a tarde que García Egea anunció a Carlos Iturgaiz como candidato de la coalición PP+C's en la CAV pareció salir un viejo conejo de una gastada chistera. El propio Iturgaiz habló de "combate al fasciocomunismo" en una de sus primeras entrevistas tras ser recuperado como por arte de magia y como si la izquierda que gobierna en Madrid manejara titadine y empuñara pistolas. Recuperar a Iturgaiz tiene mucho de resistencia contra las grandes amenazas, no en vano representa a ese PP vasco de hace veinte años cuando ETA mataba a los cargos públicos vascos del PP "como gorriones con chimbera". Iturgaiz simbolizaba entonces la trinchera política frente a un nacionalismo instalado ahora en ese Estado periférico y al que Casado desea enfrentarse para recuperar Moncloa vía Iturgaiz, empezando por el Norte y en terraplén.

Para ello decidió recuperarlo después de mandarlo a casa tras situarle en los puestos más bajos de las listas europeas hace un año y estrenarse en Bruselas hace más de tres lustros en los que no destacó especialmente por sus iniciativas. Su nombre sonaba solo cuando se alineaba con la ultraderecha marcando las diferencias con los populares europeos. Era el retiro dorado para un resistente dolorosamente curtido en los funerales de sus compañeros en Euskadi, cuando presidía el PP vasco entre 1996, año del secuestro de Ortega Lara, y 2004, tras ser el delfín de Jaime Mayor Oreja y cosechar los mejores resultados de su formación en las autonómicas de 1998. Fue el año glorioso en el que su partido quedó segundo en el podium vasco. Cosechó 16 escaños en el Parlamento de Vitoria, a cinco asientos del PNV cuya candidatura encabezaba Juan José Ibarretxe. Pero las credenciales, en aguante y electorado, no fueron suficientes ni siquiera cuando retuvo la presidencia del partido en 2001, su padrino político fue candidato e Iturgaiz hizo de notario en el abrazo del Kursaal entre Mayor Oreja y Redondo Terreros para intentar desbancar a un nacionalismo que volvió a ganar. Un resultado del constitucionalismo insuficiente a la postre.

Llegó entonces el reemplazo con María San Gil y el billete a la Eurocámara para emprender una tarea discreta e integrar la lista de jarrones vasco-chinos. Hoy, después de que desde los spin doctors de Génova acusaran de "blandito" a Alfonso Alonso contra el nacionalismo, vuelve Iturgaiz del más allá para demostrar, como el acordeón, que uno puede plegarse y volver a su sitio si alguien decide en Madrid poner la nota, esa que traza Aznar en el nuevo PP millenial. No en vano, Iturgaiz es un aznarista irredento integrando esa antigua pradera de fans donde también pasta el ex delegado del Gobierno Carlos Urquijo, María San Gil o el propio Mayor Oreja. Es sabido que en las últimas presidencias del PP hay un claro asunto de barbas pero detrás, irremediablemente, siempre está el bigote y el poder de la resurrección de sus pupilos que encarna Cayetana Álvarez de Toledo, a la que Iturgaiz conoció en los años de la presidencia de Aznar y el flechazo atravesó a los tres hasta hoy.

Antes había pasado por el Ayuntamiento de Bilbao para en 1991 ser secretario general del PP vasco tras formarse en Filología Clásica y ejercer como profesor de acordeón. Euskaldun con dos hijos ahora veinteañeros, el Iturgaiz que se había ido a casa vuelve a su tierra natal para representar esta vez al PP vasco como candidato a lehendakari y deberá convivir en las listas con los nombres de Ciudadanos. Protagoniza el "rey puesto" tras la salida fulminante de un incómodo Alfonso Alonso para los objetivos de la formación. Iturgaiz, candidato del siglo pasado, siempre se ha debido al partido y a lo que le echen, así sea una suma con resultado de resta. Pero los votos no se multiplican salvo que hagas trampas como aquella que le costó el expediente parlamentario tras manipular el escaño de Mayor Oreja, en ese momento ausente. Es una de las imágenes más representativas de su paso por la política de Euskadi. Pidió perdón porque "estaba enredando", pero entre la falange y el codo de los que se mofó en el anuncio de su sanción el presidente del Legislativo vasco Juan María Atutxa, estaba Iturgaiz, el más duro del ala dura y con la cara más ídem, acostumbrado a un estilo valiente y a la indicación digital.

"No podemos vivir arrodillados ante una minoría de sinvergüenzas", señalaba frente a los asesinatos, el santo y seña del proyecto popular hace veinte años y recuperado en nombre el antinacionalismo en el escenario de una ETA finiquitada. Algo que fue proyecto político de aquel PP del intrépido Iturgaiz en los cementerios, el joven político amenazado que se transmutaba en el Mayor Oreja del franquismo de la placidez. Hoy, un zombi al que escucharle en campaña produce la misma vieja expectación que pereza en medio del PP de la reconversión a la derecha de la derecha. El llamado a recuperar al votante de las esencias en franca competencia con la diestra más extrema que hoy, en 2020, tiene partido y un Don Pelayo.

Perfil

Iturgaiz simbolizó la trinchera política frente a un nacionalismo instalado ahora en el Estado periférico y al que Casado desea enfrentarse

Datos personales

  • Nombre completo: Carlos Iturgaiz Angulo
  • Año de nacimiento: 1965
  • Lugar: Santurtzi
  • Residencia: Getxo
  • Estado civil: Casado y con dos hijos