- Al menos 22,8 millones de personas sufrirán inseguridad alimentaria grave en Afganistán durante los próximos meses, una cifra récord que dibuja un escenario preocupante y que, en opinión de las agencias de Naciones Unidas, requiere de una movilización “urgente” por parte de la comunidad internacional. Afganistán sufre una tormenta perfecta que mezcla conflicto, sequía, pandemia de covid y crisis económica y que ha llevado al Programa Mundial de Alimentos (PMA) y a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a advertir de que más de la mitad de la población alcanzará los estadios tres y cuatro de la escalera de inseguridad alimentaria, en la que cinco equivale ya a la hambruna.

Según los expertos, estas personas necesitarán entre noviembre y marzo ayuda externa para cubrir sus necesidades alimentarias más básicas y prevenir una “catástrofe humanitaria”. No en vano, la ONU nunca había detectado cifras tan preocupante en los diez años que lleva analizando la situación alimentaria de Afganistán.

Estas necesidades requieren también recursos sin precedentes, toda vez que el plan de respuesta humanitario que coordina la ONU ha recibido por ahora únicamente un tercio de los fondos solicitados. El PMA estima que podría necesitar hasta 220 millones de dólares al mes, mientras que la FAO reclama 11,4 millones de dólares de forma urgente y otros 200 millones para la próxima temporada agrícola.

El director general de la FAO, Qu Dongyu, considera que “es urgente” actuar de forma “eficaz y efectiva” antes de que el invierno paralice la mayor parte del país. “Es cuestión de vida o muerte. No podemos quedarnos a ver cómo los desastres humanitarios ocurren ante nosotros”, denunció. En la misma línea, el director ejecutivo del PMA, David Beasley, advierte de que Afganistán “está ya entre las peores crisis humanitarias del mundo, sino es la peor”, y teme también la llegada del frío. Los datos reflejan un aumento de la inseguridad alimentaria del 37% en poco más de medio año y la previsiones no son particularmente esperanzadoras para los próximos meses. Entre la población en riesgo hay 3,2 millones de niños menores de cinco años y ya en octubre la ONU advirtió de que un millón de niños podían morir este año si no recibían ayuda inmediata.

La llegada de los talibán al poder a mediados de agosto ha añadido aún más incertidumbre a esta ecuación, a pesar de que el régimen insurgente insiste en que trabaja para impedir el colapso del país. El viceministro de Información Zabiulá Muyahid defendió el pasado domingo que la situación actual deriva de la “guerra” anterior. Si hubiese habido “una negociación significativa”, aseguró a la cadena Tolo TV, “la situación ahora sería mejor y diferente”. “Se habría evitado el colapso de las instituciones y la huida de personas desde el país”, argumentó.

En este contexto, el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, se entrevistará hoy en Catar con representantes talibanes, en un momento en que los fundamentalistas afganos buscan lograr el reconocimiento internacional. Pekín mantiene su embajada en Afganistán operativa a la espera de que los talibanes formen un Gobierno “islámico, pero abierto e inclusivo”, según los portavoces de la Cancillería china, lo que sugiere que China evaluará su comportamiento antes de reconocerlos.

Además, la troika ampliada para el arreglo del conflicto de Afganistán (Rusia, China, Pakistán y Estados Unidos) planea reunirse en Islamabad la segunda quincena de noviembre, anunció ayer el representante especial del presidente ruso para Afganistán, Zamir Kabúlov. “Nuestros colegas paquistaníes han propuesto celebrar en Islamabad una reunión de la troika ampliada en la segunda quincena de noviembre”, dijo el diplomático ruso, que agregó que el nuevo representante especial de EE.UU., Thomas West, comunicó que espera a que se precise la fecha, por lo que se deduce que participará en la reunión.