os vamos acercando al 12 de julio con una campaña electoral tan rara como los tiempos que nos ha tocado vivir por la pandemia. Y, aunque, quizás, no seamos conscientes del todo y pretendamos vivir como si no hubiera pasado nada, el confinamiento y sus consecuencias nos están afectando mucho más de lo que podía preverse. Las aglomeraciones callejeras por juerga demuestran inconsciencia en cuanto a la salud personal y la pública, pero también ante una crisis económica que todavía no se ha planteado con toda su brutalidad. Mientras, en los mítines, la seguridad obliga a una presencia mínima de personas. Una contradicción.

No obstante, esta campaña tiene algunas coincidencias con las anteriores. Por comparar solamente con la de 2016, nuevamente tenemos un vídeo contra el lehendakari Urkullu. Por lo visto es el enemigo número uno a batir. Hace cuatro años fueron las Juventudes Socialistas quienes le insultaron, hoy es Podemos quien hace lo mismo.

La parodia que presenta ese partido, aparte de ser de nulo valor artístico y todavía menos respeto institucional y personal, presenta tres personajes (Bildu, PSE y la actora) enfrentándose a un terrible enemigo que no es otro que el lehendakari. No sé qué pensarán los otros dos partidos, pero las redes sociales están que arden, por vergüenza ajena. Si el objetivo era que se hablara de su partido, lo han conseguido. La cuestión es si bien o mal, porque que se hable mal no parece lo mejor para quienes quieren conseguir el voto de la ciudadanía.

Otra concurrencia es también el desfile de políticos y políticas españolas que vienen de visita. De Euskadi no se habla, no interesa. Somos como una colonia: llegan de la metrópoli a dirigir nuestras vidas con ayuda de sus virreyes y virreinas que viven aquí.

A veces, incluso, dicen cosas inteligentes, como la ministra de Igualdad Montero que, aunque la está liando con el cuestionamiento de aspectos troncales del feminismo (por no saber), decía en su visita a nuestro país que la política tiene capacidad para la trasformación social. Es una afirmación de perogrullo, pero la cuestión es dilucidar hacia dónde se quiere su evolución. El franquismo o el nazismo también cambiaron la sociedad (para mal). Por eso interesa conocer los programas, oír propuestas concretas que ponen a cada cual en su sitio.

En cualquier caso, echo de menos un planteamiento más general de posible acuerdo para superar la actual situación ya que los retos que tenemos delante exigen acuerdos políticos que van más allá de aprobar una ley u otra. Y quienes primero deben demostrarlo es quienes aspiran a representarnos en el próximo parlamento. Y ni ahora en la campaña, ni antes, se han visto manos tendidas al lehendakari para enfrentarse a lo que viene.

Ya falta menos. Euskadi ha demostrado en ocasiones especialmente difíciles nuestra capacidad de plantear nuevos desafíos. Y eso exige un gobierno comprometido con el país, con visión de futuro y con nuestros derechos humanos, sociales y nacionales. Ahora toca de nuevo.