econocidoy recordado en México, desconocido y olvidado en Euskadi, Gerardo Lizarraga fue un iruindarra adscrito a la UGT y un artista de la época como pocos. El navarro luchó en el frente republicano contra el franquismo y, tras acabar confinado en campos de concentración franceses, logró llegar al país azteca, en cuya capital desarrolló la ilustración y la pintura. A juicio de su hijo Xabier, Gerardo fue “una persona comprometida con el vivir y con la libertad”.

Una exposición ha reivindicado y actualizado en el Museo de Navarra su figura como hombre que defendió los derechos humanos y su lúcida y talentosa obra. “Su maleta ha llegado a su tierra, procedente del campo nº 8 de Argelès-sur-Mer y de México, para quedarse, para formar parte del bagaje cultural y artístico de su tierra, ese que intentó ser borrado de forma violenta por un golpe militar que buscaba impedir cualquier atisbo de modernidad, de igualdad y de libertad”, subrayan.

La Real Academia de la Historia también evoca que Gerardo Lizarraga Istúriz comenzó su formación en su ciudad natal para continuarla en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, recibiendo clases de Plá, Benedito y Romero de Torres. Fue precisamente en la Academia donde conoció a Remedios Varo y Uranga, también artista, con la que contrajo matrimonio en 1930. Esta mujer se autocalificó como “logicofobista”, es decir, tenía fobia a lo que parece lógico, y era amiga de Salvador Dalí, obra con similitudes a la del también surrealista Lizarraga.

Dos años antes de esa fecha, el navarro presentó cuatro obras en la Exposición de Artistas Vascos de Donostia y gracias a una beca foral viajó a París, donde asimiló el estilo cubista. En Barcelona, ciudad en la que vivió durante la década de 1930, trabajó como director artístico de la empresa publicitaria Walter Thompson Company, entrando también en contacto con el mundo del cine, la ópera y el teatro. Desde estas fechas se dedicó ya prácticamente siempre al cartelismo. Dio muestras de su activismo ejemplar cuando creó el Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona.

El golpe de Estado militar español del que el día 18 de este mes se cumplirán tristes 84 años cogió a Lizarraga en la capital condal. Estando allí, el socialista ugetista, uno de los creadores del proyecto de Ediciones Antifascistas, se alistó como voluntario en el ejército republicano. De su lucha en el frente contra los a la postre franquistas poco se ha escrito hasta la fecha. Con el peor final de la guerra posible para los abanderados de la democracia, el navarro cruzó la frontera en la retirada, y estuvo internado en los campos de Argelés-sur-Mer, Agde y Clermont-Ferrand.

La investigadora iruindarra Ángela Martínez Urmeneta agrega una curiosa circunstancia sobre el cartelista que se exilió a tierra en paz de México en el famoso barco Nyassa. “Entre los pasajeros estaba él, artista de Pamplona con una vida bien interesante, y a veces azarosa, que se estableció definitivamente en México. Si no me equivoco, estando en Argeles-sur-Mer, fue fotografiado y filmado por Chiqui Weisz, ayudante de Capa. Esa filmación -que aún se conserva- la vio su exmujer en un cine de París, y consiguió sacarlo de allí”, apostilla. Weisz fue el hombre que salvó la denominada maleta mexicana, hallazgo de tres cajas con 4.500 negativos de imágenes tomadas por los fotógrafos Robert Capa, David Chim Seymour y Gerda Taro en plena Guerra Civil española.

Una vez en el país americano donde se asentó definitivamente, se integró en el grupo de artistas europeos en el exilio junto a Remedios Varo, Benjamin Peret, Katy y José Horna, Leonora Carrington y Chiki Weisz, entre otros. Allí se casó de nuevo, esta vez con Ikerne Cruchaga, fotógrafa e hija de Epifanio Cruchaga, alcalde republicano de Tutera. Vivieron en Acapulco.

Participó de forma activa de la vida cultural de la Ciudad de México, donde desarrolló una intensa tarea artística tanto en el terreno de la ilustración como de la pintura. En 1957 participó, incluso, en el rodaje de The sun also rises, de Henry King, como director artístico y asesor técnico, realizando además todas las pinturas que aparecen en la película e, incluso cuentan que protagonizó un cameo en la misma. Este largometraje se rodó para la 20th Century Fox y está basado en la histórica novela de Ernest Hemingway Fiesta. La historia transcurre en la ciudad natal de Lizarraga, aunque se grabó en la ciudad mexicana de Morelia.

En sus últimos años, el navarro escribió sobre su experiencia en los campos franceses. “El campo era una playa desierta, solo arena; kilómetros y kilómetros más allá de las alambradas, sin ninguna raíz... arena y solo arena. Tenía tiempo para pensar y poca costumbre de hacerlo. El lápiz pensó por mí”, detallaba entonces en sus memorias.

Y matizaba, por ejemplo, que tras su liberación de aquellos arenales vivió en 1941 y 1942 en Marsella, donde realizó dos exposiciones, para trasladarse poco después a México, donde fundó en 1945 el Círculo de Bellas Artes de la capital y prosiguió su carrera realizando numerosos carteles y murales, con retratos, paisajes, escenas costumbristas vascas y temas taurinos. La Real Academia de la Historia analiza su estilo como personal y libre. “Presenta al mismo tiempo influencias cubistas y de los grandes maestros del pasado. Destaca su gran dominio del dibujo y una paleta en la que los ocres y tierras alternan con negros y azules, con un gran manejo de la luz”, ponderan.

Blanca Oria ensalzó su figura tanto en la exposición citada como en un documental. “Gerardo Lizarraga realizó películas, pintó incansablemente durante toda su vida y realizó decenas de proyectos creativos. Pero su labor se estrelló una y otra vez y la mayor parte de sus trabajos desaparecieron”.

No obstante, en Iruñea se consiguió reunir 80 dibujos y caricaturas que el artista realizó durante sus años de encierro en Argelès-sur-Mer, Agde y Clermont Ferrand. El artista llegó a definir esta colección de trabajos como “lo más importante de mi producción artística”.

Casi todas las obras que conformaron la exposición fueron conservadas por el propio Lizarraga en México. Sus hijos Xabier y Amaya Lizarraga han preservado estos valiosos trabajos, esta valiosa memoria.

El navarro luchó en el frente republicano contra el franquismo y acabó confinado en campos de concentración

Este socialista de la UGT fue uno de los creadores de Ediciones Antifascistas y se alistó como voluntario en las filas republicanas