squerra gana las encuestas y Carles Puigdemont las elecciones. Sucedió el 21-D cuando JxCat lideró el soberanismo y también en los comicios europeos, donde el president en el exilio derrotó directamente a Oriol Junqueras. En plena implosión del espacio que en su día ocupó Convergència, el exjefe del Govern se lanza desde hoy a por el más difícil todavía al mando de Junts, marca refundada que prácticamente hiere de muerte a su predecesora, el PDeCAT, y que se erige en guardián de las esencias independentistas desde un polo nacionalista que siempre se consideró de centroderecha. De la deflagración de aquella CiU del defenestrado y ya no tan honorable Jordi Pujol han surgido un buen puñado de formaciones que, por separado, solo pueden erosionar el respaldo soberanista aunque todo apunta que serán engullidas por el habitante más afamado de Waterloo. A Junts per Catalunya y el PDeCAT se le han unido el Partit Nacionalista de Catalunya de Marta Pascal, que en su día abanderó el espacio posconvergente; Units per Avançar, la heredera de la Unió de Duran i Lleida que se ha venido cobijando junto al PSC; Lliga Democràtica, Lliures, Convergents… Una sopa de letras eclipsada por el carisma de Puigdemont, enfrascado en retomar la sintonía con su exvicepresident y en explicarse, precisamente, en M’explico, de la investidura a l’exili (La Campana), su último libro, recién salido de imprenta.

De un lado, quienes apuestan por la ruptura y la estrategia unilateral, sector mayoritario; de otro, los entregados al nacionalismo moderado y practicantes de la observancia de las leyes. El divorcio era un secreto a voces en tanto que nunca estuvo claro quién debía ser el director de orquesta. Puigdemont y la primera coordinadora del PDeCAT chocaron desde la elaboración de las listas en 2017 hasta con la política de alianzas, tensionando un entorno en el que JxCat, con independientes como Quim Torra o Laura Borrás, siempre le ha ganado la mano pese a carecer de estructura de partido y la contraprogramación de los mensajes, hasta el extremo de que Pascal ha acabado fundando el PNC con el ansia de emular las formas y el fondo del PNV, reconocido por ella misma; mientras que el expresident, cuyo distanciamiento de los jeltzales es plausible, creó la Crida Nacional, que se transformará en fundación.

En esta disyuntiva, el PDeCAT escenificó ayer mismo su brecha con una carta a la militancia en la que advierte de que aún no hay acuerdo para confluir con el partido de Puigdemont y prepara a las bases para una posible escisión. “A día de hoy, pese a los esfuerzos ingentes por parte del PDeCAT, la voluntad como partido de transitar hacia Junts per Catalunya no ha sido posible ya que el nuevo instrumento que se constituye mañana -por hoy- ha hecho un llamamiento a sumar personas a título individual y en cambio no garantiza que el Partit Demòcrata y lo que representamos esté ahí”, recalca la misiva dirigida por su presidente, David Bonvehí. Si bien expresa todo su “respeto” hacia el nuevo partido, también lo solicita para el PDeCAT, cuyo consejo nacional se reunirá el 30 de julio para analizar el escenario de posible ruptura.

Quien estuvo al frente de la Generalitat ve inevitable la confrontación con el Estado mediante una desobediencia pacífica, algo que el PDeCAT cree superado, abogando por el diálogo para diferenciarse de la CUP y temiendo que ERC le venza el pulso con la bandera del pragmatismo incluso en Madrid. Los cuadros tradicionales del PDeCAT consideran que el impulso de los independientes en sus planchas ha escorado ideológicamente al partido hacia la izquierda, mientras que los fieles al precursor del 1-O estiman que es la orientación vigente en Catalunya, donde impera el talante progresista y transversal. De hecho, el lema de la Crida reza así: “No existen ideologías, existen personas”. Fue la baza con la que Puigdemont dio el golpe en las urnas en pleno procés amasando cantidad de votos del espectro cupero antisistema. Teorema que promueve también dentro del Consell per la República, una especie de Govern paralelo en el exterior. Entre sus propósitos, alejarse de lo que evoque a la Convergència del 3% y de la manera conservadora de hacer política.

Puigdemont huye además de toda alianza con el bloque del 155, mientras que el PDeCAT gobierna la Diputación de Barcelona con el PSC. Desilusionado con el proceder de Pedro Sánchez y, sobre todo, con Podemos y Pablo Iglesias, al no ver cristalizada la promesa de resolver el problema territorial; el expresident no cree en facilitar la gobernabilidad en España, aun a riesgo de que el PP gobierne con Vox. A su vez, en Europa trató de integrarse en el grupo Verde, mientras que el PDeCAT ha estado más cómoda con los liberales de centro (ALDE).

