David Beriain (Artajona, Nafarroa, 1977), fallecido en Burkina Faso, decía tener una fascinación casi infantil por la selva. Enamorado de unos territorios que esconden riqueza y tribus que se han mantenido ocultas y que no han contactado con la civilización, realizó en 2015 un documental para Discovery Max. Yasuní, genocidio en la selva.

Dicen que es usted reportero en estado puro.

-Dejémoslo en reportero a secas. Me gusta más el término reportero que el de periodista porque creo que significa estar más sobre el terreno y es lo que me ha gustado siempre. El contacto con las personas, el ir, ver y contar es lo que más me interesa de mi profesión.

También ha trabajado como corresponsal de guerra.

-Durante una parte de mi carrera he estado inmerso en conflictos bélicos. En este camino de búsqueda que todos tenemos en la vida, lo que me interesa realmente son las personas. En concreto, me interesa saber por qué hacemos algunas cosas y por qué nos matamos unos a otros.

¿Ha encontrado respuestas?

-He encontrado más preguntas aún. Es lo que pasa cuando te metes en un tema a fondo. Hay una frase que dicen los periodistas cuando van a Afganistán: cuando vas a Afganistán durante una semana puedes escribir un libro; cuando vas un mes un artículo y cuando vas un año no escribes nada de nada.

Ha estado allí, ¿es así?

-Todo parece sencillo al principio pero cuando vas entrando en la complejidad de las cosas que te rodean todo se complica y tiene matices. Lo que siempre me ha interesado son esos matices y esas complejidades de la realidad. En esos matices encuentras realmente la vida, son los grises.

¿Cuál es el último conflicto en el que ha estado de reportero?

-La última vez fue en Libia, no estuve mucho tiempo pero sí me pilló la caída de Trípoli. Después me he dedicado a otro tipo de conflictos, menos contados, pero que también tienen muertes, armas y mucho de drama humano.

El lunes veremos un reportaje suyo relacionado con la selva del Amazonas.

-Está basado en un conflicto que hay en el parque natural de Yasuní, ubicado en el Amazonas ecuatoriano. Es uno de los lugares más biodiversos del mundo. Dicen que en una sola curva, en un meandro de río, puedes encontrar tantas especies de aves o reptiles como en toda Francia; pero a la vez es una inmensa bolsa de petróleo. Ese punto de interés y de lucha con los recursos es en el que se desarrolla la historia que este lunes contaremos en Discovery Max.

Una historia de codicia que provoca la guerra entre tribus y la muerte de habitantes de la zona.

-El punto de partida es un vídeo que encontré en internet y en el que se mostraba la muerte a lanzazos de dos indígenas de la etnia Huaorani. Las lanzas con las que los mataron proceden de una tribu bastante misteriosa, de las que llamamos no contactadas y que vive totalmente oculta en el Amazonas Ecuatoriano, de la que se sabe muy poco. Además, no existe ningún blanco que haya sobrevivido al contacto esta la tribu conocida como la de los Taromenane.

¿Por qué escoge un relato de una guerra tribal?

-En principio puede parecer una guerra tribal. A lo largo del reportaje, el espectador comprobará que todo es producto de los intereses de lo que llamamos civilización. Estos intereses están ahogando el territorio de estas tribus no contactadas y que están abocadas, posiblemente, al exterminio.

¿No siente miedo cuando se zambulle en este tipo de historias o cuando va a un conflicto bélico?

-Siento bastante miedo porque soy bastante cagueta. La verdad es que no soy una persona muy valiente.

¡Quién lo diría!

-Hay que desterrar ese estereotipo que hace pensar que el corresponsal o reportero que va a estos sitios es el que más loco está, el que menos miedo siente o el valiente de la redacción. No es así, no sirve para nada bajar al infierno si no sabes qué le vas a preguntar al diablo. Mi trabajo es hacer lo que la historia que voy a contar me manda asumiendo el menor riesgo posible.

¿No es difícil en algunos casos de los que usted trata?

-Si llego al final de una de estas historias asumiendo el menor riesgo es que habré hecho mi trabajo muy bien. No soy un yonqui de la adrenalina, no me gusta el riesgo.

¿El riesgo engancha?

-A mí no. A mí me engancha conversar con las personas y tampoco me gustaría vender que las historias que he hecho han sido un reto en el que he asumido riesgos. Fíjate el riesgo que asumen mis compañeros que están en el conflicto sirio, yo no he estado en esa guerra, y hablar de riesgo en los reportajes que estoy haciendo me parecería una falta de respeto hacia ellos y su gran trabajo.

Tiene que ser impactante tener de frente esos parajes.

-La selva ecuatoriana, la de Perú, la de Bolivia y la Colombia me parecen un territorios fascinantes. Mi propio interés nace una fascinación casi infantil. La selva del Amazonas es una de las últimas fronteras humanas: hay posibilidad de que haya tribus, grupos de personas, que han permanecido al margen. Es un universo paralelo que está ahí, pero que no conocemos y que está a punto de extinguirse.