En un continente con un sistema sanitario débil, la importancia de promover medidas de contención efectivas contra la propagación del covid-19 se ha confirmado como una acción preventiva crucial. Por eso, muchos países de África decretaron un cerrojazo absoluto hace ya un par de meses. Uno de ellos Sudáfrica -donde se han hecho test masivos sobre el terreno en vez de esperar a que los enfermos acudan al hospital-, en el que reside el vasco Jan-Lukas Menzel Barraqueta. Este joven científico sostiene que esa decisión ha permitido que el país "se prepare para lo que viene en temas de camas hospitalarias, EPI, etcétera. Si Sudáfrica o cualquier país africano hubiese empezado la cuarentena en los niveles de infección encontrados por Europa la verdad que no sé en qué situación estaríamos ahora", conjetura. El pico lo esperan entre finales de julio y septiembre. Este pasado 1 de junio inició la reapertura de buena parte de su economía, aunque las fronteras seguirán cerradas y el espacio aéreo se reabrirá solo para vuelos nacionales por motivos de trabajo. La nación más desarrollada del continente busca así dar un respiro a su maltrecha economía después de algo más de dos meses de severas restricciones.

Lo primero, ¿qué tal vamos? ¿Con ánimo? Mes y medio hemos estado aquí sin salir de casa

—Bien. Desde el lunes hemos cambiado de nivel y por fin después de 65 días hemos podido comprar unas cervecitas [sonríe]. Con mínima vida en el exterior, pero se aguanta. No nos podemos quejar viendo la situación en la que vive la gran mayoría del país ya que tenemos una pequeña terraza con jardín y la aprovechamos lo más que podemos.

Aquí se agotó el papel higiénico. Problemas de primer mundo, como dice un amigo. ¿Cómo lo han vivido allí? ¿Algún tipo de confinamiento, aislamiento, toque de queda?

—En general, en donde vivimos no hemos visto escasez de nada. Quizás algo menos de productos habituales de consumo, pero no hay mayor problema. Hay que decir que vivimos en una zona privilegiada, en Stellenbosch, la zona de los viñedos de Ciudad del Cabo, que no refleja para nada la situación general en el país. En las imágenes de televisión sí que se vieron saqueos de supermercados y camiones con comida. Parece ser que lo único que mandó en masa a la gente a los supermercados fue la prohibición de venta de alcohol y tabaco durante la cuarentena.

¿Y eso?

—Avisaron dos días antes de que se prohibiera. En un principio, la cuarentena era de tres semanas y hemos estado casi diez. Han instaurado diferentes niveles de alarma que van desde el 5, el más duro, al número 1, el más flexible. El confinamiento duro, con solo actividades esenciales permitidas, acabó hace un par de semanas y no dejaban salir ni con el perro. En el nivel 4 nos dejaban salir desde las 6 a las 9 de la mañana para hacer deporte y han abierto algunos comercios más como, por ejemplo, Correos. Hay que dar gracias a que la decisión de estado de alarma se tomase tan temprano y que ha dado tiempo a que el país se pueda organizar. Estiman que el pico de infecciones puede llegar en agosto.

¿En qué ha cambiado su vida? Compras, relaciones, trabajo

—Pues la verdad que trabajo lo mismo o más. Sí que es cierto que todo el trabajo planificado en el laboratorio está cancelado por ahora y las conferencias internacionales a las que teníamos planteado asistir se han cancelado. Las relaciones sociales en pausa... Tengo la suerte de no haber pasado la cuarentena solo y hemos estado aprovechando el tiempo en casa lo mejor que hemos podido. Sobre todo cocinando muchas recetas nuevas que siempre es divertido. Mi mujer también está colaborando con una asociación haciendo mascarillas para gente sin recursos.

¿Y las compras?

—Solemos ir cada dos semanas a hacer una compra grande y poco más. Eso sí, desde el primer día en la entrada de los supermercados te desinfectan las manos. Desde hace ya un mes, más o menos, también es necesario el uso de mascarillas para entrar, por ejemplo, a los centros comerciales o el banco.

