La transición hacia una economía baja en carbono avanza con paso firme en Euskadi. Un 27% menos de gases de efecto invernadero lanzados a la atmósfera que en 2005. El camino, sin embargo, todavía es largo. Más aún después de que la nueva estrategia Basque Green Deal se haya fijado una meta más ambiciosa (pero factible) para la reducción de gases contaminantes en 2030. Hasta un 45% menos.

Eso es lo que dice la hoja de ruta presentada hace unos días por el Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente. Y, a tenor de los datos estadísticos recogidos y analizados por Ihobe (sociedad pública de gestión ambiental) la senda está despejada.

El mayor obstáculo seguiría siendo el sector del transporte y los hábitos de movilidad de la ciudadanía. La apuesta por la electrificación (que incluye la llegada de la alta velocidad ferroviaria) es la principal baza que tiene sobre la mesa Euskadi para tratar de doblegar la preocupante incidencia de este factor y la presión que ejerce sobre el desarrollo sostenible.

Y eso que el uso generalizado de vehículos de combustión (sean del tamaño que sean) consolida su cambio de tendencia con dos años consecutivos de bajada por primera vez en una década: -1,3% el ejercicio 2018 y -0,6% en 2019.

"El proceso de descarbonización se acelera", ha descrito Alexander Boto, director general de Ihobe durante la presentación del Inventario de emisiones de gases de efecto invernadero durante 2019, último año sin condicionantes derivados de la pandemia: restricciones de movilidad, parón de la industria y de otras actividades,...

El documento (avalado por el BC3) confirma que Euskadi redujo a lo largo de ese 2019 prepandémico sus emisiones un 2% con respecto a 2018. "La tendencia a la baja es clara", ha descrito por su parte Iñigo Ansola, director general del EVE (Ente Vasco de la Energía) .

Por ejemplo, en 1990 (año utilizado de referencia) Euskadi emitía 20,8 millones de toneladas de CO2, ascendió hasta 25,5 millones en 2005, pero después se ha producido una evolución descendente hasta los 18,6 millones de 2019.

Es decir, las emisiones han disminuido un 27% en comparación con las de 2005 y un 11% con las de 1990. Las razones de este comportamiento positivo son desgranadas en el informe. El propio Boto ha recordado que esta caída del 2% durante 2019 se ha producido en un contexto de PIB creciente. Es decir, que los motivos de esa contracción en la emisión de Gases de Efecto Invernadero son las "mejoras de eficiencia y cambios estructurales, y no se deben a la coyuntura”.

De hecho, el modelo vasco lleva años demostrando que es posible conciliar el crecimiento económico con la reducción de emisiones contaminantes. “Desde el año 2005 ha crecido nuestra economía en un 20% mientras que las emisiones de GEIs se ha reducido en un 27%. Esta bajada de emisiones se produce en un contexto de crecimiento económico que demuestra que es posible deslindar y desacoplar crecimiento y emisiones de gases de efecto invernadero”, ha enfatizado Boto.

Otro capítulo del Inventario de emisiones de Gases de Efecto Invernadero analiza el posicionamiento de Euskadi en el contexto europeo. La contaminación con label vasco apenas representa el 0,5% del total, pero la emisión per capita está algo desequilibrada: 8,4 toneladas por habitante, un poco por encima de la media europea, de 7,9. "Sin embargo, nuestras emisiones difusas son un 8% menores (4,6 frente a 4,9).

Y en términos de emisiones por unidad de PIB (intensidad de emisiones), nuestra emisión es 6 puntos inferior a la media europea", ha puntualizado Boto. En este sentido, el director general del EVE, Iñigo Ansola, también ha destacado que Euskadi tiene una intensidad de emisiones inferior a la media de la UE. Es decir, “somos más eficientes porque generamos más economía emitiendo menos GEIs que la media europea”.

“En los últimos treinta años hemos mejorado la intensidad energética de Euskadi más de un 40%, lo que implica que para realizar una unidad de producto la industria vasca necesita un 60% de la energía que necesitaba en 1991”, han resumido Ansola y Boto.

El Inventario se corresponde a 2019 por lo que no recoge los efectos agarrotadores de la pandemia en materia de movilidad y actividad. Eso sí, ambos han dicho que los niveles de contaminación se han reducido de forma considerable; sobre todo en el sector del transporte, que era el que hasta hace dos años tenía una tendencia contraria al resto. Las primeras estimaciones apuntan a una caída en la emisión de GEI de entre un 8 y un 14% en este pasado 2020.

En cualquier caso, al margen de los efectos de la pandemia en la reducción de emisiones, desde el Departamento que lidera Arantxa Tapia han insistido en la necesidad de continuar con las medidas e iniciativas puestas en marcha en todos los campos afectados por la crisis climática.