- El Gobierno Vasco mira por el retrovisor y aún resopla por haber salvado a tiempo la curva vertiginosa de las elecciones autonómicas en plena pandemia del coronavirus. El pasado miércoles se cumplió un mes desde las elecciones del 12 de julio, una cita que se quiso celebrar lo antes posible en previsión de que esperar hasta septiembre u octubre fuera una temeridad, por el riesgo de que hubiera una segunda ola del virus que impidiera celebrar la votación con unas mínimas garantías.

La ola ha llegado antes de lo previsto, y mañana se va a recuperar la declaración de emergencia sanitaria, que hubiera situado en un atolladero la convocatoria de las elecciones si se hubiera aplazado más allá del 12 de julio porque es cuestionable que pudieran celebrarse con ella en vigor.

El Gobierno Vasco se vería obligado a buscar una solución a contrarreloj, con la espada de Damocles del 25 de octubre como límite legal para estirar la legislatura, y en un horizonte muy incierto no solo por el verano caliente del virus, sino porque en otoño se calculó también en su momento que la bajada de las temperaturas y la combinación de la gripe estacional con el coronavirus podrían ser un cóctel explosivo.

Euskadi y Galicia se encontraban en la misma situación, y tenían informes sanitarios y jurídicos similares que aconsejaban una cita cuanto antes. En el caso gallego, a Alberto Núñez Feijóo ya lo alertaron de que el virus, más allá de los rebrotes aislados que se esperaban, podía repuntar y adelantarse al verano con el aumento de la movilidad y los desplazamientos por vacaciones, como así ha resultado ser. Por ello, tanto Urkullu como Feijóo optaron por el 12 de julio en lugar de esperar a los dos últimos domingos del mes.

En el caso de Catalunya, la legislatura tiene por delante más de un año, pero el president Quim Torra estudiaba un adelanto electoral en el mes de octubre, en torno a fechas simbólicas como el aniversario del referéndum del 1-O, pero finalmente ha enfriado esta posibilidad hasta que se estabilice la pandemia. En el caso vasco, las elecciones se celebraron con la eclosión del brote en Ordizia como única distorsión y, aun así, en las horas anteriores a la cita se generó un intenso debate político con EH Bildu cuestionando los comicios, mientras el Gobierno Vasco defendía la existencia de garantías (en toda la comunidad, se guardaron las distancias en los colegios, los miembros de la mesa llevaron guantes y mascarillas, y se recomendó fijar una franja horaria para que los contactos de los positivos en Ordizia fueran a votar). Las elecciones se saldaron con una abstención del 49,22% que podría haber sido mayor en el escenario actual. Galicia lidió con los casos en A Mariña.

El Gobierno Vasco tuvo sobre la mesa la patata caliente de las elecciones desde principios de año. Tras fijar las elecciones para el 5 de abril, finalmente la irrupción de la pandemia obligó a posponerlas sin fecha, pero con el límite legal del 25 de octubre. Los informes que recibió el Ejecutivo vasco alertaban de un peligro alto en octubre, y tampoco ponían la mano en el fuego por septiembre. Nadie contaba con una bola de cristal que anticipara a ciencia cierta lo que podría suceder en otoño, pero los indicios eran poco optimistas y se ha demostrado también que, a medida que se pierde el recuerdo del confinamiento, aumenta la laxitud y la relajación en determinados comportamientos en la calle.

En el caso de que no se hubieran celebrado las elecciones el 12 de julio, Euskadi podría encontrarse en dos situaciones en la actualidad. Por un lado, podría suceder que se hubiera fijado una fecha para las elecciones en septiembre, en cuyo caso los partidos podrían verse abocados a cancelarlas. El criterio todo este tiempo ha sido no celebrarlas con una declaración de emergencia en vigor, y la actual se desconoce cuánto puede extenderse. Incluso obviando la declaración de emergencia, en el caso de haber elecciones en septiembre, la campaña se vería rodeada de condicionantes.

Ya los tuvo en julio, a medio gas, sin mítines multitudinarios. La jornada de votación también hubiera supuesto un quebradero de cabeza mayor, y hubiera añadido un riesgo que el 12-J lo encarnaba únicamente Ordizia. Ahora, con más focos activos, se podría magnificar el debate sobre las garantías para la participación política para aquellos que se hubieran quedado sin margen para ejercer el voto por correo y hubieran tenido que quedarse en casa aislados.

Por otro lado, podría haber sucedido que la fecha de las elecciones hubiera quedado abierta. Teniendo en cuenta que deben convocarse con 54 días de antelación, el plazo para llamar a las urnas terminaría el 1 de septiembre para celebrar los comicios en el último domingo posible: el 25 de octubre. Es el límite legal porque la legislatura solo puede extenderse hasta cuatro años y un mes después de las elecciones autonómicas previas, las de 2016, que tuvieron lugar a finales de septiembre. El 1 de septiembre dejaría muy poco margen para que la declaración de emergencia sanitaria se desactivara a tiempo.

Iñigo Urkullu desveló en una intervención parlamentaria que Elkarrekin Podemos dejó caer la opción de aguantar hasta primavera de 2021, aunque la coalición de izquierdas lo negó. Se hubiera generado una situación endiablada: si se hubiera llegado a otoño sin garantías para celebrar los comicios, hubiera sido inviable llevar a cabo la votación y probablemente la situación se hubiera prolongado durante todo el invierno, pero no hay percha legal para alargar la legislatura más allá de lo previsto. Además, se prorrogaría la situación de anormalidad democrática, de un Ejecutivo vasco gobernando sin el Parlamento, disuelto desde febrero, desde la convocatoria de las aplazadas elecciones de abril. La Diputación Permanente solo tiene funciones limitadas.

Incluso aunque no hubiera declaración de emergencia, apostar por otoño hubiera entrañado un riesgo importante. Se está especulando con que el uso de la mascarilla reduzca el riesgo de contagiar la gripe común y que, por lo tanto, otoño podría no ser tan explosivo como se prevé, pero las previsiones no son halagüeñas y la decisión habría que tomarla a contrarreloj, el 1 de septiembre a más tardar si aún no hubiera fecha electoral. El lehendakari defendió que “según las hipótesis que manejan las autoridades sanitarias, el riesgo de contagio puede estar en sus tasas más bajas en el mes de julio; por el contrario, el inicio de otoño podría coincidir con un rebrote de la epidemia, y en ningún caso contaremos con una vacuna”.

iñigo urkulluEvitar el rebrote en otoño.

Los informes sanitarios aconsejaron al Gobierno Vasco convocar en julio porque el contagio se encontraría “en sus niveles más bajos”. En otoño se esperaba un rebrote fuerte, para el que no habría todavía una vacuna “en ningún caso”, según explicó el Gobierno Vasco antes de la convocatoria.

alberto núñez feijóoEn línea con Urkullu.

El presidente gallego optó por el 12 de julio, la misma fecha que en la comunidad autónoma. Sus informes alertaban ya incluso de un brote intenso en verano por la mayor movilidad y las vacaciones. Por ello, Urkullu y Feijóo optaron por uno de los primeros domingos de julio, sin dejarlo para los últimos.

quim torra

Evita las elecciones en el aniversario del 1 de octubre. El president veía con buenos ojos convocar un adelanto electoral en Catalunya haciéndolo coincidir con fechas simbólicas como el aniversario del referéndum de independencia del 1 de octubre, pero ha decidido dejar correr los plazos sin hacerlo hasta que se estabilice la pandemia.