a pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 ha roto todas las previsiones de futuro de estados, gobiernos y ciudadanía, y a los retos que ya estaban presentes, más o menos cerca en el horizonte, se suma ahora el del impulso necesario para volver a poner en marcha la economía y no dejar a nadie atrás. El gobierno del lehendakari Urkullu deberá adaptar su estrategia a una nueva coyuntura en la que la única certidumbre es, paradójicamente, que nada es seguro y que el mundo puede cambiar de un día para otro. Son varios los retos, derivados de la pandemia pero también preexistentes, que es necesario abordar en los próximos cuatro años.

La epidemia mundial ha dejado muy tocados en Euskadi a diversos sectores como el comercio, la hostelería, el turismo, la cultura o los autónomos en general, que precisan de intervenciones urgentes para recuperar el pulso y poder sobrevivir a la crisis antes de encarar los retos que tenían ante sí ya antes del coronavirus. Será necesaria una desfibrilación económica que precisará a su vez de financiación suficiente, y de una interlocución fluida entre las instituciones para armonizar medidas fiscales, planes municipales y políticas de estímulo de carácter autonómico. Por otro lado, al igual que ocurre con estos sectores económicos, existen colectivos sociales y personas que han quedado especialmente expuestos a la precariedad a raíz de la pandemia y que, primero, han de ser detectados, y después, atendidos.

El mundo debe adaptarse a lo que se ha venido a llamar la nueva normalidad y en Euskadi el Gobierno Vasco, junto con los ayuntamientos, será un actor indispensable para facilitar las cosas a la ciudadanía. La epidemia ha puesto en cuestión aspectos de nuestra vida diaria como la asistencia a conciertos o eventos deportivos, la movilidad pública y las relaciones sociales en general. El Ejecutivo de Iñigo Urkullu deberá responder a las nuevas demandas y necesidades de control de aforos, de suministro de materiales sanitarios o de seguridad ciudadana que vayan surgiendo en función de la evolución de la pandemia.

Uno de los principales objetivos de la pasada legislatura para el Gobierno Vasco fue el de reducir el desempleo por debajo del 10%, como el paso más importante para la definitiva salida de la crisis de hace una década. Llegó la pandemia cuando se había alcanzado el objetivo, y ahora la amenaza de la destrucción de empleo se cierne de nuevo sobre los tres territorios vascos. El estímulo a la creación de puestos de trabajo ha de estar orientado a un mercado que demanda nuevos perfiles laborales, que va prescindir de muchos otros, un mercado cambiante e incierto, pero del que se va intuyendo su rumbo. El empleo verde, el sector de la dependencia y las nuevas tecnologías son áreas de trabajo en las que incidir mediante la recuperación del talento emigrado o la facilitación de la transición digital en las empresas. Tras la epidemia del coronavirus el teletrabajo ha dejado de ser un tabú y para muchas empresas su implantación, ha ido, por fuerza, mucho más allá de las experiencias piloto. Por otro lado, sigue pendiente la erradicación de la precariedad en el empleo femenino y joven, uno de los males crónicos del mercado de trabajo.

El coronavirus ha desnudado la ya antes evidente necesidad de invertir en el cuidado de la personas dependientes, una materia cuyo mayor peso recae en otras instituciones pero en la que el Gobierno Vasco también puede aportar. Además, está pendiente la reforma de la RGI y de Lanbide, que deberá adaptarse a las consecuencias económicas del coronavirus y tener en cuenta la implantación del ingreso mínimo vital, además de atender a necesidades previas como las de las familias monoparentales, las viudas, los inmigrantes en situación precaria o la infancia más vulnerable.

Unas evaluaciones externas mejorables, un mundo cambiante que exige nuevas destrezas y deja otras obsoletas, y las nuevas tecnologías como instrumento de trabajo hacen preciso incidir más que nunca en uno de los deberes más inexcusables en una sociedad, procurar una educación apropiada y adaptada al mundo en el que van a vivir sus nuevas generaciones. Por otro lado, el euskera se enfrenta al desafío de sobrevivir en un mundo globalizado, y en un momento en el que la lengua vasca la entienden más personas que nunca en Euskadi, el reto pasa por potenciar su uso en el día a día, en la calle, pero también en el trabajo, en los medios de comunicación o en los ámbitos científicos y, por supuesto, literarios.

