so era una pesadilla. Era casi imposible pensar que estaba ocurriendo delante de mí”. Ramón Aizarna, guipuzcoano afincado en Estados Unidos desde hace 37 años, presenció los atentados del 11-S desde un loft con vistas al World Trade Center. Dos décadas después aún se le eriza el vello al asomarse a los ventanales de su memoria. “Ver la caída libre de las personas que saltaban de los edificios fue lo mas traumático. Nunca lo olvidaré”, afirma. De hecho, durante meses aquella lluvia humana desesperada empapó su almohada. “Soñaba que extendía los brazos para cogerlos, pero no llegaba a tiempo. Sentía impotencia por querer ayudarles, salvar sus vidas y no poder”. Una angustia que atribuía al hecho de haber “contemplado ese espectáculo como un agente pasivo, mirando desde dentro del loft”.

Nacido en la localidad de Aizarna, Ramón trabaja como jefe de mantenimiento en el Hospital Psiquiátrico del Bronx, si bien hace veinte años lo hacía como asistente de familias adineradas. “Les ayudaba a mantener limpias sus casas, organizar fiestas...”, detalla. Precisamente los atentados le sorprendieron en la vivienda de un cliente, “un loft con 26 enormes ventanas con vistas a los cuatro lados del edificio”, situado a tan solo unas manzanas de las Torres Gemelas. La pecera desde la que aquella mañana “de cielo azul y temperatura suave” contempló las escenas más terroríficas de su vida. “De pronto escuché un ruido como nunca había oído. Empecé a mirar al exterior y vi un agujero en uno de los edificios de las Torres Gemelas y que salía mucho humo. Era incomprensible que hubiera sido el choque de un avión porque la visibilidad era perfecta y no me podía imaginar que era un ataque terrorista”, reconoce.

Las imágenes que se sucedieron permanecen grabadas a fuego en su retina. “La gente salía de los edificios, las sirenas de los bomberos y la Policía chillaban por todas partes, las personas empezaron a saltar por las ventanas... No podía dar crédito. Fue algo horrible de presenciar”, relata. Apenas un cuarto de hora más tarde escuchó el impacto del segundo avión. “Las emisoras de radio y televisión ya decían que habían sido ataques terroristas y que había habido otros en el Pentágono, y Pensilvania”, recuerda.

Mientras retransmitía en directo para EITB lo que divisaba desde la ventana, una de las torres se desplomó. “Empecé a gritar: Se está cayendo, se está cayendo todo y me preguntaban: ¿Qué se está cayendo? porque era incapaz de encontrar las palabras. Al final les dije: Se está cayendo todo el World Trade Center. Creo que me quedé paralizado en esos momentos”, revive Ramón con “los pelos en punta” y sin poder contener las lágrimas.

Tras tomarse un respiro, reanuda su narración como si estuviera inmerso en aquel infierno. “Empezó a venir todo el polvo que hemos visto tantas veces en la televisión hacia mí. Yo me encontraba en el octavo piso y todo ese polvo con los cachos de piedra, cemento y cristal chocaron contra el edificio que, en pocos minutos, quedó completamente a oscuras, como si fuese la media noche”. Se cerró el telón.

Cuando Ramón recuperó la visibilidad a través de los cristales observó el trasiego de vehículos y “la gente corriendo, escapándose del área”. “La señora de la casa y yo aún no habíamos reaccionado hasta que perdimos la comunicación de teléfono y la electricidad y la Policía dijo con megafonía que había que evacuar la zona. Al salir vimos a dos hombres caminando como si fuesen de cemento. Me dijeron que estaban dentro de las Torres Gemelas, que habían bajado por las escaleras y que, tan pronto como salieron, cayó el edificio”, explica Ramón, que tuvo que pasar la noche en el apartamento de otro cliente en la Quinta Avenida. “No pude ir a mi casa. No había transporte público”. Aunque no conocía personalmente a ninguna de las víctimas, supo de “una chica que en el primer día del primer trabajo de su vida después de terminar la carrera nunca regresó a casa porque murió en aquel ataque”.

Impactado por los traumáticos acontecimientos, Ramón tiene “bloqueada en la cabeza esa parte de su vida”, que en los aniversarios sale a flote por más que él no quiera. “En momentos como este se refresca todo y siento un dolor muy profundo dentro de mí, incomparable a cualquier otro momento doloroso en mi vida”, confiesa este guipuzcoano, que procura “no ver las noticias de esos días, aunque es imposible, porque los medios informativos bombardean”. Por si fuera poco desde su casa ve “las dos luces dirigidas hacia el cielo que encienden en el aniversario. Sin darme cuenta miro desde la ventana. Muy triste”.

Aquella masacre, asegura, “unió a los neoyorquinos como una sola familia. Nos hicimos más amigables y dispuestos a ayudar en todo”. También, reconoce, “más recelosos y desconfiados”. “Esos días esperábamos cualquier cosa de los grupos como Al Qaeda. No se sabía la infraestructura que tenían, qué células había, en qué estados estaban... Desconfiábamos de los contenedores y de cualquier caja que veíamos abandonada. La propaganda gubernamental que instaba a informar a la Policía si veíamos algo sospechoso en la calle, el metro o las estaciones era constante”, remarca. Con el paso del tiempo, dice, los ciudadanos se fueron relajando. “Con los años cogimos más confianza porque los ataques eran de poca envergadura o los servicios policiales los detectaban con antelación”, señala.

Sobre lo acontecido en Afganistán, Ramón apunta que “Estados Unidos no es la fuerza que era y no ha ganado ninguna de la últimas guerras en las que ha participado”. Tampoco en esta última ocasión. “Supuestamente los americanos fueron a entrenar a las tropas afganas para que lucharan contra los talibanes y no lo han conseguido en 20 años. Se ha visto claro con la ocupación tan veloz de Afganistán por los talibanes”, destaca. En definitiva, concluye, “Estados Unidos ya no veía salida con una victoria ni con las fuerzas aliadas. Después de haber gastado tanto dinero en esta guerra, el mundo ha venido a la misma situación en la que estábamos antes de la invasión”.

“Vimos a dos hombres como si fuesen de cemento. Tan pronto como salieron de las torres, cayó el edificio”

“Después de haber gastado tanto dinero en esta guerra, el mundo ha venido a la misma situación”

Testigo de los atentados del 11-S