Madrid - La mayoría parlamentaria de Pedro Sánchez para superar mañana la votación final de la investidura es tan ajustada, por solo dos votos, que los socialistas están redoblando esfuerzos para que nada se tuerza en el último momento. Ha habido toque de corneta para que nadie se quede sin participar en la sesión por un problema con el congestionado tráfico madrileño, y rechazan que se dé pábulo a la idea de un tamayazo: que algún diputado socialista crítico con el pacto con nacionalistas vascos y catalanes rompa la disciplina de voto o, de manera más sibilina, decida no ir al pleno. Sánchez se encuentra a un puñado de horas de repetir como presidente español, y el PSOE y buena parte de sus socios están en alerta ante las maniobras de la derecha española para ejercer presión y que la investidura fracase. Es precisamente la derecha quien alienta el tamayazo, aunque sus llamamientos a la rebelión en el socialismo no parece que vayan a tener éxito y son, de momento, en vano.

También se observa con aprensión la odisea que está viviendo el diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, un recién llegado al Congreso que se ha encontrado con pintadas amenazantes por su apoyo a Sánchez. En un comunicado, denunció las presiones "antidemocráticas" y, en principio, no tiene intención de cambiar su voto. Pero ya habido dos descuelgues: el Partido Regionalista de Cantabria, que rompió el acuerdo y pasó a votar en contra tras el entendimiento entre los socialistas y ERC; y el de Ana Oramas, que desoyó la abstención decidida por unanimidad en Coalición Canaria.

Tal y como estaba previsto, el candidato socialista a la presidencia española no superó ayer la primera votación en el Congreso de los Diputados porque necesitaba una mayoría absoluta de 176 escaños sobre 350, pero no fue un desenlace dramático y, en teoría, sí tiene amarrada una mayoría simple (más votos a favor que en contra, 167 contra 165), suficiente para superar la votación definitiva de mañana. El matiz radica en que esa suma la reúne por la mínima, de manera precaria, lo que la hace muy vulnerable a cualquier imprevisto. Ayer mismo, Sánchez superó los rechazos a su investidura tan solo por un voto y no dos, porque una diputada de los comunes faltó por enfermedad. El sábado fue Íñigo Errejón quien tuvo que ausentarse.

Sánchez tuvo ayer 166 síes (120 del PSOE, 34 de Unidas Podemos con la ausencia de una diputada catalana, seis del PNV, tres de Más País-Equo-Compromís, uno del BNG, otro de Teruel Existe y un último respaldo de Nueva Canarias). Votaron en contra 165: 89 del PP, 52 de Vox, 10 de Ciudadanos, ocho de JxCat, dos de la CUP, dos de UPN, uno del Partido Regionalista de Cantabria, y otro de Coalición Canaria. Se abstuvieron los trece de ERC y los cinco de EH Bildu. Para mañana, el PSOE espera reunir 167. Si uno de los diputados de esa mayoría pasara a votar en contra o dos se abstuvieran, se provocaría un empate con los votos en contra y caería la investidura. No sería un daño irreparable, porque habría dos meses más para repetir la votación, pero el PSOE quiere una investidura rápida para evitar que se frustre por las presiones externas y por la complicada situación en Catalunya, sobre todo con la inhabilitación de Torra.

dormir en madrid El PSOE ha lanzado la consigna de que sus diputados pasen hoy la noche en Madrid. De esa forma, no se expondrán mañana a quedar atrapados en un atasco a primera hora en jornada laboral. La votación tendrá lugar en torno al mediodía, no antes de las 12.45 horas. Unidas Podemos y ERC han lanzado instrucciones similares, y algunos diputados del PNV, según fuentes consultadas por este periódico, estudiaban también dormir en la capital estatal. Quien se quede sin ir por un atasco, no tendrá margen para registrar un voto telemático, a distancia, de manera improvisada. La diputada de los comunes que falló ayer, Aina Vidal, sí tiene intención de acudir mañana. Errejón, que había faltado el sábado, acudió ayer y garantizó que Más País "no va a faltar".

A pesar de este punto de incertidumbre, en realidad Sánchez trabaja con la previsión de ser presidente mañana y está pensando en el día siguiente: su Gobierno de coalición con Unidas Podemos se pondrá a elaborar los Presupuestos, y el viernes podría tener lugar el primer Consejo de Ministros.

En tono de conspiración, en algunos círculos se especula con un tamayazo, una operación de transfuguismo que se produjo en el año 2003. Dos diputados socialistas se ausentaron del pleno para impedir la proclamación de Rafael Simancas como presidente de la Comunidad de Madrid. Se ve con suspicacias que la portavoz de C's, Inés Arrimadas, haya tratado de sembrar la discordia entre los socialistas. No da puntada sin hilo, porque barones como el de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, o el aragonés, Javier Lambán, han hecho pública su oposición radical al pacto con ERC. Pero el PSOE ha sabido vadear estas presiones. El propio Sánchez se esforzó en mostrar confianza cuando se le preguntó si va a superar la votación de mañana: "¡Claro, hombre!". La ministra Robles fue más explícita: "Todos vamos a votar a favor, no aceptamos presiones".

Este juego de mayorías tan ajustado es el que va a regir en la legislatura. Si algo quedó claro ayer en el Congreso es que al socialista le espera una etapa polarizada con la derecha y bronca. PP, C's y Vox volvieron a desatar una trifulca a cuenta de la intervención de EH Bildu. Sánchez opinó que "a la derecha no le duele España; le duele no gobernar España".

Dos meses de plazo. La votación de ayer pone en marcha el reloj para convocar una repetición de las elecciones generales en el supuesto de que no hubiera investidura. En el poco probable caso de que no se lograra una investidura en dos meses, habría elecciones el 22 de abril. Fue lo que sucedió tras los comicios de abril del año pasado, cuando la falta de acuerdo provocó la repetición en noviembre. No es el escenario que se baraja ahora.