Gasteiz - L.C.H. desapareció tras pasar la jornada en el centro de salud escolar de Hondarribia en el que trabajaba como enfermera. Era mayo de 1985 y no se ha vuelto a saber de ella. J.A.A.A. fue visto por última vez en Donostia en enero de 2002. Se dirigía a Barcelona cuando se perdió su pista y nadie ha vuelto a saber de él. E.U.A. fue visto por última vez a las 18.00 horas del 11 de febrero de 2014 en Donostia. La pista de Y.I.A.G. se perdió en diciembre de 2004 en Aia. M.B.A. desapareció de su domicilio de Donostia en enero de 2017... Son solo algunos de los nombres que engrosan los casos de desapariciones sin resolver en los que trabaja la Ertzaintza. Actualmente hay alrededor de 180 expedientes abiertos (182) en Euskadi. Pero estas desapariciones sin rastro son la excepción de estas situaciones dramáticas que habitualmente se resuelven en un tiempo récord de entre 24 y 72 horas.

Así lo explica el jefe del Área de Delitos Contra las Personas de la Sección Central de Investigación Criminal y Policía Judicial de la Ertzaintza, Hugo Prieto, que confiesa que cada año se producen en Euskadi más de 5.000 comunicaciones por desaparición. Concretamente, en 2019 se registraron 5.331 comunicaciones. La mayor parte de ellas (3.700), correspondieron a menores fugados de centros tutelados, el colectivo que mayor número de huidas protagoniza en la CAV. Pese a todos estos avisos por desaparición, en todo Euskadi tan solo se registraron 1.220 denuncias, de las cuales 665 corresponden a denuncias de menores fugados del centro o piso tutelar. "Se trata de un dato de relevancia, porque observamos que mientras las comunicaciones se mantienen, las denuncias presentan una tendencia a la baja. El esfuerzo que ha hecho el Departamento de Seguridad en mejorar tanto la calidad de los datos que se recogen, como en la actualización de los protocolos de actuación, hace que las personas aparezcan muy rápidamente, tan rápido que en muchos casos no es necesario interponer la denuncia", indica Prieto.

Se trata, en el 97% de los casos, de 24, 48 o 72 horas de angustia que concluyen con la localización de la persona desaparecida. "En realidad, el éxito es muy alto, pero no nos gusta hablar de porcentajes, porque detrás de cada caso hay una familia y hablamos de alrededor de diez personas al año que no encontramos", dice Prieto.

De extravíos a deseos de una nueva vida Las circunstancias de cada caso son muy variadas aunque, según explica este oficial de la Er-tzaintza, sí que es habitual que se repitan los mismos patrones dependiendo de las franjas de edad. Cuando los protagonistas son niños pequeños, lo habitual es que las desapariciones respondan a situaciones de "extravío o despiste" de los progenitores. "El típico niño que desaparece en un centro comercial o en un parque. Son despistes momentáneos que generan mucho susto en los padres. Son situaciones en las que se reacciona rápidamente y que suelen resolverse a las pocas horas", afirma Prieto.

El problema se intensifica desde la adolescencia hasta los 25 años, cuando las desavenencias familiares, el fracaso escolar, la falta de adaptación al grupo o no querer acatar las normas provocan que los jóvenes se ausenten. Además, estos jóvenes, especialmente aquellos que son menores tutelados, tienen la peculiaridad de que tienen un índice de reincidencia muy importante. "Hay quien ha desaparecido tres, cuatro o incluso diez veces en un año", afirma Prieto, que revela que las fiestas de los pueblos son uno de los momentos en los que más huidas de este tipo se producen.

Una vez llegada la edad adulta, la casuística se multiplica: problemas de convivencia, económicos, fracaso social o laboral, relaciones afectivas o incluso el deseo de iniciar una vida nueva entran a formar parte de la ecuación.

Por su parte, pasados los 65 años, son los desequilibrios psíquicos o emocionales los que hacen acto de presencia; mientras que en edades más avanzadas aparecen otras circunstancias como las pérdidas de memoria, la desorientación o la demencia.

