"Como mi cuerpo está saturado de achaques, el virus no me ha entrado", afirma María Socorro Echarri Moreno, de 75 años. Residente en Amavir Argaray, centro ubicado en el edificio del Seminario de la capital navarra, esta pamplonesa con carácter rememora los primeros meses de pandemia con "tristeza", porque no podía relacionarse con el resto.

Su compañera Emilia Aguedo Pacheco, de 64 años y natural de Badajoz, se estremece al recordar que se contagió de coronavirus, y que recayó por segunda vez. "La vacuna me ha transmitido tranquilidad", narra entre sollozos al mismo tiempo que la psicóloga Rosa López le consuela. "Me he sentido en familia con el amor de mis compañeras y compañeros y del personal de la residencia", recalca.

Sagrario Martínez Eseverri, de 75 años, que también vive en esta residencia, dio positivo en covid, pero no padeció síntomas. "Fui a-sin-to-má-ti-ca", pronuncia esta pamplonesa de manera pausada cada sílaba, entre una sonrisa de niña traviesa.

Isabel Roch, de 78 años, interviene en la conversación para relatar las semanas de encierro. "Sentí mucha angustia, mucho miedo y mucha tristeza. Esperemos que las vacunas den el respiro que necesitamos", enfatiza esta pamplonesa "de toda la vida", se califica.

Fernando Catena Catena, de 80 años, añade a esta descripción que echó "de menos a la familia". Este jienense, del municipio de Albanchez de Mágina, comparte taller de manualidades en Amavir Argaray con estas cuatro residentes. "Me encanta pintar", subraya.

"TARDES DE CONFESIONES Y RISAS"

Las últimas semanas han trabajado en equipo para confeccionar los disfraces para celebrar los carnavales. Maite Arbizu, técnica de animación, y Rosa López, psicóloga, han compartido tardes con ellos, "llenas de confesiones y risas", cuenta Maite.

Este año, como en otras ocasiones, había que escoger una temática, y esta vez rescataron a los indios que se enfrentaban a los vaqueros en las películas del oeste americano de antaño. "Hemos pensado un disfraz que representase la valentía y el espíritu guerrero de todas las personas residentes de esta casa durante estos doce meses de pandemia. Con lanzas y piedras, luchan para seguir sonriendo todos los días", explica la técnica de animación.

"NUNCA HABÍA PARTICIPADO EN UN CARNAVAL"

La voz de Nino Bravo a través de Un beso y una flor ameniza el taller en el que María Socorro, Emilia, Sagrario, Isabel y Fernando diseñan los trajes, con sus plumas, lanzas y demás complementos. "Nunca había participado en un carnaval y he pasado un rato muy bueno", detalla Isabel. Para ella, "los trajes de indios elaborados son semejantes, pero ninguno es igual".

AL RITMO DE 'UN RAYO DE SOL'

Los rayos de sol de la tarde atraviesan los ventanales de la estancia y templan la temperatura que comparte espacio con el La, la, la de Massiel, Las flechas del amor de Karina, o 15 años tiene mi amor del Dúo Dinámico. Emilia recorta las puntas de lanzas, hechas con goma espuma, al mismo tiempo que canta la mítica letra de Un rayo de sol de Los Diablos, que suena en los altavoces.

FIESTA DE DISFRACES CON MEDIDAS CONTRA LA COVID

Las personas residentes en Amavir Argaray han disfrutado esta semana del carnaval adaptado a las normas de seguridad contra la covid.

La técnica de animación especifica que han confeccionado ese programa combinado con las visitas con los familiares para que los residentes participen en los carnavales. "Hemos hecho encaje de bolillos para que todos acudan a la fiesta sin perjudicar los encuentros semanales con sus seres queridos, ya que tienen un alto componente emocional", destaca Rosa.

A diferencia de otros años, han organizado una jornada de disfrazas en cada planta en días distintos. "El miércoles degustaron una chocolatada, y el viernes concluyeron con un evento final en el que no faltó un cóctel", cuenta Maite.

¿QUÉ ES LO QUE MÁS LE GUSTA DE LA RESIDENCIA?

María Socorro, la residente con carácter, alaba el trabajo del equipo de Amavir: "Siempre están pendientes de que nos involucremos en las actividades". Emilia, la residente agradecida, ensalza "el compañerismo del centro y la labor de auxiliares y enfermeras". Isabel, la residente comprensiva, elogia "la paciencia de todo el personal" que les cuida. Sagrario, la residente con mucha chispa, pone en valor "las actividades y la amistad"; y a Fernando, el residente pícaro, le gusta todo que puede hacer en la que ahora es su casa.

La psicóloga Rosa y la técnica de animación Maite coinciden en que estas personas siempre les regalan "momentos inolvidables".

El viernes la residencia viajó hasta el viejo oeste con unos indios que escenificaron su victoria contra el coronavirus. "Nuestra bandera es el corazón y nuestro motor la ilusión", concluyen Rosa y Maite.