- John Carlin (Londres, 1956) visitó hace un par de semanas Bidebarrieta Kulturgunea y se sometió a las preguntas de Dani Álvarez y Mikel Reparaz, periodistas de Radio Euskadi, en las que repasó el intenso momento político dentro y fuera del Estado. Este reputado cronista cree que los indultos a punto de anunciarse son “un salto cualitativo en el intento de reemplazar la confrontación por diálogo y lograr el objetivo del Gobierno central de que Catalunya se quede dentro de España”.

Pasó por Bilbao, y conectó con el público asistente.

-El lugar estaba lleno dentro de las limitaciones en tiempos de covid y lo más grato fue que la gente se reía de mis bromas. Esto es lo más importante. Creo que en el periodismo en general y esta especie de shows siempre hay que intentar entretener a la gente, y así logras que se transmita y se absorba mejor tu mensaje. Procuro escribir así, con un cierto sentido del humor, siempre y cuando por supuesto no esté hablando de terribles tragedias.

A menudo en el periodismo pasa lo contrario.

-Me sale por naturaleza no tomarme en serio, pero tomar mi trabajo y las personas sobre las que escribo muy en serio. En general en el periodismo español se confunde la seriedad con la solemnidad. Creo que uno puede ser perfectamente serio, pero al mismo tiempo introducir en lo que escribe matices entretenidos, chistosos o irónicos. No mantener un tono sombrío, porque la gente se puede llegar a aburrir, y eso es lo peor. Cuando estoy frente al público, o escribiendo, lo que más me aterra es la posibilidad de que la gente pierda la concentración. Recuerdo columnas de opinión de catedráticos que parecían conferencias, una pesadez. No había ningún intento de despertar el interés del lector. Nunca hay que partir de la premisa de que el tema sobre el que escribes es tan interesante que da igual cómo lo escribas. No, hay que hacer un esfuerzo importante para despertar ese interés.

Galeano habló de “revolucionar el lenguaje porque hay discursos que matan por aburrimiento”.

-Lo comparto absolutamente. Tuve que escuchar discursos de tres, cuatro o cinco horas de Fidel Castro, y el esfuerzo más grande era evitar dormirse.

¿Qué señales se llevó de Euskadi?

-Noté un clima político tan, tan diferente comparado con el de Catalunya; me dio la impresión de que la gente está ya cansada de tanto conflicto y quiere seguir adelante, pasar página, tras una especie de agotamiento y alivio. Ahora el País Vasco vive un clima de tranquilidad, o al menos de relativa tranquilidad.

Abramos el foco. Los fondos europeos, los indultos y sus derivadas dan forma a una nueva etapa en la legislatura.

-No sé si el impacto de los fondos será inmediatamente visible, pero esperemos que nos ayude a recuperarnos de este tremendo bajón económico que ha causado el virus.

Detengámonos en los indultos.

-Es un tema muy interesante, sobre el que pienso y opino mucho. Vivo en Barcelona.

Desde hace año y medio.

-Sí, pero antes estuve 6 años en Londres, y antes de eso estuve 12 o 15 en Barcelona, o sea que llevo la mayor parte de las dos últimas décadas viviendo en Barcelona.

¿Y cuál es su posición?

-El tema de los presos catalanes me pareció desde el primer momento una salvajada total, una desproporción absurda, y un sinsentido político absoluto, porque lo que se hizo en esa etapa con Rajoy en el poder fue echar todos los días más leña al fuego del independentismo. No solo me pareció básicamente injusto, sino políticamente estúpido.

Gusten o no ciertas aspiraciones, y otra cosa es que se ignoren o se les dé un escarmiento.

-A los presos, nueve figuras de la política independentista catalana, les impusieron en conjunto casi cien años de prisión. Me pareció cruel y esencialmente vengativo, nada pragmático ni proporcionado. Les condenaron como si hubiera sido un golpe de Estado de verdad. El otro día en Colón los de Vox gritaban golpistas refiriéndose a los presos. Qué golpistas ni nada. El 1-O, que tanta conmoción causó, y tanto enfadó a media España o más, no fue un referéndum. Para mí es un error llamarlo así. Fue teatro político, una especie de manifestación, una forma de presionar al Gobierno central para que se celebrara uno de verdad. Un referéndum que no es vinculante y en el que todo el mundo sabe que solo van a votar los partidarios independentistas no es un referéndum. Y después, la famosa DUI, la Declaración Unilateral de Independencia, fue puro Monty Python. Fue absurdo. Pero en el Gobierno central y en los tribunales reaccionaron como si hubiera sido una declaración de verdad, como si hubiera sido un golpe de Estado de verdad. En un golpe de Estado de verdad, yo los he visto, echas a la policía, ocupas la Delegación del Gobierno, tomas control de todas las radios y televisiones, pones a tu gente armada en las fronteras. Y casi siempre hay un cierto punto de violencia. Aquí nadie tiró ni una piedra. La desproporción entre esta noción golpista y la realidad es tan colosal como la desproporción de las condenas que esta gente recibió.

