- La obesidad es una enfermedad del metabolismo humano que se caracteriza por su carácter grave, inflamatorio, crónico y que no depende en absoluto de la “fuerza de voluntad del paciente”.

Es grave porque se acompaña de múltiples factores de riesgo cardio-vascular que van empeorando si no se resuelve la obesidad, como son la diabetes tipo II, la hipertensión arterial, la apnea del sueño, el colesterol, varios tipos de cáncer y riesgo de ictus o infarto cardíaco entre otros.

Es una enfermedad crónica y progresiva, que lleva al paciente de dieta en dieta durante años perdiendo calidad de vida e incrementando con el tiempo tanto la misma obesidad como el riesgo cardio-vascular.

Solamente algunos escasos modelos de cirugía pueden introducir los elementos metabólicos necesarios como para provocar un descenso de peso satisfactorio y eliminar las comorbilidades asociadas a largo plazo.

La obesidad es también una enfermedad incontrolable por la mente humana y, por tanto, del paciente. No depende de su fuerza de voluntad. Hoy sabemos que la genética del ‘homo sapiens’ está diseñada para un peso normal y, por tanto, no acepta ni tolera la obesidad. También conocemos que el tejido graso humano funciona como un potente órgano endocrino-metabólico y es fundamental para que determinados mecanismos neuro-hormonales y de control de nuestros órganos internos vitales para la vida, actúen adecuadamente e impidan la obesidad y otros trastornos alimentarios.

La obesidad es, además, de origen desconocido, y por tanto no sabemos porqué en determinadas condiciones y personas el tejido graso se modifica y comienza un proceso progresivo y crónico de proliferación celular, lo que conduce a la aparición de nuevos miles de billones de células grasas que son las responsables del incremento del peso en grasa y de la expansión de la misma por todos nuestros órganos, aparatos y sistemas. Y esto es precisamente la obesidad.

Por tanto, si los mecanismos metabólicos normales no funcionan correctamente todo se viene abajo. Por esto no se debe culpabilizar al paciente obeso, ya que no está en su fuerza de voluntad el poder resolver una enfermedad tan compleja como ésta, sino que al igual que sucede con otras enfermedades graves, hay que darle una respuesta segura y eficaz. Y preferentemente que sea duradera para toda su vida, lo que no cualquier técnica puede conseguir.

La obesidad es una grave enfermedad, reconocida por la OMS como la principal causa de fallecimiento prematuro en el mundo. Es la causante de la diabetes tipo II y produce además hipertensión, hígado graso, apnea del sueño, aumento del colesterol y cáncer. Al final conduce a la incapacidad física y social, a muchos trastornos psicológicos y sobre todo al severo incremento del riesgo cardio-vascular y por tanto, del infarto cardíaco o cerebral.

A su vez, la diabetes tipo II se vincula a la obesidad y al sobrepeso y se comporta como una enfermedad devastadora e invalidante que avanza progresivamente y produce daños irreparables en muchos órganos, sobre todo en la vista, riñón, cerebro, corazón y extremidades. Hoy se puede controlar la diabetes por completo si el paciente llega en fases tempranas y controlarla muy bien aún en el caso de diabéticos con lesiones muy avanzadas.