La industria 4.0 está en pleno periodo de gestación y Euskadi debe adaptarse para cuando definitivamente se implante una nueva forma de producir bienes y servicios en la que la inteligencia artificial marcará las pautas y que exigirá nuevos valores añadidos de las personas. La geopolítica, por su parte, obligará a las empresas vascas a buscar nuevos mercados para la exportación y ahora, además, toca reflexionar sobre la producción propia de bienes estratégicos para hacer frente a situaciones que, no por inesperadas, son menos probables.

Ligada a esa reconversión industrial está la inevitable e imprescindible transición ecológica que, en el ámbito de la industria, afecta especialmente al sector de la automoción, motor de la economía sobre todo en Álava. Además, queda pendiente de la legislatura anterior la aprobación de leyes como la de Protección de la Naturaleza, la de Cambio Climático o la de Administración Ambiental.

La pandemia ha obligado a Euskadi a multiplicar su dotación de camas de UCI en unas pocas semanas, ha puesto de manifiesto el papel de la Atención Primaria más allá de sus tradicionales cometidos, ha dejado en evidencia la necesidad de contar con reservas de material sanitario y, sobre todo, ha demostrado la importancia de contar con un personal sanitario implicado y bien formado, dotado y protegido. Esa es la lección que deja el coronavirus de cara al futuro inmediato para una Sanidad vasca que además tiene que seguir atendiendo al creciente colectivo de pacientes crónicos u oncológicos. Además, dado que el SARS-CoV-2 sigue en la calle, el Gobierno Vasco deberá estar ágil para responder ante eventuales rebrotes, prevenir contagios intrahospitalarios, y seguir practicando pruebas de detección del covid-19.

Tras una legislatura en la que PNV y EH Bildu pactaron unas bases para un nuevo estatus que finalmente no se votaron en pleno por la voluntad del lehendakari de ampliar el consenso, y unos trabajos posteriores llamados a incorporar al acuerdo al PSE y Elkarrekin Podemos, Urkullu se enfrenta a la tarea de buscar un punto de encuentro entre diferentes sensibilidades nacionales que hoy por hoy parece lejano en el horizonte. El precedente de Catalunya, las reservas de Elkarrekin Podemos ante el nacionalismo, el rechazo socialista a la interpretación de la Constitución que alumbró las bases pactadas entre PNV y EH Bildu, y el malestar de los soberanistas con los jeltzales marcan el contexto de la tarea que tienen por delante el Parlamento y el Gobierno vascos. De forma paralela, sigue pendiente el traspaso de las materias pendientes del Estatuto de Gernika, un proceso con el que se comprometió el presidente español, Pedro Sánchez.

Una década después del fin de la violencia en Euskadi, con ETA disuelta, quedan pendientes de resolver cuestiones como la de los asesinatos sin resolver o la dispersión de los presos, además de consolidar una política de memoria lo más consensuada posible, tras los obstáculos y disensos de la pasada legislatura en torno, por ejemplo, a los contenidos educativos sobre la historia del terrorismo. Sin embargo, ante estas cuestiones relacionadas con el pasado reciente surgen retos de presente y de futuro como el combate a la xenofobia y la homofobia o el reconocimiento y protección a colectivos como el trans, tradicionalmente invisibilizados y estigmatizados. El Gobierno Vasco deberá además gestionar la convivencia interreligiosa y el drama de las migraciones forzadas, combatir la trata de seres humanos y procurar una igualdad efectiva entre hombres y mujeres, materia pendiente de la aprobación de una ley que sustituya a la actual, desfasada tras quince años de vigencia.

Es necesaria una desfibrilación económica que precisará de financiación y de una interlocución fluida entre las instituciones

Toca reflexionar sobre la producción propia de bienes estratégicos para hacer frente a situaciones inesperadas

El nuevo Gobierno tiene la tarea de buscar un punto de encuentro entre diferentes sensibilidades nacionales que hoy parece lejano