n dato numérico es bueno o malo. Depende. El tanto por ciento al que hago referencia arriba podría ser estupendo si cifrara, por ejemplo, la tasa de personas ya inmunizadas frente al covid. Pero lo cierto es que no es así, que nos falta bastante y que se retrasará más porque vamos a recibir menos vacunas de las que nos corresponden. Decidido por el Gobierno español, nos mandarán menos porque así lo quieren en Madrid.

La vacunación organizada por nuestro Gobierno ya se está realizando con éxito; las residencias podrán ser próximamente lugares seguros para las personas mayores vulnerables. Ahí tenemos, pues, un motivo que nos permite valorar positivamente la planificación hecha por el Gobierno Vasco. Pero el problema es que, nuevamente, fallarán las sesudas planificaciones vascas por decisiones injustas y tomadas fuera de aquí, como ésta de las vacunas.

La cuestión ahora es por qué y cómo se nos va a resarcir de esa menor cantidad de dosis o, lo que es lo mismo, menos personas inmunizadas. A partir de ahí la siguiente pregunta es cuándo y cómo se nos dará lo que es nuestro, por lo que exigirlo y actuar en consecuencia es prioritario.

El equipo del lehendakari Urkullu lo planificó de tal manera que se pudieran asegurar las dosis necesarias para inmunizar correctamente a la población en previsión de complicaciones. Y el tiempo le ha dado la razón: ante las últimas circunstancias de minorización de la producción o los retrasos por los temporales de nieve que hemos tenido, muy al contrario que en otros lugares, hoy en territorio vasco se puede continuar con las inoculaciones. Es decir, gestionan no al tuntún y porque sí, sino de acuerdo a unos criterios técnicos y por determinados planteamientos políticos que son priorizar a las personas. Como debe ser.

Este lío se veía venir cuando algunas comunidades autónomas se lanzaron a una carrera por ver quién vacunaba más -lo que no significa necesariamente mejor-. Demagogia pura para luego fastidiarnos al resto. Y encima tenemos que aguantar que el Gobierno de Sánchez en boca de su ministro, y bien calculado candidato a las elecciones catalanas, justifique esa injusta decisión que favorece los comportamientos menos serios.

El delegado español en la CAV, Denis Itxaso, arremetió y acusó a nuestro Gobierno de atesorar las vacunas. Parece que esa gente piensa que organizarlo bien es lo peor que se puede hacer. Están en juego la inmunización y la salud de la población, por lo que destilar ese tipo de acusaciones es de gran bajeza en un momento especialmente sensible.

Todo esto puede llevarnos a pensar que en España vale más la trampa que planificar seriamente. No entiendo por qué se prima la mala gestión, la picaresca de lo gasto y ya me salvarán, tal como han hecho ahora y antes. ¿Cómo creer que se pueda llegar a acuerdos con gente así? Y todavía más grave, ¿cómo creer que vayan a respetarlos?

Se lo están haciendo al lehendakari Urkullu, se lo han hecho a los anteriores y, lamentablemente, parece que será siempre así. Empezando por el Estatuto del 79, después de la dictadura podemos recordar tantos acuerdos incumplidos que da vergüenza, pero también antes. Es interesante no perder la perspectiva histórica. Al lehendakari Agirre también le engañaron firmando acuerdos y compromisos que jamás cumplieron. Jon y Anne Marie Recondo nos ofrecen datos al respecto en su interesante libro A los 75 años de Gernika.

Lo único que nos salvaría de todo esto es la independencia que, aun con todas sus dificultades, pondría el centro de decisión aquí. Mientras tanto, toca seguir con la vacunación con criterios serios, pensados solamente para el bien de la ciudadanía. Nuestra dignidad nos obliga a denunciar y penalizar aquellos comportamientos deshonestos de vacunaciones no justificadas.