- Fue Premio nacional de Ensayo el año pasado por su obra Suspiros de España. El nacionalismo español 1808-2018. Desde la triple condición de gallego, historiador y ensayista sobre el nacionalismo, su punto de vista resulta ilustrativo en este acercamiento a la realidad de Galicia. En contraste con el PP de Madrid, describe a Núñez Feijóo como una persona que “huye de exabruptos” en contraposición con Álvarez de Toledo, que da “menos bandazos que Casado”, y que no es “extravagante como Díaz Ayuso”.

¿Cuál es su análisis sobre la situación en Galicia?

-Desde los años ochenta, casi desde las primeras elecciones autonómicas, se produjo un fenómeno bastante peculiar, que fue que una parte de la derecha conservadora asumió un cierto tono galleguista, no voy a llamarlo nacionalista, pero sí regionalista, en línea con los postulados del galleguismo cultural, aprovechándose de que el nacionalismo gallego estaba muy escorado hacia la izquierda y que había un hueco que podía cubrir. Con eso bloqueó la posible consolidación de un galleguismo de centro, aunque hubo algunos intentos que estuvieron a punto de cuajar. Y desde entonces, sobre todo después de la desaparición de UCD y ya después durante la época de Fraga, el Partido Popular fue capaz de integrar sectores muy diferentes de la población. Al PP lo vota la gente que correspondería sobre todo en zonas urbanas al elector medio en otras zonas del Estado, pero al mismo tiempo también capta un voto identitario más rural que considera que el PP de Galicia es un representante defensor de los intereses gallegos, que defiende hasta cierto punto un reforzamiento de la identidad cultural.

¿Y ese apoyo se mantiene cuando llegan las elecciones generales o hay efecto acordeón?

-Se mantiene, de manera casi constante, nunca baja del 42 o 43% de la población. Eso tiene una virtualidad, es casi una vacuna contra la extrema derecha, o lo ha sido hasta ahora. Feijóo ha sido capaz de recuperar buena parte del nivel de apoyo que tuvo Fraga en la segunda mitad de los noventa, pero el poder está mucho más repartido. Porque de las Diputaciones provinciales ya solo controlan Ourense, y las grandes ciudades salvo Ourense están todas en manos de coaliciones de PSOE más Bloque Nacionalista Galego más En Marea y otras fuerzas. Una geografía del poder bastante más repartida de lo que parece. Y en las últimas dos elecciones generales, la suma de votos de la izquierda fue mayor que la del PP más otras fuerzas de derecha. Por eso, no sabemos qué va a pasar. Hay sondeos que dan posibilidad de repetir la mayoría absoluta, pero otros no. Hay un número de indecisos bastante grande, y no sabemos aún cuál va a ser el efecto profundo de los meses de confinamiento y del parón de la economía.

Algo tiene que haber hecho bien la derecha para gestionar el poder durante tantos años.

-Sí, obviamente, en su momento Fraga tenía un cierto proyecto político, que era un reforzamiento de la identidad gallega para que tuviese que decir algo en España. Fraga encontró en Galicia una especie de Ínsula Barataria, el reino con el que sueña Sancho Panza en el Quijote. Ya que no había podido ser jefe del Gobierno español, por lo menos en Galicia podía tener un sucedáneo. De ahí también su apelación a los vínculos con la diáspora, y sus iniciativas en política exterior, que lo llevaron a entrevistarse con Fidel Castro o con Gadafi. A diferencia de Fraga, Feijóo básicamente cultiva una identidad de gestor eficiente y aseado. Es en cierto sentido un tecnócrata, que tiene perfiles bastante menos duros que Fraga, que siempre tuvo esta faceta del doctor Jekyll y mister Iribarne. Feijóo tiene una agenda más bien neoliberal, cree que hay que adelgazar al Estado. Yo creo que en general el PP de Galicia lleva diez años gobernando como si fuese una Diputación. Hay pendiente todavía una reforma del Estatuto de Autonomía, no parece haber interés en profundizarla. En el fondo, Feijóo sigue considerando que el culmen de su carrera sería a nivel estatal.Mantiene muchos de los presupuestos de la etapa de Fraga, pero sin proyecto de país, un mínimo de proyecto colectivo ilusionante. Creo que es una gestión de tirar para adelante, ir capeando el temporal, y que cuadren las cuentas. El gran proyecto que tenía era el Xacobeo de 2021, nuestra conversión definitiva en una economía de servicios y a recibir turistas. Eso ahora mismo con la pandemia se tambalea.