"Vivir a la madrileña". El latiguillo que acompaña al manido eslogan de libertad que despliega Isabel Díaz Ayuso destila un sucedáneo de soberanía que bien podría equiparar a Madrid con Catalunya. De hecho, no son pocas las semejanzas entre los acontecimientos en la capital del Estado español y varios de los episodios ocurridos durante el procés. Desde luego, si durante años se han censurado las políticas del Govern por causar, según acuñó de forma arbitraria Pedro Sánchez, "un problema de convivencia"; el 4-M ha redoblado una atmósfera general de crispación donde todas las formaciones se disputan mucho más que el Parlamento de la Comunidad. Para más inri, estos comicios y la parálisis institucional en la Generalitat inciden en el guion de legislatura pergeñado en Moncloa.

Las similitudes viajan en puente aéreo. Ayuso optó por adelantar la cita con las urnas por interés partidista, algo parecido a la decisión en 2012 de Artur Mas cuando Mariano Rajoy cerró la puerta a un Concierto Económico para Catalunya y el convergente se fijó como objetivo una mayoría absoluta de 68 escaños, y perdió 12 en lugar de sumar los seis que le faltaban, pasando a depender de Esquerra. Quién sabe si a la lideresa del PP le puede ocurrir lo mismo con Vox. Ayuso se presenta con un lema aparatoso como Socialismo -y comunismo- o libertad, mientras el president usó aquel cartel donde parecía guiar al pueblo con los brazos abiertos.

La presidenta madrileña ha colocado las elecciones entre semana, un martes, algo que ya pasó en tierras catalanas con las del 155, que se celebraron un jueves 21 de diciembre de 2017. Además, en esta convocatoria, como en la del pasado 14 de febrero, se ha producido un cambio de sillas, con ministros engrosando listas: si en las últimas autonómicas catalanas el titular de Sanidad, Salvador Illa, lideró la plancha del PSC, ahora es el ya exvicepresidente Pablo Iglesias quien encabeza la de Unidas Podemos emulando la jugada. Asimismo, la relación entre los socios de gobierno en un territorio y otro no anda desencaminada: por un lado, Quim Torra tuvo que disolver la Cámara ante el quebranto de la confianza entre ERC y Junts que, de momento, impide enhebrar un nuevo Ejecutivo independentista; por otro, el PP de Ayuso y C's, con Ignacio Aguado como su número dos y a tortas casi desde su designación y durante toda la pandemia, terminaron echándose los tratos a la cabeza. Lo admitió la propia candidata del PP a la reelección: "Me da igual que Aguado esté indignado. Más indignada estoy yo. Nos hemos llevado mal siempre, lo sabe todo el mundo". Torra también admitió que apenas se había comunicado con Pere Aragonès.

Sin entrar en comparaciones, si el secesionismo usa como argumento la "judicialización de la política"; el 4-M también ha llegado a los juzgados: el Tribunal Superior de Madrid intervino para certificar que era suficiente con la firma del decreto para que la convocatoria fuera válida, antes de que se publicase en el Boletín Oficial. Ayer mismo la Justicia expulsó de la lista del PP al tránsfuga Toni Cantó, procedente de un Ciudadanos que, después de volatilizarse en el feudo catalán -cedió 30 escaños-, va camino de hacerlo en Madrid perdiendo sus 26, según las encuestas.

La pulsión se vive en la calle. Tras las manifestaciones en suelo catalán por el procés, Madrid se ha mimetizado bajo la polarización entre la ultraderecha y las concentraciones antifascistas que han dado lugar a disturbios como los de Vallecas en un mitin de Vox. Santiago Abascal no perdió ocasión de poner en el punto de mira a Pedro Sánchez y al ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska. También entre los Ejecutivos acaban a diario a tortas dialécticas, en este caso por la gestión de la pandemia. En medio de un viaje institucional por África, el presidente español ha dudado de los datos de contagios ofrecidos por la Comunidad y Ayuso le echa en cara que "el ladrón se cree que todos son de su condición". La lideresa ha planteado la campaña clamando por la "libertad" y a ella se agarra para haber mantenido la actividad abierta en la Comunidad a lo largo de la crisis sanitaria a diferencia de la mayoría de autonomías. Lo vincula un "modo de vida de Madrid" que alcanza otros temas como la educación, la fiscalidad o la colaboración público-privada. Solo Ángel Gabilondo, apodado "el soso" hasta por el presidente español, se desmarca de la agitación y la lucha ideológica para "resolver los problemas reales".

El voto joven y de los barrios es, por su parte, el objetivo que persiguen las dos fuerzas netamente de izquierdas. Más Madrid, muy presente en redes sociales; Unidas Podemos, con el as de Pablo Iglesias para rebasar la barrera del 5% de voto que permite representación, buscando el foco mediante la confrontación directa con Ayuso ante el riesgo de que gobierne con Vox. Y la extrema derecha recurriendo a la "okupación" o "qué hacer con la inmigración ilegal" en lugares de voto tradicional de izquierda.

A reto limpio. "Nos vemos en las urnas", espetó Ayuso, que inunda sus discursos de alusiones a ETA, el acercamiento de presos para "mejorar las condiciones de vida de terroristas" y "el "amparo a los golpistas", al margen de las citas "bolivarianas" de rigor. Su líder, Pablo Casado, incluso se ha remontado a De Juana Chaos. Sánchez aceptó el órdago en la campaña más bronca que se recuerda y que ni ha arrancado con carácter oficial. Hasta pendiente de un Govern, Catalunya ha pasado a un segundo plano.

"Se dirimen dos formas de entender la vida y hacerlo a la madrileña es el reflejo de toda España"

Presidenta de la Comunidad de Madrid

"La libertad hoy es vacunar, vacunar y vacunar, no enredar y sembrar la zozobra"

Presidente del Gobierno español