IN rastro del espíritu festivo. El huevo, la harina y demás ingredientes que se deberían haber lanzado ayer tras el txupin número 43, y que daría paso a nueve incansables días de fiesta, tuvieron que ser finalmente cocinados. La Plaza del Arriaga, donde cada año se concentran centenares de personas para ver salir a Marijaia desde el balcón del Teatro, presentó a las 19.00 horas una imagen poco usual. Estaba vacía, y si no fuese por las vallas que impedían el acceso al recinto y la presencia policial, muy pocos se hubieran dado cuenta de que lo que tenía que reinar hasta el próximo domingo sería el jolgorio y no el distanciamiento social, la mascarilla y el gel hidroalcohólico. "¿Va a venir alguien famoso?, ¿Ha pasado algo grave?, ¿Por qué hay tanta policía?". Estas fueron algunas de las preguntas que ayer lanzaron los paseantes en una jornada llena de tranquilidad y sin incidentes. En definitiva, podría decirse que esta nueva edición de Aste Nagusia, a la que el coronavirus le hizo sombra sin lugar a dudas, pasó completamente desapercibida.

Las idas y venidas desde el puente de El Arenal hasta el Casco Viejo fueron las habituales de cualquier día de agosto y por allí pasaron Alejandro Guillén, Pablo Osuna, Alexander Iglesias y Manuel Osuna. Cinco amigos sevillanos que cuando reservaron el viaje para pasar unos días en Bilbao, allá por enero, no imaginaron encontrarse con la capital vizcaina semivacía.

Lo curioso es que venían exclusivamente a vivir Aste Nagusia. "Nos habían hablado muy bien de esta fiesta y teníamos muchas ganas de venir. Ahora tendremos que volver otro año, no sabemos cuándo, pero volveremos seguro para vivir la fiesta de cerca y pasar un buen rato todos juntos", decían. Ahora su plan es otro; ir de ruta gastronómica. "Estamos comiendo muy bien. En ningún momento se nos pasó por la cabeza anular nuestro viaje. El coronavirus no nos ha impedido disfrutar de la ciudad aunque nos hubiese gustado verla llena de gente y disfrutando de la Semana Grande", comentaron. Este grupo se lleva un buen sabor de boca de Bilbao y unas cuentas palabras en euskera aprendidas que les servirán para su próxima visita en la que esperan bailar en las txosnas hasta el amanecer.

No obstante, los que más echaron de menos Aste Nagusia fueron los bilbainos. La nostalgia llevó a algunos a ponerse el típico pañuelo al cuello y sacarse una foto con el Teatro Arriaga de fondo. "Por ahí tendrían que estar la txupinera y el pregonero y, por supuesto, Marijaia. Es muy triste pero no podemos hacer otra cosa que comportarnos para que el bicho se vaya lo antes posible y el próximo año podamos vivir las mejores fiestas del mundo", aseguraron Markel y Jon, después de sacarse un selfie para el recuerdo. "Hubiésemos estado ahí dentro, rebozándonos con todo lo que nos cayese", rememoraron.

Irati Martínez también lució su pañuelo. "Era el día del txupinazo y no he encontrado otra manera de celebrar este día que con este complemento", apostilló la joven que paseaba tranquilamente junto a una amiga. Lo mismo hacían Abel López, Óscar González e Izaskun García. Para ellos también esta semana está marcada en rojo en su calendario, como en el de muchos otros bilbainos que ayer no reconocían la villa.

"Solíamos hacer una comida todos los amigos durante las fiestas, íbamos a las txosnas, a los conciertos... Eran días para juntarse toda la cuadrilla y disfrutar de todo lo que nos ofrecen los nueve días de fiesta", dijeron. Y es que Aste Nagusia une a familias, amigos... Es un lugar de encuentro, pero el coronavirus ha impedido todos esos reencuentros. No obstante Jorge Hortalá, June Gerrikaetxebarria y Maider Fernández opinaron que habrá que hacer las cosas bien para celebrar a lo grande la próxima edición. "Nosotros ya estamos cargando las pilas porque todos los años disfrutábamos a tope. Todo lo que nuestro cuerpo aguantase", rieron.

Estos tres jóvenes, al igual que muchos bilbainos, ayer hubiesen celebrado el inicio de Aste Nagusia, pero los reiterados llamamientos a la responsabilidad parece que surtieron efecto. Los centros neurálgicos festivos como El Arenal, donde se instalan las txosnas, o la Plaza Nueva, donde tienen lugar innumerables conciertos, estaban vacíos. Ni barracas en el parque Etxebarria, ni la típica churrería de El Arenal saciaron las ganas de diversión de todos los que forman parte de esta gran fiesta.