buen seguro que, de no haber mediado la crisis sanitaria, hoy 5 de abril usted se encontraría con la papeleta camino del colegio, ejerciendo alguna función en la mesa electoral o rumiando la decisión de qué marca política escoger. Este era el escenario hasta el pasado 16 de marzo, cuando el coronavirus obligó a Lehendakaritza a aparcar el proceso de los comicios vascos, anunciados previamente el 10 de febrero. Si la desgracia del vertedero de Zaldibar marcó el inicio de la carrera hacia las urnas, donde las encuestas reforzaban el lideragzo del PNV y otorgaban mayoría absoluta a su gobierno de coalición con el PSE, sin previsión de que la campaña pudiera dibujar otro horizonte; la pandemia por el covid-19, su gestión y la pérdida de sintonía por la misma entre el Ejecutivo de Iñigo Urkullu y el Gabinete de Pedro Sánchez, además del posicionamiento del resto de fuerzas, podría retocar el reparto de escaños. Y ello bajo la incertidumbre de cuándo será posible fijar la nueva fecha electoral a la espera de que el virus dé una tregua definitiva. “Cuando se pueda. Cuanto antes, pero cuando se pueda”, sostiene reiteradamente el lehendakari. Ahora mismo, un ejercicio de política ficción. La sociedad vasca no está tampoco para hacer predicciones de cuándo se celebrarán los comicios ante el alud de las cifras de víctimas y una losa laboral en ciernes.

El ‘apagón’ industrial le distancia de Moncloa

No había sondeo hace apenas un mes que no colocara al PNV por encima de sus actuales 28 representantes, firmando un ascenso aproximado de un asiento por herrialde y marcando un distancia considerable respecto a su perseguidor. Toca comprobar si la catástrofe del vertedero, donde se sigue buscando a los dos trabajadores incluso con el endurecimiento de las medidas del estado de alarma, arrastrará algún efecto tras un periodo donde el foco se ha centrado informativamente, y de manera absoluta, en la evolución del coronavirus, que ha golpeado de lleno a Euskadi. Fue Urkullu quien se apresuró a establecer las primeras decisiones, ya de por si duras, minutos antes de que Sánchez saliera a la palestra para decretar la fase inicial del confinamiento el 14 de marzo, lo que originó ya una disensión con Moncloa ante la unilateralidad empleada desde Madrid. Reconducida la relación, esta se trastabilló el sábado 28 cuando el presidente español ordenó un apagón de la industria y la construcción, de los servicios no esenciales, que el Gobierno Vasco afeó y el PNV censuró por no haber sido consensuada después de haber ofrecido colaboración y de haber creído en la palabra de Sánchez de que no se llegaría a adoptar ese extremo. La posterior disculpa, o amago de ella, así como la potestad de poder señalar qué podía detenerse y lo que no, apagaron el incendio, pero para entonces este roce hurgó en la herida; y hasta dirigentes del PSE como Eneko Andueza o la propia Idoia Mendia criticaron a los jeltzales por, como dijo el primero de ellos, “no llevar la batuta en este concierto”. Paralelamente, la patronal vasca se alió con las tesis nacionalistas al pensar que se podía establecer un equilibrio entre trabajo y salud.

Más allá del número de víctimas, nada desdeñable y lo más pavoroso, las primeras consecuencias económicas y laborales de esta crisis, con 10.974 parados más en la CAV y 144.000 afectados más por ERTE también podrían llevar al ciudadano a sopesar quién está mejor preparado para encarar este trance, donde el PNV considera que es prioritario tener ya a un Gobierno en pleno rendimiento y un Parlamento que legisle ante la “brutalidad” de la penuria que dejará como fatídica herencia el coronavirus. “Recuperar el pulso económico será muy difícil”, aventura el propio Urkullu. “Saldremos magullados, doloridos, pero saldremos adelante”, prometió el pasado viernes en la Cámara. De cómo ha afrontado Osakidetza el aluvión de pacientes, sin que las UCI se hayan terminado de desbordar pero con los sanitarios demandando material y test suficientes, algo común en el Estado, también será tema de campaña, como la actuación en las residencias, donde han existido complicaciones pero sin el drama televisado que, por ejemplo, se ha podido observar en Madrid.

