s una situación de guerra", "hay que vencer al virus", "todos somos soldados", "necesitamos espíritu de sacrificio"€ Estas frases y expresiones se vienen oyendo a diario en las ruedas de prensa de La Moncloa por la crisis del covid-19. Principalmente, las alegorías bélicas se han escuchado por boca del JEMAD Miguel Villarroya, pero también de los altos mandos de la Guardia Civil y Policía Nacional que comparecen con asiduidad junto al director de Emergencias Sanitarias Fernando Simón para dar parte de la situación. A ello se le suma el singular protagonismo en la gestión de la crisis del Ejército, que se ha arrogado labores que deberían corresponder a profesionales sanitarios o expertos en limpieza, en operaciones y maniobras anunciadas a bombo y platillo por las autoridades.

El vocabulario militar sorprende, como es evidente, en una crisis que no tiene nada de enfrentamiento armado, sino de gravísima emergencia sanitaria. Sin embargo, los mandos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no cesan de comparar la situación con una suerte de guerra contra el virus, ante la incredulidad de gran parte de la población.

En general, la comunicación del Estado a la ciudadanía se ciñe a los términos sanitarios y científicos a la hora de describir la situación y explicar las recomendaciones u obligaciones que acarrean las medidas excepcionales del estado de alarma. Así lo ha hecho el propio presidente Pedro Sánchez en sus diversas comparecencias a lo largo de estas semanas, así como el directorio que forman los cuatro ministros competentes en esta crisis: Salvador Illa (Sanidad), Margarita Robles (Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior) y José Luis Ábalos (Transportes).

Es el tercer formato de rueda de prensa, de carácter diario y que se compone de civiles y militares, el que está dando que hablar por el lenguaje y las formas de algunos de sus integrantes. En estas comparecencias figuran el médico Fernando Simón, la número dos de Ábalos María José Rallo, dos altos mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional, y el militar Miguel Villarroya, jefe del Estado Mayor de la Defensa. Este último es quien viene usando en sus intervenciones todo tipo de expresiones bélicas, como si de una guerra contra un país enemigo se tratara.

Así, en sus discursos son frecuentes las alusiones a una supuesta "guerra" y un "frente" contra el covid-19, a la par que las apelaciones a la "moral de la victoria" de los ciudadanos, a los que en ocasiones Villarroya se ha referido como "soldados". Podría sonar hasta cómico si la situación no fuera de extrema gravedad y si este discurso militarista no estuviera acompañado de una presencia in crescendo del Ejército en las calles del Estado y de la CAV.

A este respecto, llama la atención el protagonismo adquirido por los militares en una crisis que a priori requiere sobre todo de medios y personal sanitario, no de efectivos militares. Pese a ello, el Gobierno español ha optado por movilizar al Ejército en todo el territorio y dar relevancia a sus operaciones, en lo que apunta a una operación propagandística para justificar el papel de una institución que recibe alrededor de 8.500 millones de euros al año.

En esta línea se engloban también las acciones de limpieza en aeropuertos y estaciones de tren, como las vividas en Bilbao y Gasteiz, pese a que este tipo de cometidos no parecen los más adecuados para ser realizados por militares, sino más bien por profesionales del ámbito de la limpieza.

Con el Ejército reforzando su presencia en la crisis y con el vocabulario bélico amplificado a través de ruedas de prensa y declaraciones, el Gobierno español transmite un discurso confuso y contradice los mensajes de Pedro Sánchez y del portavoz médico Fernando Simón, que se afana en centrarse en los aspectos científicos y sanitarios de la emergencia del covid-19.