- Jesús González Mateos es una firma muy conocida en el Grupo Noticias. Experto conocedor de la actualidad política europea, su origen gallego y su capacidad de análisis le convierten en un perfecto interlocutor para adentrarse en la sociología política de Galicia.

¿Cuál es su impresión sobre Alberto Núñez Feijóo? ¿Por qué su oposición no termina de carburar?

-Alberto Núñez Feijóo es un gestor, su vida política empezó en Madrid, fue el último director general del viejo Insalud y después fue director general de Correos. Tiene un perfil de persona moderada de centroderecha, pero sobre todo con capacidad de gestión. Es lo que vende. Su propia llegada a la presidencia de la Xunta viene provocada por un fracaso del bipartito socialista nacionalista, que no convenció al electorado gallego, y no logró revalidar. Muy probablemente porque la gente tenía la impresión de que en vez de un Gobierno había dos, y no se logró esa unidad que debe tener todo gobierno de coalición, al menos en los mínimos programáticos. Eso le aupó a Núñez Feijóo.

Además, el espacio de la antigua En Marea pasa por dificultades.

-Galicia es una comunidad plenamente bilingüe, con una cultura diferenciada clarísima dentro del Estado que no cuestiona ni el propio Partido Popular. El PP de Galicia no se parece en nada al resto de Partidos Populares que tenemos en el Estado español. Y desde luego, en nada al Partido Popular de Catalunya o del País Vasco, que son españolistas, nacionalistas españoles yo diría que radicales, mientras que el PP de Galicia, un poco también de la mano de esa reconversión que tuvo Manuel Fraga como presidente de la Xunta ocupó el galleguismo moderado. Ese espacio lo siguen ocupando, porque además tienen un poder territorial fuerte en el ámbito rural, sobre todo en Ourense pero también en Lugo. En la parte del nacionalismo de izquierdas, el Bloque ocupó un espacio importante con una personalidad de relieve como fue Xosé Manoel Beiras. El recambio teórico tenía que haber sido Anxó Quintana, pero abandonó la política activa tras el fracaso del bipartito , y hubo una crisis fortísima de liderazo. Luego surgió una izquierda vinculada al movimiento 15-M y la reacción ante la crisis de 2008 y 2010, y sobre todo en el ámbito urbano ocupó un espacio importante, con un perfil galleguista claro. El problema es que tampoco ha habido una unidad dentro de esa izquierda. Todo eso, unido a la falta de liderazgo del Partido Socialista de Galicia, ha dejado un espacio amplísimo al Partido Popular, con mayorías absolutas encadenadas de Alberto Núñez Feijóo.

Galicia no tiene una gran visibilidad, seguramente porque no ha habido gran confrontación con Madrid. ¿Esto podría cambiar?

-Galicia es una comunidad tremendamente política, que ha generado personajes políticos de primerísimo nivel en la historia del Estado español. Ahora mismo, por ejemplo, la vicepresidenta económica Nadia Calviño o la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Es una comunidad donde la política se vive muy intensamente, que está muy lejos, entre comillas, con malas comunicaciones históricas. Para los gallegos salir de Galicia solo tiene un sentido, el exilio económico. También es verdad que Galicia ha crecido mucho en renta per cápita y en calidad de vida en los últimos 30 años. La mayoría de los gallegos jóvenes ya no siguen una línea victimista, sino que desarrollan una creatividad mucho mayor que lo que la gente cree. En Galicia hay un tejido empresarial y cultural impresionante. Lo que pasa es que es una comunidad muy enfocada hacia sí misma y muy introspectiva, y tiene una forma de ser y de vivir que no se parece al resto del Estado. Un concepto de vida que probablemente provenga de nuestros orígenes celtas. Nos gusta la vida natural y no nos complicamos tanto como en otros sitios. Creo que la forma de ser del gallego tiene mucho más que ver con su antropología que con los gobiernos que han entrado o han salido. En todo caso, en la relación con el Estado español, Galicia no ha tenido un problema lingüístico, y desde el punto de vista competencial tiene un estatuto que se ha reformado últimamente, y no hay una gran reivindicación ni siquiera por parte de los partidos nacionalistas. La gran queja que Galicia tiene es básicamente de infraestructuras. Cuando veo a mi gente en Galicia no les veo especialmente insatisfechos. En términos generales hay un grado de satisfacción razonable y probablemente por eso también son difíciles los cambios de gobierno, porque no hay una pulsión por el cambio tan fuerte.