Jordi Sànchez, uno de los presos, ha escrito que el 1-O fue concebido para forzar una negociación. Esto genera crujidos en el independentismo.

-Sí, porque hay gente dentro del independentismo que se lo creyó, y cuando se anunció la DUI, salió a la calle con banderitas catalanas celebrando la independencia. Algo absolutamente ridículo. Es un mundo de fantasía, Es Alicia en el País de las Maravillas.

El escenario era tan inédito, que no se sabía bien qué podía suceder.

-Si en Escocia a Nicola Sturgeon, la jefa del Partido Nacionalista Escocés, y a sus allegados se les ocurre hacer un referéndum unilateral, le puedo asegurar que en la prensa inglesa, incluso en los periódicos de derecha, la gente se tiraría al suelo de las carcajadas. Simplemente no lo tomarían en serio. Esta sería la reacción correcta de un Gobierno central que aspira a mantener la unión del país, y no a entrar en el conflicto y generar mártires para el independentismo catalán. A nivel moral me parece una barbaridad lo que le han hecho a esta gente metiéndoles en la cárcel, pero lo que más me sorprende es la idiotez total de no pensar en resolver el problema o en tener una solución, la que tú quieres, que es mantener la unión de España, sino generar las condiciones para que ocurra exactamente lo contrario. Me parece de una poca inteligencia política extraordinaria, salvo que aquí lo que hubiese fuese un enorme cinismo y se quisiese provocar esta confrontación, que en este caso no sería estupidez, sino un punto de inteligencia cínico no exactamente digno de muchos aplausos.

Ahora parece que mejorar la imagen de la monarquía pasa por la distensión, dentro de sus obligaciones. -El problema que tiene el rey de España es que tras el discurso del 3-O, en el que en vez de construir puentes cavó trincheras, su autoridad en Catalunya es muy baja. No tiene afecto, ni siquiera entre un grupo importante de catalanes no independentistas, porque vieron que llegado un momento de crisis se volcó con un partido político y una tendencia política y no ejerció su papel como factor de unión en España. Y eso incluye Catalunya. Por ahora.

En su visita a Bilbao habló también del ‘brexit’.

-Me quedé muy tocado cuando llegó el resultado del referéndum y estuve muy indignado durante un par de años, pero ahora me resigno a lo ocurrido, y aparte, yo ya no vivo en Inglaterra, con lo cual, buenas noches y buena suerte, y a ver cómo les va.

También se refirió a Boris Johnson. Y subrayó su inteligencia, capacidad comunicativa y tirón electoral.

-Una de las caricaturas aquí es presentarle como un Trump inglés. Esto es absolutamente falso. Johnson es un tipo muy muy diferente a Trump. Comparte con él un punto de narcisismo, pero cuántos políticos podrían tirar la primera piedra. Pero es una persona tremendamente erudita, que ha publicado varios libros, que escribe envidiablemente bien, y es un tipo muy ocurrente y muy listo. No tiene esa vulgaridad, superficialidad y niñería de Donald Trump. En cuanto a su tirón con los votantes, en el caso de Johnson perdura más en el tiempo. El hecho de que ganase dos veces la alcaldía de Londres tiene mucho mérito político, porque es una ciudad más bien de izquierdas. Y después ganó por una significativa mayoría las elecciones que le llevaron a ser primer ministro. Tiene una conexión con la gente, el tipo es bastante caótico, pero dentro de su caos hay una autenticidad, y esto atrae a un porcentaje muy importante de británicos. Yo no votaría por él nunca, pero fríamente puedo reconocer que el tipo tiene un talento y ante todo la gran virtud de conectar con la gente de una manera mucho más eficaz que cualquier opositor hasta la fecha.

¿Puede Biden generar en Europa una especie de proyección idílica, como pasó con Obama?

-Ha habido una encuesta de un organismo muy reputado en Estados Unidos, hecha entre los 12 países europeos y asiáticos tradicionalmente aliados, y el salto en cuanto a visión positiva de Estados Unidos de Trump a Biden es absolutamente extraordinario. Claro, esto lo ven los políticos europeos y ven que es bueno asociarse con Biden, y salir en la foto con él, porque claramente el público europeo siente un respeto por Biden, que comparado con el desdén que provocaba Trump es muy notable. Y que se puede convertir en votos para los que se hacen la foto como Pedro Sánchez. La relación personal entre los líderes europeos y el presidente de los Estados Unidos va a ser ahora con Biden muchísimo más fluida, de mucho más respeto y confianza, porque saben que ahora están tratando con una persona adulta y responsable. Y no con un niño loco, que es lo que era Donald Trump. Así que se supone que la relación transatlántica va a mejorar mucho, y que Biden va a buscar volver a darle fuerza a la alianza tradicional con Europa Occidental con el propósito también de enfrentarse a los gobiernos autoritarios del mundo, principalmente China.

