- A la vista de que la ofensiva emprendida en diferentes direcciones no está adquiriendo la velocidad de crucero que pretendía el presidente ruso Vladimir Putin, que confiaba en el poderío militar de Rusia para hacerse rápidamente con la capital de Ucrania, Kiev, la BBC dio ayer una información referente a un posible replanteamiento de las acciones contra el pueblo ucraniano, que tantas bajas están generando a las milicias enviadas por el Kremlin al país vecino. Putin habría ordenado una reorganización en la cúpula militar para tratar de mejorar la coordinación de sus unidades sobre el terreno. Y habría echado mano de un viejo conocido, el general Alexander Dvornikov, con experiencia previa en Siria, como primer eslabón de la cadena de mando para dirigir al invasión.

El ejército ruso ha mantenido hasta ahora diversos grupos operativos con mandos independientes, pero más de cuarenta días después de comenzar los ataques en Ucrania no ha logrado cumplir sus objetivos ni tomar grandes ciudades como Kiev. Ni siquiera en el plano militar parece haber cosechado Putin notables victorias. Y el día a día de la guerra está pasando una importante -e inesperada- factura a Rusia, además de verse cada vez más acogotado por las destacadas sanciones económicas que le están poniendo los países de medio mundo, desde la Unión Europea a Estados Unidos. La situación ha llevado a cambiar la estrategia de guerra para tratar de dar un golpe de efecto al menos. El presidente ruso, Vladímir Putin, puede poner por delante ciertos “imperativos políticos” frente a otras “prioridades militares” a la hora de decidir sus siguientes pasos, según indica la BBC. Moscú está tratando de acelerar la consecución de objetivos para lograr “alguna clase de éxito” antes del 9 de mayo, cuando Rusia conmemora la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Y es que en los últimos días, las tropas rusas se han retirado de las inmediaciones de Kiev y otras zonas de Ucrania para centrar sus esfuerzos en una ofensiva en la región del Donbás, en el este del país.

Este misma semana el gobierno ruso advirtió de las consecuencias de la guerra estaban siendo más duras de lo previsto. El portavoz presidencial, Dmitry Peskov, afirmó que las víctimas eran “una gran tragedia” para Rusia. Y que el país se encontraba sumido en su momento económico más difícil en décadas. Par dar la vuelta a la tortilla -o al menos intentarlo- entre en juego la figura de Dvornikov, que coordinará a los batallones rusos. Tuvo una tarea similar en Siria, pero la empresa es aún mayor, más si cabe cuado Putin desea fervientemente acabar la guerra cuanto antes. Persigue que para el 9 de mayo -jornada de conmemoración en la que Rusia celebra la victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial- se pueda dar por resuelta la invasión de Ucrania. Aún así, la realidad parece bien distinta.

A pesar de que no asoma lejano en el calendario, Rusia está inmersa en las urgencias. El conocido como Día de la victoria “está cerca”, señalan los carteles en las calles de Moscú de cara al desfile militar del 9 de mayo en la Plaza Roja. Con todo, a falta de un mes, se desconoce si el Kremlin tendrá algo que celebrar. “Cuanto más ganamos, más nos acosan”, comenta animadamente una babushka (abuela) en una parada de autobús en una clara muestra de apoyo a la actual campaña militar en Ucrania.

Aparte de las zetas, símbolo de la “operación militar especial”, en la capital rusa cada vez se ven más carteles relativos al aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi, la fiesta nacional por excelencia en este país. Al abrir esta semana la acreditación a la prensa, el Kremlin confirmó que la parada militar se celebrará como estaba previsto y, ocurra lo que ocurra en Ucrania, no habrá aplazamientos, como ocurriera en 2020 debido a la pandemia, cuando fue trasladada a finales de junio.

Al comienzo de la contienda se especuló con que el Ejército ruso podría plantearse celebrar el Día de la Victoria con una parada en la mismísima plaza de la independencia de Kiev. No obstante, con el paso de las semanas y a la vista de la enconada resistencia del pueblo ucraniano, quedó claro que eso no era más que un delirio nacionalista. Las conversaciones entre militares rusos y sus familias interceptadas por los servicios secretos occidentales demuestran que los invasores no están para desfiles. Y en Moscú tampoco se palpa el exultante júbilo nacional que despertó la anexión de Crimea (2014).

El paisaje informativo está monopolizado por la máquina de propaganda del Kremlin desde el inicio de la campaña el pasado 24 de febrero. Lo sigue estando, pero se vislumbran algunas grietas. Ya existen voces que apuntan a la necesidad de firmar un alto el fuego inmediato y hay otra batalla, la informativa, y esa Rusia lo ha perdido incluso antes del primer cañonazo. Sólo algunos aliados como China, Hungría o Venezuela siguen secundando la narrativa del Kremlin. Cada vez más aislado en la esfera internacional, aún así Putin sigue empecinado en mantener la invasión.