- Nunca había desaparecido del manual de lucha callejera contra la propagación del covid-19. De hecho, los cribados masivos han sido -y son- una pieza fundamental en esa guerra de guerrillas para, al menos, mantener a raya al patógeno. Cierto es que durante las primeras embestidas de la pandemia eran más habituales; también lo es que en los últimos tiempos la situación epidemiológica y la transmisión está algo más controlada en el conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). No obstante, el último caso de Legorreta -y a comienzos de año el brote en un bloque de viviendas en Santutxu- ha devuelto el protagonismo a esta herramienta.

A caballo entre el sistema de detección precoz y la intervención comunitaria, la importancia de los cribados masivos reside en que si en una población hay una incidencia alta y se detecta el mayor número de casos posible es posible cortar las vías de transmisión más rápidamente. Y es que, el simple hecho de identificar y aislar a un positivo significa que ya no infectará a nadie más debido al protocolo de cuarentena que afectará a esa individuo y a todos sus contactos. Esta vez por ejemplo se ha detectado un solo caso entre los 459 vecinos de Legorreta que acudieron a hacerse la PCR.

Unas cifras y porcentajes de positividad que se asemejan a los registrados en los otros 26 cribados poblacionales masivos que han sido realizados desde octubre en distintos puntos de la geografía vasca debido a la transmisión local. Los informes del Departamento de Salud no suman en esas estadísticas aquellas otras pruebas diagnósticas colectivas derivadas de brotes detectados principalmente en bares, restaurantes o discotecas y que fueron muy frecuentes en los meses de verano. Y tampoco aquellas tomas de muestras que se hicieron el pasado verano en lugares como Ordizia, focos en cualquier caso ligados al ocio.

84.116 personas han acudido a esa veintena larga de citaciones genéricas que han sacado a la luz 830 positivos en SARS-CoV-2, según datos del Servicio Vasco de Salud. La carga viral que portaban en su cuerpo todas esas personas y la que pudieran estar incubando sus contactos más estrechos fue extirpada del circuito gracias a estos test poblacionales genéricos. Es decir, se evitaron nuevos contagios y rompieron la temida cadena de transmisión gracias al aislamiento temprano. Tal y como ilustraban fuentes del Departamento de Salud, la alta y preocupante tasa de incidencia que caracterizaba a esas localidades y núcleos poblaciones -también se han hecho cribados masivos en barrios- se ha visto reducida en un periodo de tres semanas.

Y es que esta técnica de prevención y control es una herramienta básica que siempre está sobre la mesa y que es activada cuando las circunstancias lo requieren. Es la red de rastreo y la Dirección de Salud Pública quien determina la conveniencia o no de apostar por esta medida. Eso sí, tal y como subrayaban fuentes del Departamento que dirige Gotzone Sagardui, “no hemos dejado de hacerlos. Cada cribado se realiza en función de las circunstancias”. El caso de Legorreta ha sido también peculiar porque se ha dado cuando precisamente la incidencia del virus estaba cayendo de forma generalizada en el conjunto de la CAV.

En muchas ocasiones las administraciones locales se han puesto en contacto con Osakidetza para solicitar un cribado de estas características en sus respectivos municipios ante la alarmante inquietante incidencia del patógeno entre sus convecinos. En Legorreta, por ejemplo, la situación epidemiológica estaba desbocada, con 1.409 casos por 100.000 habitantes, y, lo más preocupante, estaba siendo muy difícil obtener algún indicio razonable sobre la procedencia de los contagios. De las 800 personas de entre 40 y 80 años que podían haberse sometido a un test, 459 lo hicieron.

Conocer la trazabilidad del virus ha sido todo un reto desde el estallido de la pandemia. La experiencia y el conocimiento adquirido ha servido para afinar los criterios de búsqueda de cualquier rastro de covid-19 en el organismo humano. Por eso el criterio de la edad ha cambiado en función de las circunstancias y del contexto. En Ibarra, pueblo colindante a Legorreta, apuntan al modus vivendi y al modus operandi de los más pequeños como posible foco de contagio. De hecho, la mayoría de los últimos cribados masivos han contemplado ese factor infantil. Hasta finales de año las pruebas diagnósticas podían arrancar a los 13 años, pero a partir de ahí la población mayor de 6 años fue llamada en Arrasate y Aramaio (14-22 de diciembre), en Aizarnazabal (7 de enero), en Zaldibar, Bermeo y Mundaka (del 8 al 12 de enero).

Nuevos positivos. Euskadi sumó en las últimas horas otros 356 contagios por covid, pero bajó la tasa de positividad del 5,2% del pasado jueves al 4,4% del viernes, día en el que se realizaron 8.133 pruebas diagnósticas, casi mil más que el día anterior. En ellas dieron positivo 356 personas frente a las 380 del jueves, por lo que descendió la tasa de positividad que el jueves había sobrepasado la barrera del 5% de transmisión comunitaria por primera vez desde el 19 de febrero.

Presión asistencial. De los contagios, 188 se han diagnosticado en Bizkaia, 100 en Gipuzkoa, 56 en Araba y una docena entre personas de fuera de la geografía vasca. El viernes ingresaron en los hospitales vascos 46 personas, 5 más que la víspera, y permanecían en las UCI 95 pacientes, la misma cifra que el jueves.