¿Ve a este país como una futura gran amenaza?

-Creo que podemos hablar de una nueva Guerra Fría. No creo en absoluto que a medio plazo hablemos de un enfrentamiento militar, aunque, quién sabe, si los chinos deciden invadir Taiwan ahí se puede complicar mucho el tema. Pero yo no lo veo tanto como la destrucción del mundo, pero sí veo una amenaza a los valores democráticos. China se está metiendo más y más en la fibra de países africanos y latinoamericanos, y vemos que se está extendiendo una vena autoritaria por muchas partes del mundo, y esto para mí es una amenaza muy seria. La libertad de expresión es un derecho fundamental, y vale mucho la pena defender. Estamos hablando de países en los que esa libertad de expresión simplemente no existe, como China, Rusia y muchos estados que están cayendo bajo la influencia de China. La libertad de expresión es una causa por la que yo estaría dispuesto a ir a la guerra y dar mi vida.

Con su experiencia, tendrá detectado cuándo un país se sitúa en un círculo vicioso.

-La libertad de expresión es para mí el principal barómetro. En este momento me estoy fijando mucho en un país en el que viví y he conocido muy bien, que es Nicaragua, donde está empezando una ola de represión terrible contra aquellos que se oponen al régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. Ahí tenemos en vivo y directo un país en el que se está claramente estrangulando la democracia, ya bastante carente de oxígeno, y ese círculo vicioso puede acabar muy muy mal. En mucha violencia o quizá en guerra civil, si se descuidan.

¿En qué otros elementos se fija?

-Otro barómetro de cómo van las cosas es el tema de la corrupción y la impunidad con la que la gente en el poder puede enriquecerse. En el caso de Sudáfrica esto ha sido tristemente visible en los últimos 15 años. Ahora hay un intento de frenarlo, pero ya es casi demasiado tarde y el aparato del Estado es tan corrupto que es casi imposible hacer una limpieza necesaria. Afortunadamente lo que sí hay es absoluta libertad de expresión. El tercer factor es el sistema de justicia, hasta qué punto está subordinado al régimen en el poder y hasta qué punto es realmente imparcial. Afortunadamente en Sudáfrica el sistema mantiene una loable imparcialidad, pero en Nicaragua y en muchos países latinoamericanos no. El gran drama de estos países, que están pasando una época muy difícil ahora, es lo moralmente corruptos que son los sistemas de justicia.

¿Cómo se le recuerda a Nelson Mandela en Sudáfrica y cómo le recuerda usted?

-La enorme mayoría de la gente lo recuerda con veneración y gratitud. Hay ciertos grupos radicales que dicen que Mandela fracasó, que debería haber hecho pagar a los blancos un precio más alto. Yo no estoy de acuerdo. Dentro de la realidad política que vivía él hizo todo lo que se podía hacer. Personalmente lo recuerdo como una persona de una enorme integridad, una coherencia casi total entre su mensaje público, que era básicamente de respeto para todos, y su comportamiento en privado lejos de las cámaras, siempre respetuoso con todo el mundo, independientemente de su estatus social, o su riqueza o nivel educativo. Ese para mí es el gran ejemplo de Mandela que todos deberíamos intentar imitar.

Al final, como bien apuntó en su libro, está el factor humano.

-Sí, es determinante. La gente conecta con el factor humano, no con fenómenos abstractos. Yo nunca he compartido esta idea marxista de que la política y los destinos de los países se definen por cuestiones puramente económicas. Le doy muchísimo peso a los líderes que emergen por las circunstancias que sean en determinados países y momentos. Por ejemplo, en el caso que conozco tan bien de Sudáfrica, el factor absolutamente determinante, imprescindible, fue Mandela. Sin este ser humano que estaba ahí en ese momento indicado, Sudáfrica podía haber acabado en una guerra civil racial espantosa. Y hay paz, hay problemas, pero hay paz.

“Me da la impresión de que la gente en el País Vasco está cansada de tanto conflicto y quiere pasar página”

“La pena a los presos catalanes me pareció cruel y esencialmente vengativa, nada proporcionada”

“El 1-O, que tanta conmoción causó, fue teatro político, una forma de presionar para que se celebrara uno de verdad”

“La DUI fue puro Monty Python, pero el Gobierno y los tribunales reaccionaron como si hubiera un golpe”

“Me quedé muy tocado cuando llegó el ‘brexit’ y estuve muy indignado, pero ahora me resigno”

“Recuerdo a Mandela como alguien de enorme integridad y coherencia, respetuoso con todo el mundo”