Esperanza Aguirre lo ha vuelto a hacer. Mientras política y políticos se desperezaban tras el parón veraniego y cada mochuelo iba volviendo a su olivo, la en su día autoproclamada “lideresa” se bastó para poner patas arriba la vida interna del PP. “Chiquilicuatres” y “niñatos que están en Génova intoxicando”. Así, sin piedad, definía ayer a aquellos compañeros que pretendan frenar el ascenso de Isabel Díaz Ayuso. Hoy hacia la presidencia del PP madrileño, mañana, quién sabe si a la del PP estatal. Y todas las miradas se volvieron, claro está, hacia Génova, que se revolvió incendiada una vez más por fuego amigo.

“El modelo actual no tiene sentido. Si queremos gobernar, tenemos que rehacer puentes con Vox”, dijo ella. “Lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”, contestó sutil Teodoro García Egea en su papel de escudero de Pablo Casado, a cuya diana apuntan las salvas de una Aguirre que da cuerpo al descontento que late en parte de las filas 'populares' con aquellas decisiones que han ensayado un tímido distanciamiento de Vox en busca de ese centro político en el que dicen que descansa la llave de La Moncloa.

La arena de este combate es Madrid, la joya de la corona del PP, su baluarte y contrapoder ante el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos. La misma arena en la que Aguirre ha jugado desde que Aznar la catapultó a ministra de Cultura y la conocimos diciendo que no había visto Airbag porque solo veía cine español. La que la vio crecer como candidata a las más altas cotas hasta que el hedor de la corrupción a la que se refería García Egea cavó su tumba política. Aunque un rápido vistazo a su situación actual la dibuja como una jubilada que reparte su tiempo entre el golf y el cuidado de sus nietos, quien la conoce sabe de su raza. Y en absoluto esconde que Ayuso, quien en su día creó una cuenta a su perro Pecas, es su apuesta.

La actual presidenta de la Comunidad madrileña se deja querer. Aspira a liderar el PP madrileño y tiene prisa por hacerlo. Las elecciones internas no están previstas hasta el verano que viene, pero según un argumentario interno del equipo de Ayuso, les conviene hacerlo “lo antes posible”.

MARTÍNEZ-ALMEIDA, LA ALTERNATIVA

Ante esta pugna por el liderazgo del partido en la comunidad, Génova ha promocionado como alternativa a la otra cabeza visible del PP en Madrid, el alcalde de su capital, José Luis Martínez-Almeida, fiel a un Casado que le nombró portavoz estatal del partido. Lo hizo al tiempo que descabezaba a Cayetana Álvarez de Toledo para que su puesto como portavoz del PP en el Congreso lo ocupase Cuca Gamarra, en lo que se entendió como un nuevo intento de aquello que el primer Aznar definió como “viaje al centro”. Y el cajón de los truenos quedaba de nuevo abierto.

El propio Aznar no se cansa de repetir que la única opción de volver a Moncloa pasa por la unión de las derechas, a poder ser englobadas bajo el paraguas del PP como estaban en sus tiempos. Y Ayuso -y Álvarez de Toledo y la propia Aguirre- comparten su diagnóstico.

Tras la tormenta desatada por la expresidenta, hoy tocaba intentar apagar fuegos. Martínez-Almeida, protagonista involuntario de este enganchón, lanzaba un aviso a navegantes: hay que entender que el congreso para elegir la presidencia del PP madrileño “toca en primavera”, y no se debe “avivar” ya el debate, pues no beneficia a su formación. Mientras, Ayuso visitaba Milán, donde su equipo distribuía pines con su cara y seguía su particular cruzada por “la libertad”. Y allí, según publicaba el lunes El Mundo, disfrutaba también del apoyo expresado en público por la lideresa ante la afiliación popular madrileña: “El 95% de los que trabajaron con ella siguen. Así que podría ir a la sede a decirles: Mira, mira, vuestra jefa está de mi parte”, celebraba riendo.

OLOR A NAPALM EN GÉNOVA

Al calor de esta lucha de poder azuzada por Esperanza Aguirre, algunos adversarios políticos hacían sus interpretaciones. El diputado de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví, tiraba de humor para resumir vía Twitter: “me gusta el olor a napalm en la calle Génova”.

Y mientras se apagan los ecos de este choque, y vuela alto la duda de si será el último en esta pugna por venir, Aguirre, superviviente y protagonista de mil batallas, hace que de nuevo resuene con fuerza aquella vieja sentencia que pronunció Adenauer mientras asistía al parto de esta Europa: “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”.