"Estos últimos no son un número muy elevado con respecto al conjunto de denuncias que hay, pero sí son situaciones especialmente peligrosas, sobre todo en casos de personas con enfermedades incipientes -advierte Prieto-. Imaginemos una persona mayor que sale a por el pan y, de repente, un día no sabe volver. Si esto se produce en una situación de frío o calor, se convierten en personas muy vulnerables".

En cualquier caso, las razones son múltiples. "En un primer momento, los motivos están fundamentados en las informaciones subjetivas que nos facilita el entorno y es a través de la investigación cuando afloran los verdaderos motivos. En muchos casos desconocidos para la propia familia, pero que son clave para establecer los criterios de búsqueda. De hecho, durante la investigación llegamos a saber más del desaparecido que la propia familia", apunta este ertzaina.

El mito de las 24 horas Pero, ¿cómo hay que actuar cuando una persona de nuestro entorno desaparece? Existe un mito muy extendido de que conviene esperar unas 24 horas antes de denunciar una desaparición. Hugo Prieto lo desmiente: "Ni 24 ni 48 horas. Lo primero que hay que hacer es una serie de comprobaciones mínimas en la persona a la que se espera: llamar a su teléfono, a los amigos con los que ha salido... Cuando hay una ausencia, cada uno tiene su propia percepción de anormalidad; cuando uno tiene la sensación de que esa ausencia no es habitual y empieza a generar inquietud, hay que comunicarlo a la Ertzaintza".

Una vez que se da la voz de alerta en el 112, y sin necesidad de que medie denuncia -aunque siempre es recomendable interponerla-, comienza el despliegue del operativo de búsqueda que, en función de las circunstancias de la persona y del lugar en el que ha desaparecido, puede variar ligeramente. Y en paralelo a las labores de localización, la Ertzaintza abre la pertinente investigación. Esto funciona igual para todas las desapariciones, si bien aquellas en las que se presuponen circunstancias de criminalidad, porque entonces, las denuncias pasan a la Unidad central de Investigación Criminal de la Ertzaintza y recorren una vía más judicial.

"Es muy importante que las familias sepan que no se deja de investigar. Es verdad que al principio hay muchos recursos puestos, hay mucha información que trabajar, muchas entrevistas que realizar para saber dónde puede estar esa persona... Como es normal, una vez explotada esa información, la intensidad baja, pero no desaparece, varía, cambia, se busca de otra manera. Ahora mismo tenemos 182 casos abiertos, algunos muy antiguos, y seguimos dándole vueltas a la lavadora a ver si se nos ha olvidado algo, si ha habido información nueva, si algo se nos pasó en su momento... Hasta que la persona desaparecida aparece, la investigación sigue abierta, lógicamente, con diferentes intensidades", afirma Prieto.

Y este es un mensaje que el entorno de los desaparecidos agradece mucho. "Una de las vías de escape que tienen las familias es hablar con el investigador que está llevando su caso. Son muy agradecidas, porque aun no encontrando a su ser querido, lo único que demandan es que les cuentes que se está buscando. Nosotros no podemos asegurar que lo vamos a encontrar, pero sí que vamos a trabajar para encontrarle. Necesitan que les demos información, que vean que su caso nos interesa, nos preocupa y nos ocupa", reconoce.

Gestión de la información En la era de las redes sociales, la información sobre desapariciones se propaga con rapidez y, aunque pueden ayudar en la investigación, también se genera mucha información falsa que no hace más que añadir dolor a las familias.

"Nos encontramos con mucha gente que, con toda su buena voluntad, comparte información en su entorno y eso llega fácilmente a las familias. Primero, es importante verificar de dónde sale la información, si es de canales oficiales, porque hay muchos bulos. Y si alguien cree tener información o cree haber visto a alguien a quien se está buscando, que acuda directamente a la Policía, porque nosotros podemos investigar, y si esa información es falsa y llega a la familia, no avanzamos nada y solo añadimos sufrimiento", recomienda.