Con estas divergencias, Junts, que recuperará el color verde turquesa que impregnó las siglas de la coalición Junts pel Sí, encarrila su constitución como partido con un congreso que se prolongará hasta el 3 de octubre y deberá elaborar la ponencia organizativa que detalle las condiciones de adhesión, y hasta entonces no se vetará a aquellos inscritos que mantengan el carnet del PDeCAT o de otra fuerza. Eso sí, este partido no permite la doble militancia y debe resolver si expedienta a los que salten a Junts. El 3-O no es casual: tras el referéndum, fue el día en que Felipe VI ofreció su discurso “golpista”, según Puigdemont, y puede indicar que Torra, pendiente de resolverse su inhabilitación el próximo 17 de septiembre, no fije las elecciones hasta esas fechas.

A Puigdemont le arropan los políticos soberanistas encarcelados de sus filas: Jordi Sànchez y los exconsellers Jordi Turull, Josep Rull y Joaquim Forn, que avalan la gestación del nuevo partido y entienden que el PDeCAT debería debatir sobre su disolución, algo que su dirección rechazó. Por su parte, la corriente que agrupa a Pascal e históricos del CDC como Carles Campuzano y Jordi Xuclà, que inicialmente se conoció como el grupo del Poblet, ha terminado formando el citado PNC bajo las coordenadas del soberanismo posibilista para “recoser la agrietada unidad civil del pueblo catalán”. Bonvehí ha mantenido los puentes con este nuevo actor ante la posibilidad cierta de una ruptura interna del PDeCAT que le lleve a pactos con el PNC. Pero con quien más opciones tienen de coaligarse y concurrir conjuntamente los de Pascal es con Units per Avançar, que capitanea el exconseller de Interior Ramon Espadaler, proveniente de la democristiana Unió, liquidada en 2016 con 22 millones de euros de deuda. Units llega de forjar matrimonio de conveniencia con el PSC, con quien fue en coalición a las autonómicas de 2017 y en varios municipios, como Barcelona. Es más, gracias al pacto entre Barcelona en Comú y los socialistas, Units ostenta la tenencia de alcaldía de seguridad en la figura de otro viejo rostro de UDC: Albert Batlle, quien pretende aglutinar al espectro del catalanismo no independentista liberal para batirse sin complejos con Puigdemont.

Al posible pacto entre PNC y Units se podrían sumar satélites como Lliures, la Lliga o Convergents, del exconseller e imputado por el 3% Germà Gordó, que se alinean en unas coordenadas similares, y se presentaran juntos a las elecciones al Parlament reivindicando el Concierto fiscal para Catalunya. Además, interpelan a Units, PNC y los moderados del PDeCAT para crear “una alternativa de centro amplio, que incluya a catalanistas y soberanistas”. Lliures, marca del exdiputado de Convergència Antoni Fernández Teixidó, dio apoyo a la candidatura de Manuel Valls y Ciudadanos, Barcelona pel Canvi. Convergents, fundado por los exmilitantes de CDC que se agrupan alrededor de Gordó, sacó 21 concejales en las municipales gracias a pactos con fuerzas locales. La Lliga Democràtica fue impulsada por sectores que podían abarcar desde ideas defendidas por la Convergència de Pujol hasta el PP de Josep Piqué y la Societat Civil.

Las predicciones sonríen sin embargo a Puigdemont, quien por otro lado elude pronunciarse en todo momento sobre Artur Mas, de quien se especuló con su posible vuelta para concentrar de nuevo todo el mundo convergente una vez finiquitada su inhabilitación por la consulta del 9-N. En pocas semanas Junts ha pasado de encontrarse a 14 escaños de ERC a acercarse a solo cinco actas, según la última encuesta de El Periódico de Catalunya, que dejaba el pulso en un 35-30 con tiempo por delante para que el expresident dé otro volantazo en un escenario de mayoría absoluta independentista. La periodista y exdirectora de TV3 Mònica Terribas, el conseller de Polítiques Digitals, Jordi Puigneró, o bien el empresario y presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona, Joan Canadell, son los mejor posicionados para ser el número dos de Puigdemont, dispuesto a dar otra patada al tablero.

El PDeCAT escenificó ayer su brecha con Puigdemont con una carta a la militancia en donde prepara a las bases para una probable escisión

Pascal, que coordinó la transición tras desaparecer CDC, nunca sintonizó con Puigdemont y ha creado el PNC para asemejarse al PNV

Units, heredera de Unió, forjó un pacto con el PSC; y otros satélites como Lliures, Lliga y Convergents combatirán en coalición la vía rupturista

El expresident recorta las distancias en las encuestas y podría arruinar nuevamente las expectativas de ERC en unas elecciones por convocar