e una campaña electoral lo deseable es que discurra con normalidad. Sin sobresaltos. De esta campaña electoral, contra pronósticos alarmistas que se hicieron cuando Urkullu decidió convocar las elecciones para el próximo domingo, cabe decir que está discurriendo por esos cauces.

Los partidos políticos y sus candidatos siguen intentando hacer llegar a los ciudadanos y ciudadanas los mensajes con los que entienden que conseguirán sus votos. Les ofrecen programas y propuestas. Debaten ante ellos. Les envían a casa folletos y votos. Les dirigen mensajes publicitarios. Celebran actos. Los medios de comunicación, por su parte, formando parte del ritual de toda campaña electoral, multiplican el eco de todo ello. De forma que el ciudadano o ciudadana, que estaba esperando al tiempo de campaña para definir su voto, dispone ya, si se ha mantenido medianamente atento, de material sobrado para decidirse y acudir a las urnas.

El Gobierno Vasco, por su parte, ha aclarado las directrices sanitarias para votar. En resumen: ya sólo nos queda, como quien dice, ejercer el derecho y cumplir con la obligación político-moral de hacerlo. El próximo domingo.

Por otra parte, de seguro, el lector ha oído hablar de la doctrina del shock. Según la misma, los seres humanos reaccionamos de verdad ante un shock. Por ejemplo, ante una guerra, un desastre económico o ecológico, una pandemia, un€ Algo que, simplificando, nos abruma, nos asusta y nos dispone a aceptar y hacer algo distinto.

Así, por ejemplo, según Naomi Klein, valiéndose de diversos shocks, el denominado neoliberalismo habría ido imponiendo en el mundo, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, las doctrinas y recetas de la Escuela de Chicago. Eso habría ocurrido, dice, en Chile, Argentina, Bolivia, Inglaterra, Polonia, EEUU, en la propia Sudáfrica, incluso en Rusia, China, Irak, y en no sé cuántos sitios más del mundo (advierto al lector que no cita como país neoliberal a Euskadi ni menciona a Urkullu contra lo que escuchamos a algunos sindicatos y sus epígonos políticos).

Pero lo que se predica del neoliberalismo, podría aplicarse con igual propiedad, como también sugiere la autora, de otros ismos no menos fundamentalistas: de la revolución rusa de 1917, de la maoísta de 1949€. Y, viniendo a nuestros días, ¿por qué no? de la venezolana de Chaves y Maduro, etc.

La teoría sería la siguiente: en todas estas y otras muchas ocasiones, determinadas fuerzas políticas y/o económicas, se habrían aprovechado de un determinado shock para, con su impulso, imponer determinados regímenes y medidas políticas, económicas y sociales, especialmente difíciles. Lo habrían hecho, además, -esto es lo que subraya sobre todo Naomi Klein- valiéndose para ello de imposición, dictaduras, violencia, y hasta de torturas. En resumen, actuando al margen y/o contra la democracia.

Viniendo a casa: el covid-19 nos ha situado ante un auténtico shock sanitario, económico y social. Y necesitemos o no los vascos de shocks para reaccionar, lo que es innegable es que vamos a tener que adoptar medidas nada usuales en esos campos para hacer frente a lo que nos ha caído encima. Se trata ahora de si uno quiere hacerlo democráticamente o al margen. Ese el dilema del próximo domingo: o bien uno se desentiende de las urnas, de sus obligaciones políticas; o bien decide votando qué políticas y políticos desea que dirijan, en nombre del bien común, ese proceso de toma de medidas anti-shock. Para eso son las urnas del 12-J. Para designar a quienes deseamos que gestionen, en estos tiempos de shock, nuestras instituciones y nuestros dineros.

A votar, pues. ¿O es que alguien necesita de más shock todavía para reaccionar? ¿O no le va mucho esto de la democracia?