l cierre de fronteras por la crisis del coronavirus les sorprendió en Turquía, donde se quedaron confinados en un camping cuando se dirigían con su autocaravana hacia Irán, el que prometía ser el viaje de su vida. Casi seis meses después, el matrimonio vasco formado por Joseba García de Salazar y Mertxe Rivaquemada, ha regresado ya a su domicilio, en el municipio alavés de Egino. Prendados del país otomano, y sobre todo de su gente, no pueden hacer más que un balance extraordinario de su periplo. "Ha sido una experiencia increíble, mucho mejor de lo que pensábamos. No teníamos pensado visitar Turquía y nos hubiéramos quedado más tiempo", afirman ya en casa.

El matrimonio, veteranos autocaravanistas, fue protagonista en DNA el 1 de abril, en plena crisis del coronavirus. Un mes antes, sin que nada hiciera presagiar en aquel momento el caos que el covid-19 terminaría por desatar en todo el mundo, se habían puesto en ruta para cumplir el viaje de ensueño que llevaban tiempo preparando: recorrer durante dos meses con su autocaravana, a la que llaman cariñosamente Jomer 1, el fascinante Irán y regresar visitando las antiguas repúblicas soviéticas de Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. El cierre de fronteras les sorprendió en Turquía, desde donde esperaban pasar a la antigua Persia; aunque todos estaban cerrados, tuvieron la suerte de encontrar a una familia que les permitió alojarse en el camping que regentan cerca de Marmaris, al suroeste del país.

"Casi no nos enteramos de la pandemia; solo porque no podíamos salir", explica el matrimonio. Aislados dentro del camping, cada día era muy similar al anterior: un poco de ejercicio, ayudar a los dueños en lo que podían... "No podíamos ni entrar a la playa, que la teníamos pegada. Coincidimos con otra pareja de Portugalete y nos hacíamos cada día 10 kilómetros dando vueltas dentro del camping; al final se sumaron hasta los dueños del camping, sus hijos, sus nietos...", rememoran. Aunque el confinamiento finalizó en Turquía el 1 de junio- "de golpe, no por fases como aquí"-, ellos decidieron quedarse unos días más para disfrutar del camping, "enclavado en una costa espectacular". Les costó despedirse de quienes, durante tres meses, habían sido casi su familia. "Cenamos juntos y a la mañana siguiente estaban esperándonos para ayudarnos a terminar de recoger. Cumplieron la tradición turca de tirar un vaso de agua detrás cuando nos íbamos, para que todo te vaya bien y vuelvas", recuerda, emocionada, Mertxe. Aprovecharon para recorrer después las zonas del país que todavía no conocían: Capadocia, Mar Negro... ¿No se plantearon regresar a casa en cuanto tuvieron la oportunidad? "No sentíamos la crisis sanitaria que se ha vivido en otros lugares; allí la normalidad era absoluta. En los lugares cerrados, como supermercados o el transporte público, la mascarilla era obligatoria pero no en la calle. Nuestra referencia de lo que estaba pasando con el virus era lo que nos contaban desde casa". El 7 de julio recibieron una llamada de la embajada para recordarles que les caducaba el visado de turistas y que debían abandonar el país. Se les cayó el alma a los pies; trataron por todos los medios de alargar la estancia pero no hubo forma. "Nos ha encantado el país y, sobre todo, la gente, tremendamente amables. En el Mar Negro una pareja nos pidió ver la autocaravana, que les generaba mucha curiosidad, por dentro; al día siguiente vinieron con dos paquetes con comida del restaurante que regentaban".

Como las fronteras con Irán, el primer objetivo del viaje, seguían cerradas, decidieron cambiar de rumbo. Cruzaron Bulgaria para llegar hasta Serbia, intentaron entrar sin conseguirlo por segunda vez en Bosnia, y recorrieron Croacia y Austria para llegar a "nuestra segunda casa", la Selva Negra alemana. "Había ya muchísima gente, las áreas de autocaravanas se llenaban enseguida y decidimos empezar a volver". Tampoco regresaron del tirón; la visita a unos amigos catalanes en el Pirineo fue la última etapa de su particular odisea antes de recalar el 17 de agosto, seis meses después, de nuevo en Egino.

Ni el covid ni no haber podido finalmente llegar a Irán -"lo dejamos pendiente"- enturbia su balance del viaje, solo empañado con un desagradable incidente. "El Carnet de Passage, que necesitas para entrar en Irán -tienes que dejar un aval por el valor que ellos estipulan que te devuelven luego para garantizar que no vendes ni abandonas tu vehículo- lo gestiona en exclusiva en España el RACE; nuestra experiencia ha sido nefasta. Desde que pedimos la devolución del aval el 4 de junio lo han hecho el 25 de agosto; además de los 260 euros que cuesta el carné, cada dos meses tienes que pagar 119 euros para mantener el aval, cuando ni siquiera hemos podido entrar al país", lamentan.

Sus nietos Martina y Marcel, dicen, son los "culpables" de que ya estén de vuelta en casa. "Es lo que más nos ha hecho volver. Estando todos bien, nos hubiéramos quedado más tiempo de viaje", advierten. Una vuelta dura, después de tantos meses en la carretera, en la que "el primer día que llegamos a casa no encontrábamos nada. Llevamos dos semanas y parece que hace siglos que hemos vuelto". Y, aunque acaban de llegar, ya están pensando en su próximo viaje. "Nuestra intención es irnos de nuevo en febrero. A ver si nos dejan", confían. El destino, dicen, aún no se puede desvelar.

Tras casi tres meses confinados en un camping del país otomano, han visitado también Croacia, Austria y la Selva Negra