os más de 210.000 niños no acompañados que han pedido asilo en Europa en los últimos cinco años son una generación abandonada: hacinados en campos de refugiados, tras un viaje en el que han sufrido todo tipo de abusos, sobreviven sin la perspectiva de un futuro, rechazados por las autoridades que debían protegerles y en una sociedad cada vez más hostil.

"Las condiciones infrahumanas en las que viven han vuelto a quedar al descubierto con el reciente incendio en el campo griego de Moria, en el que el 70% de sus habitantes eran menores", dice Jennifer Zuppiroli, técnica de migraciones de Save The Children.

Redes de trata, abusos sexuales, explotación laboral y tráfico de órganos son la realidad a la que se enfrentan estos niños, invisibles para un sistema que les niega derechos básicos como la escolarización o la atención sanitaria, incluso en plena pandemia.

"Lo más escalofriante es que 210.000 es sólo la cifra que recogen los Estados sobre menores no acompañados que han pedido asilo. Ese número es "la punta del iceberg", coincide el psicólogo alemán Jan Kilzihan, con más de 20 años de experiencia en tratar a víctimas traumatizadas en zonas de guerra.

Muy pocos logran el estatus de refugiado y la mayoría escapa por miedo a ser deportado o para intentar reunirse con su familia, dice un informe de Save the Children cinco años después de la muerte de Aylan Kurdi, el niño sirio cuya imagen inerte en una playa turca conmocionó al mundo.

Desde entonces, al menos 700 niños y niñas han perdido la vida en el mar ante la impasibilidad de las autoridades, según la ONG. "Es una tragedia humana que pone en tela de juicio todos los valores morales y éticos del mundo moderno", resume Kizilhan.

El primer problema es la identificación, "pero también que se quedan atrapados en el país de entrada", explica Zuppiroli. Sin posibilidad de reunirse con sus familiares, "muchos abandonan los centros para hacerlo de manera autónoma y son esos que desaparecen". En ese momento las redes de trata aprovechan para explotarles en el campo, o en actos criminales, hasta llegar a "situaciones mucho mas sangrantes, como la explotación sexual".

Pero ya antes han sufrido mucho en su viaje a Europa. "Son sometidos con mucha frecuencia a abusos sexuales, incluida la violación, en una huida que dura meses", dice Kizilhan. "He visto niñas de 10 a 16 años violadas varias veces mientras huían y en los campos de refugiados. Y ahora, en Alemania, lloran, gritan, tienen miedo".

Lejos de las promesas de mejorar la política migratoria europea tras la foro de Aylan, hay "retroceso" en casi todos los ámbitos. "Para los niños es cada vez mas difícil llegar a Europa, por unas políticas de externalización del control fronterizo brutales, que dejan la responsabilidad a países terceros: Grecia con Turquía o Italia con Libia. Y en España llevamos 20 años con Marruecos", explica Zuppiroli.

En las fronteras los menores sufren la mayor violencia y "Europa es consciente" porque "las ONG informan de esas atrocidades", dice Kizilhan. "Es una pérfida política de disuasión: la violencia sexual y su muerte se aceptan deliberadamente para reducir la huida a Europa. Pero no debe ser así. Es un crimen contra la Humanidad, mientras miramos hacia otro lado".

"Desde agosto de 2019, cada día 10.000 niños y niñas siguen atrapados en las islas griegas, el 60% menores de 12 años", apunta Anita Bay Bundegaard, directora de Save the Children Europa. La vida en los campos provoca en niños ya traumatizados "enfermedades mentales, como depresión, estrés, ansiedad y miedo, con graves repercusiones físicas", relata Kilzihan. "Sufren pesadillas, flashbacks, no pueden lidiar con sus sentimientos, tienen dolor de cabeza, de espalda y de estómago. Muchos desarrollan enuresis y se avergüenzan por ello".

Pero lo peor es que "pierden la confianza en las personas y en la Humanidad" y "sin ayuda y atención psicosocial deberán vivir con ese trauma el resto de su vida". Zuppiroli coincide en el "brutal impacto" que suponen los campamentos en su salud mental: "Autolesiones, depresiones, intentos de suicidio, fenómenos que no deberíamos ver en la infancia".

Y además, al llegar a un lugar seguro los menores se enfrentan a un rechazo social en aumento, potenciado por el auge de los partidos de ultraderecha. "Yo estoy recibiendo amenazas, a través de correos electrónicos y llamadas, por trabajar para asegurar que los refugiados, por ejemplo de Moria, especialmente niños, sean llevados inmediatamente a Alemania, Francia o España. No había experimentado esto antes", revela Kizilhan.

"La violencia sexual hacia los menores y su muerte se aceptan deliberadamente para reducir la huida a Europa"

Psicólogo especialista en víctimas de guerra

"El campamento tiene un impacto brutal en su salud mental: depresión, autolesiones e intentos de suicidio"

Técnica de migraciones de Save the Children