- Miguel Sanz no movió un dedo hasta el cambio de gobierno en la CAV. El ascenso del socialista Patxi López se vivió como algo épico en los ámbitos más centralistas, porque había desalojado al PNV pactando con el PP. Sanz no se lo tuvo que pensar para levantar el teléfono. Tras más de una década de incomunicación, en 2009 se reunía con López y esbozaban un acuerdo sobre el euskera, las infraestructuras y la captación de EITB en Navarra, aunque finalmente no tuvo desarrollo.

Hubo que esperar a noviembre de 2013 para que se diera un encuentro entre un lehendakari del PNV y una presidenta de UPN. Iñigo Urkullu y Yolanda Barcina tuvieron un encuentro de escasos 30 minutos que solo sirvió para romper el hielo.

El verdadero punto de inflexión se produjo con Uxue Barkos en la presidencia navarra en 2015, al frente de un gobierno progresista, y tan solo unos meses después, en 2016, suscribiría el primer protocolo de colaboración con 18 actuaciones. En paralelo, Navarra regresaba a la Eurorregión. Barkos apostó por recuperar la normalidad y establecer sinergias de colaboración en beneficio de los ciudadanos. Al otro lado, encontró la mano tendida y el entusiasmo del gabinete de Urkullu, que veía una oportunidad histórica. El relevo de Barkos por Chivite añadió cierta incertidumbre en la medida en que un gobierno liderado por los socialistas podría imprimir otros ritmos, pero ha mantenido el espíritu.

La CAV no tiene con ninguna otra comunidad tal nivel de cooperación (aunque hay interlocución y, el lunes, Urkullu se reunirá con el president Aragonés). Se terminan de romper las barreras entre dos gobiernos que fueron, durante años, los Romeo y Julieta de la política.