La gestión de Sánchez, un arma de doble filo

El PSE, que partía con expectativas al alza y recompensado por la presencia de los socialistas al frente de la Moncloa, puede toparse con la bifurcación de verse premiado si la calle detecta que se ha parado el golpe lo mejor que se ha podido, o por contra recibir de soslayo el castigo de una gestión por parte del Gobierno de Sánchez muy cuestionada por su improvisación pese a la batería de medidas sociales que, por cierto, serán sufragadas en parte con un afán recentralizador que, sin ir más lejos, afectará al dinero destinado a las políticas activas de empleo vascas, ninguneando el autogobierno. Mendia, que ha tenido que recuperarse del covid-19 tras haber dado positivo -al igual que su marido, Alfonso Gil-, llamó al orden al PNV por sus “exabruptos” contra el Ejecutivo español y le ordenó “prudencia” por unas críticas que “después han quedado en saco roto ante la flexibilización del parón en la producción”. Los datos del desempleo, que a nivel estatal sumó en marzo la mayor subida de parados de toda la historia en un solo mes (302.000), destruyéndose hasta 834.000 empleos, no son desde luego la mejor de las compañías. Habrá que aguardar a saber qué grado de tirantez alcanzará en campaña la pugna entre los dos socios del Gobierno Vasco.

Las medidas sociales llevan su sello ideológico

Los vaivenes de la dimitida dirección de Elkarrekin Podemos que, pretendiendo inicialmente desplazar al PNV, acabó apuntalando casi gratis los Presupuestos, para luego acabar superada en las primarias del partido por el sector pablista y no oficialista, encabezado por Miren Gorrotxategi, parecen quedar ya en el túnel del tiempo. La tendencia a la baja del la formación morada también puede estar mediatizada por esta crisis sanitaria, ya que buena parte de las medidas sociales forjadas en Moncloa tienen el sello de la marca del vicepresidente español Pablo Iglesias, a quien se reprochó que no guardara la cuarentena ante el doble positivo de su pareja y ministra de Igualdad, Irene Montero. A esa influencia se aferrará la filial vasca trasladando el mensaje de la necesidad de una triple alianza de izquierdas en la CAV para desplazar al PNV y de que únicamente Podemos es capaz de presionar a los socialistas para imprimir de sello ideológico a sus medidas.

Con el confinamiento, a la estela de Catalunya

EH Bildu, que emprendía esta carrera con un ligero repunte en las urnas como segunda fuerza, aprovechará para plasmar que antes que nadie instó al confinamiento absoluto, como hacía paralelamente el independentismo catalán, y que así terminó siendo después de que el PNV calificara a Arnaldo Otegi de “charlatán”. El líder de la coalición soberanista lamentó que el aislamiento endurecido llegara “tarde y mal” y que no hubiera sido decidido por los agentes vascos. La candidatura de Maddalen Iriarte profundizará en la unión de las formaciones soberanistas para dejar de padecer el ansia de recentralización mostrado por el Gobierno español, como cuando Sánchez se mostró como “única autoridad” en la gestión de la pandemia para luego devolver a las comunidades poder de decisión, entre otros aspectos, en la compra de material sanitario. Muy lejos queda la huelga general del 30 de enero, promovida por el sector abertzale del movimiento de pensionistas con el apoyo de ELA y LAB.

A rebufo de la crispada oposición desde Génova

A Carlos Iturgaiz la crisis le ha dado margen de tiempo para asentarse al frente otra vez del PP de la CAV, y de esa coalición electoral con Ciudadanos, pero a nadie se le escapa que de la marca conservadora se examinará lo que desde muchos ámbitos se ha reflejado como la “deslealtad” de Pablo Casado con el Ejecutivo español en tiempos de remar juntos. Las descalificaciones del máximo dirigente de Génova hacia Sánchez y su gestión de “manual de resistencia” quebraron toda tregua mientras ha ido creciendo el número de víctimas y contagiados, quizás por la pelea constante por la derecha con Vox, que habrá que ver cuánto poder de penetración tendrá en la CAV después de que su líder de origen vasco, Santiago Abascal -que también dio positivo-, se haya apoyado en la desgracia sanitaria para obtener usufructos. Instalado en los tiempos del aznarismo, cuando en la actualidad en Euskadi toca hablar de reconciliación, es probable que la esperada resta de sufragios que se intuía para los populares no vaya a detenerse.

La destrucción de empleo generada tras decretarse el estado de alarma, amén de la fase de aislamiento, puede influir en el ánimo del votante

La decisión unilateral sobre el confinamiento total derivó en un cisma entre el PNV y los socialistas, cuya coalición busca la mayoría absoluta