En alguna ocasión me comentó que el problema del acceso al agua y la escasez de alimentos eran endémicos y me temo que la situación habrá empeorado

—Sí. Correcto. En muchas zonas de Sudáfrica, la población que vive en los townships [similar a las favelas brasileñas] no tiene, en general, acceso a agua corriente y comparten una toma de agua entre muchas familias. Para todas estas personas las recomendaciones de higiene personal son prácticamente una quimera. Debido al estado de alarma, millones de niños y niñas se han quedado sin su única comida caliente diaria ya que la recibían en el colegio. Todos estos niños y niñas y muchas familias dependen ahora mismo de los paquetes de comida que muchas ONG y el gobierno están repartiendo.

¿Ha llegado al país alguna ayuda sanitaria o humanitaria internacional? ¿Es más necesaria que nunca?

—La verdad que no estoy muy enterado. Sé que han llegado médicos cubanos y supongo que habrá multitud de otra ayuda internacional.

Tiene amigos y compañeros en medio planeta. ¿Qué le cuentan? ¿Algún rayito de esperanza?

—Yo creo que la esperanza nunca se pierde. Lo peor es la incertidumbre. Y sí, la verdad que sí, bastantes amigos por todo el mundo y cada uno en una cuarentena diferente. En general están bien, pero también tengo a un conocido que le ha pillado en el barco y alguno en tránsito y ha estado más de 45 días en un hotel esperando a poder volver a casa. La verdad que todos tenemos problemas de alguna u otra manera. Desde la Asociación de investigadores españoles en Sudáfrica hemos creado un grupo de WhatsApp donde distribuimos solo información oficial del Gobierno sudafricano o de la embajada española. También estamos en contacto continuo con la embajada y el consulado e intentamos canalizar las dudas de los investigadores que trabajamos en Sudáfrica a través de la asociación.

¿Ha pensado en regresar?

—Por el virus por ahora no. Pero sí debido a que el contrato de investigador se acaba a finales de agosto. Tenía la posibilidad de renovar por otros dos años, pero debido a que Sudáfrica solo expide un visado de acompañamiento para la pareja, se hace un poco difícil. Así que después de dos años y mil y una historias toca empezar una nueva aventura. En estos momentos, ya tenemos los billetes de vuelta a Bilbao, pero no sabemos si podremos volar o no. Parece que nos tocará esperar acontecimientos y ver si tenemos suerte. Tenemos el problema añadido de que tenemos aquí a nuestro perro y solo puede viajar con muy pocas compañías, así que hasta que se abran las fronteras definitivamente no creo que podamos salir.

La tecnología borra distancias, ¿pero es suficiente en estos tiempos de incertidumbre?

—Yo es que hablo poco por teléfono, ¡jeje! Así que las veces que hablo con la familia o amigos cercanos es la misma. Lo que sí es cierto es que piensas que, por favor, que no ocurra nada, ya que no hay posibilidad de viajar. No sé, es difícil. También es cierto que, aunque vivas cerca no puedes ver a tu gente cercana. De algún modo estamos todos en la misma situación.

¿Mejor que le haya pillado este caos en tierra o hubiera preferido estar en el barco de investigación?

—Difícil respuesta. Al principio diría que mejor estar en el barco, pero con el paso del tiempo no sé yo. Dependería si se estuviese trabajando en el barco o solo pasando la cuarentena. Pero debido a la incertidumbre, sin duda mejor en tierra. Que te pille alguna mala noticia en alta mar es un riesgo alto.

Por cierto, ¿cuándo vuelve a embarcarse para la Antártida?

—Por ahora no hay planes concretos. Los cruceros de este año están en el aire y yo en septiembre intentaré volver a Zornotza. Hay posibilidades de incorporarme a la UPV, pero todo está en el aire. Lo importante es que los contactos ya están hechos y que ideas sobran. Ahora solo hace falta financiación, que para la ciencia siempre se mira con cuentagotas.

"Mi mujer está colaborando con una asociación haciendo mascarillas para gente sin recursos; y sé que han llegado médicos cubanos"

"Las recomendaciones de higiene personal son una quimera en los ?townships?; muchas familias comparten una toma de agua"