“Cuando uno ve una cosa tan terrible, las vísceras le piden venganza, pero hay que darse cuenta de que la mayoría son menores”. Consciente de la conmoción causada por la brutal agresión de Amorebieta, que mantiene al joven Alex al borde de la muerte, el experto en resolución de conflictos y prevención de la violencia juvenil Rafael Marcos analiza desde la serenidad este dramático suceso y el fenómeno de las bandas organizadas, con las que ha trabajado durante años en Centroamérica. “Algo ha fallado cuando la mayor parte de los detenidos ya tenían antecedentes penales”, avanza, y advierte de que “esto va a ir a más porque la frustración social generada por la pandemia es cada vez mayor y, cuando la gente sale, lo hace como un toro de miura”.

La pregunta del millón que se hace la ciudadanía, tras conocerse el pasado delictivo de los autores de la paliza, integrantes todos ellos de la banda juvenil Los Hermanos Koala, es si esta pudo haberse evitado. “Se habla de que estaban fichados, de que la Policía tenía que haber intervenido, pero la Policía está sujeta al imperio de la ley y esta muchas veces protege a los menores. La capacidad de reacción de los cuerpos de seguridad a la hora de reprimir el fenómeno está muy limitada”, explica Rafael Marcos, quien considera “más difícil incidir sobre las consecuencias que sobre las causas”, por lo que aboga por la “prevención”.

A juicio de este mediador, que ha asesorado a instituciones públicas y cuerpos policiales sobre cómo poner coto a estos grupos, lo que ha fallado en este caso es “el sistema penal porque muchas veces las sanciones que van aparejadas a los delitos que cometen son sanciones económicas a las que hacen frente los padres y para ellos eso no tiene ninguna trascendencia”. Es más, incrementa su “sensación de impunidad y eso es lo peor que puede suceder”, avisa. Por ello, “con esos chicos que ya son multirreincidentes” considera fundamental poner en marcha “programas de reconciliación víctima ofensor”. “Que retribuyan directamente a la víctima del daño causado es la única forma de que, en vez de ver a un saco de boxeo, vean que es una persona con todas las connotaciones que lo humanizan, porque se está produciendo un efecto deshumanizador. Cuando ellos agreden, como hemos visto en las imágenes, de esa forma tan fiera no ven a una persona, sino a una cosa”, argumenta.

Solo así se explicaría que sigan propinando patadas a una persona que yace inconsciente. “La jerarquía, dentro del grupo, se establece sobre la base de quién es el más feroz, el más temible, el más agresivo. Estamos volviendo a las tribus de cazadores”, alerta e incide en la vía pedagógica. “Las personas de forma individual piensan. Cuando hay un grupo ya es una masa y el que toma la decisión más extrema arrastra a los demás. De ahí que sea tan importante construir la individualidad en estos jóvenes y trabajar con ellos un proyecto de vida porque no lo tienen. Por eso hacen lo que hacen”, señala.

Grabar las agresiones y difundirlas a través de las redes sociales también está contribuyendo a que “la tolerancia a la violencia sea mayor porque es el más bestia el que lidera el grupo y, además, queda registrado quién es el más animal a la hora de provocar la agresión”. También es preocupante el hecho de que otros jóvenes compartan o visionen estos vídeos sin tener que apartar la vista. “La sensación que hay es que esto no les ofende, sino todo lo contrario, les genera curiosidad. Que se difundan este tipo de palizas a través de las redes sociales está aletargando las conciencias. Es importantísimo seguir educando en valores y trabajar en cultura de paz”, recomienda.

Aunque sin llegar al “nivel de agresividad y daño causado” de los casos de Alex, Samuel e Isaac, los dos jóvenes muertos por sendos ataques grupales en A Coruña y Madrid, este tipo de hechos, sostiene este experto, “se producen con cierta asiduidad”. “El problema de bandas resurge cada cierto tiempo, pero estos grupos tienen una mayor tolerancia a la violencia impulsada por las actuales circunstancias. La fatiga pandémica en los jóvenes ha provocado problemas de salud mental. Esta necesidad de salir y provocar hechos violentos tiene también que ver con este proceso que estamos viviendo”, reitera.

Respecto al modus operandi de estas bandas juveniles, quien también fuera asesor senior de la ONU para la consolidación de la paz y prevención de conflictos explica que actúan “en manada, bajo los efectos del alcohol y las drogas, y se dirigen a víctimas débiles, que son una especie de chivos expiatorios sobre los que proyectan toda la frustración que sufren”. Aunque no tienen por qué “haber vivido en el seno de su familia una situación de violencia”, los integrantes de estos grupos “la palpan en el entorno. Ven la sociedad como agresiva y se abren camino apartando a los más débiles”, sostiene.

Las bandas latinas “como las conocíamos en un principio: los Latin Kings, Ñetas, Trinity, DDP, etc., se han ido desdibujando” y ahora albergan “a más jóvenes con una situación importante de malestar en sus vidas de forma que puede haber latinos, africanos, magrebíes y nacionales en el mismo grupo”, precisa. También ha variado el objetivo sobre el que disparan su ira. “Antes quedaban más para enfrentarse entre bandas, cuando peleaban por un territorio. Ahora no se da tanto”, comenta.

Dado que la mayoría de los miembros que las conforman “están terminando la adolescencia y aún no han construido su individualidad, el sentimiento de afiliación es muy fuerte”, por lo que les resulta difícil abandonar su “grupo de referencia”. Es por este motivo por el que considera primordial “realizar un buen diagnóstico, determinar los perfiles en situación de riesgo y trabajar sobre ellos para que no se involucren en este tipo de organizaciones”.

En este sentido, propone “realizar acciones en los centros educativos y en su entorno para prevenir y para que los propios jóvenes tengan mecanismos para alertar sobre estos grupos que se generan, como una página web donde puedan decir: En mi escuela hay una banda y me están obligando a dar el paso. Eso te permite mapear e intervenir”.

Actuar con celeridad y que se responsabilicen de las consecuencias de sus actos es otra de las claves. “En el caso de las contravenciones, por ejemplo, contra las ordenanzas de convivencia por los botellones o los daños al mobiliario urbano, la ley permite cambiar la sanción por medidas pedagógicas, pero para los ayuntamientos muchas veces ponerlas en marcha es muy difícil”, lamenta Marcos, para quien hay que “intervenir cuando se producen ya pequeños hechos de este tipo. Cualquier incendio al principio lo sofocas con un vaso de agua. Ahora, cuando coge fuerza, mira lo que sucede”.

No se descartan nuevos arrestos

Catorce detenidos. La Ertzaintza mantiene abierta la investigación por la paliza sufrida por un joven durante la madrugada del 25 de julio en Amorebieta y no descarta nuevas detenciones. Hasta la fecha son 14 los miembros de la banda Los hermanos koala arrestados por su implicación en los hechos, de los que seis se encuentran en prisión. Según las investigaciones, una veintena de individuos, actuando de forma organizada, acorralaron al joven y comenzaron a golpearle, participando todos de forma activa en la agresión. Además de dejarle en coma, le robaron sus pertenencias y grabaron la paliza y la difundieron en las redes sociales. La víctima sigue ingresada en estado muy grave en el Hospital de Cruces.

“Que retribuyan a la víctima del daño causado es la única forma de que, en vez de un saco de boxeo, vean una persona”

Conflictólogo experto en violencia juvenil