunta que procede de aguilando, el citado Rafael Sánchez Domingo opina que deriva de la palabra eguinad con la que los celtas designaban el regalo de año nuevo, Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española editado en 1611 le atribuye orígenes latino, griego e incluso y hebreo y árabe. Y el diccionario trilingüe latin, castellano, euskera del jesuita Manuel Larramendi editado en 1745 propone un origen euskaldun.

Era también el re galo que el padrino o la madrina daban a su ahijado, en forma de mazapán (pan de marzo) con la peculiar forma de serpiente que hemos conocido y que todavía elaboran algunas pastelerías. Solía llegar en una caja ilustrada con dibujos de algún paisaje colorista que luego servía para guardar los “tesoros” o juguetes de los niños romanos, y de los otros.

La costumbre del aguinaldo es universal y muy variada en su naturaleza, desde la Edad de Oro de la mitología griega, la Edad Media que se tenía en cuenta especialmente en Navidad y Pascua ya que ese día fue hasta el siglo XVI el primer día del año. La costumbre siguió con fuerza en el Renacimiento, época en la que se regalaban alimentos de todas clases, los habitantes del campo la última noche del año ponían en la puerta de sus casas mesas cargadas de alimentos para que los consumieran los transeúntes, y de todo aquello surgieron en muchos países las pagas extraordinarias.

Hasta hace medio siglo, se recordará, profesionales como serenos, basureros, faroleros, carteros también iban por las casas solicitando el aguinaldo. Se guarda en la memoria de tiempos de estudiante al sereno que entre otras atendía la calle Estafeta, 85, donde se encontraba la pensión Ibarra, propiedad de doña Antonia Ibarra Irigoyen, originaria de Sunbilla. Se daban voces, ¡sereno, sereno!, respondían ¡voy!, te abría la puerta de la calle y si soltabas unas pesetas de propi ya estabas incluido en la lista de conocidos.

Aquellos gremios acudían a las casas y entregaban una tarjeta ilustrada con la felicitación navideña y, entonces generalmente la señora que era la que se quedaba en casa, correspondía el anual servicio con algún dinero que significaba un sobresueldo. En los años del hambre y miserias de posguerra, los sueldos eran más bien magros, y el aguinaldo suponía un ingreso siempre agradecido.

También entonces, en el lugar donde los guardias urbanos controlaban el tráfico, los conductores iban dejando sus regalos que se amontonaban de forma espectacular, hasta por las marcas comerciales, una imagen típica ya en el olvido. Si te descuidas, tal como están las cosas, ahora dejarían un bocata de ese choped con aceitunas, las cestas (con un jamón, el no va más) no son lo que eran y en México, por ejemplo, al aguilando le dicen arruinaldo.