Alicia Chicharro pone el primer acento en el dolor de las víctimas de aquella luctuosa jornada. “Casi tres mil personas perdieron la vida entre los cuatro atentados totalmente execrables”. Chicharro constata que desde aquel día “en el plano de las relaciones internacionales cambiaron las cosas. Era la primera vez que la gran potencia mundial militar sufría un ataque en su propio territorio. Eso tenía una trascendencia brutal desde el punto de vista de las relaciones internacionales”. Según Chicharro, “se trataba de unos atentados terroristas con unos responsables más bien difusos, pero Estados Unidos quiso dibujar los contornos en el Estado de Afganistán cuando realmente como tal no había atacado las Torres gemelas, y el segundo fue Irak. Eso llevó a una justificación de dos guerras basadas en la legítima defensa como excusa. El artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, definida como una respuesta inminente y limitada en el tiempo, hasta que el Consejo de Seguridad de la ONU tomase las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacional. Eso nunca ocurrió en Afganistán. Hubo unas resoluciones que más bien recordaban el contenido del artículo 51. En el caso de Irak, dos años después, no hubo absolutamente ninguna resolución de la ONU”. A juicio de esta profesora, instalado el miedo, “es más difícil defender unos derechos que nos han costado muchísimo tiempo adquirir”. En cuanto al cambio de la situación en Afganistán habla de 20 años de “paréntesis de falsa democracia”, un “castillo de naipes” que ahora ha caído.

“Después de 20 años parece que se ha cerrado el ciclo con la salida de Estados Unidos y de la OTAN de Afganistán”, observa Asier Blas, para quien Estados Unidos tras el 11-S puso “en marcha una política que un sector ya defendía, sobre todo entre republicanos desde principios de los años noventa, cuando cae la Unión Soviética”. Según Blas, dichos sectores tenían claro que contaban con “un tiempo limitado para imponer una hegemonía global”, y romper “la camisa de fuerza” de la legislación internacional imperante tras la Segunda Guerra Mundial que constreñía cualquier intento de unilateralismo. Dice que la primera ruptura fue en 1999 con el bombardeo de Yugoslavia de la OTAN, “pero a partir de 2001 estos atentados fueron la excusa perfecta para que se ponga en marcha ese plan”. Se habló de intervenir en siete países y del denominado ‘Eje del Mal’, añade. Abriendo el foco, Asier Blas constata veinte años seguidos de guerra contra el terrorismo, una novedad en la historia estadounidense, y que “oficialmente sigue vigente”, mientras China, recuerda, ha empezado a “construir su hegemonía”. Para este profesor, “las primeras medidas en esta pequeña Guerra Fría entre Estados Unidos y China” se tomaron con Obama, las “aceleró mucho Trump”, y con Biden se han “acentuado”. Como trasfondo, un cambio enorme: “En 2001, más de tres cuartos de los países tenían como principal socio comercial a Estados Unidos. Hoy, incluida la UE, tienen como socio a China. Al final, la mayoría de cambios de hegemonía en la Historia se hacen por la economía”, concluye.

Mikel Reparaz es un testigo privilegiado del momento que vive Estados Unidos dos décadas después del 11-S. Este sábado, tras el Teleberri, ETB emite ‘Año 20’, reportaje que en su versión euskera se programó de víspera, y que ha permitido a Reparaz, profundo conocedor del país, acercarse a este trauma colectivo. “ La vuelta a la casilla cero otra vez en Afganistán después de 20 años marca absolutamente este aniversario. La gente que durante este tiempo había recibido el mensaje de que Estados Unidos había invadido Afganistán, después Irak, y ha participado en guerras como la de Siria, con el objetivo de garantizar la seguridad de Estados Unidos, derrocando regímenes que eran santuarios del terrorismo, y así lo decía Bush en su día, de repente ven que se marchan las tropas estadounidenses, y que los talibanes vuelven a gobernar, y que grupos yihadistas sucesores de los que atacaron las Torres Gemelas vuelven a hacer una demostración de fuerza atentando contra las tropas de Estados Unidos justo cuando se marchaban”. Por ello, observa una “sensación de frustración, aunque es curioso ver que a su vez la mayoría de la población está a favor de salir de esas guerras eternas. De hecho, el presidente Biden ha recogido muy bien ese mensaje y ha intentado darle un barniz positivo a todo esto, diciendo que aquí termina una era, la era del intervencionismo. Creo que es el mensaje al que se está agarrando, que es el único mensaje positivo que tiene cierta aceptación en la sociedad estadounidense”.

Mikel Berraondo estaba aquella tarde en Sevilla, en unas jornadas con dos profesores de universidades estadounidenses. “Cancelamos el inicio del programa, y nos fuimos todos a ver la televisión. Nunca olvidaré de sus caras. Para ellos era como ciencia ficción, que el corazón de Estados Unidos sufriese un ataque tan dramático como aquel”. Entiende que el 11-S, “tremendamente cruel”, fue “el detonante de una época bastante oscura en materia de derechos humanos que creo que seguimos sufriendo”. A su juicio de “retroceso permanente”, “cambios radicales de las prioridades en política internacional, y con un cuestionamiento del multilateralismo como sistema que pueda mantener la concordia y la convivencia en los estados”.

Respecto a las consecuencias para los países musulmanes, este experto los encuadra entre “las principales víctimas de todo lo que desencadenó el 11-S”, colocados “en el punto de mira”, lo que ha generado “una radicalización de posturas” en el mundo musulmán y una mirada de “sospecha permanente, rechazo y odio” en ciertos entornos occidentales. Según Berraondo, a raíz del 11-S “desgraciadamente se acaba el ideal romántico de la libertad, igualdad, fraternidad de la revolución francesa que inspira la Declaración de Derechos Humanos, y se añade un ‘siempre y cuando la seguridad lo permita’, “transformando esta nueva era en la que estamos viviendo”, que en su opinión “marca el gran fracaso de la intervención militar estadounidense en Afganistán”.

A Begoña Pérez Eransus este aniversario le suscita “pena y revivir las emociones que tan intensamente vivimos. Supuso el primer gran atentado terrorista vivido en directo y con un impacto muy grande en número de víctimas”, añade. “Llevábamos décadas con un cierto bienestar en la sociedad occidental y supuso pensar que la fragilidad, los conflictos y extremismos en las sociedades del Tercer Mundo también nos podían salpicar”. Fue “una toma de conciencia de una cara de la globalización que no habíamos vislumbrado hasta aquel momento”, y de la existencia de un “malestar continuo” en amplias zonas del planeta. “Crisis” continuas, como en Afganistán, Irak o Siria que “siguen estando muy activas”, y que provocan desplazamientos migratorios, “buscando una oportunidad de vida mejor, un trabajo y un entorno más seguro”. Migraciones que no han sido ajenas a brotes de rechazo o de “islamofobia” desde 2001, “que en muchos lugares todavía no hemos superado”, constata. Cree que “desde 2001 somos más conscientes de la heterogeneidad de la sociedad americana. No es solo liberalismo, hay mucha diversidad, contestación y protesta en la sociedad civil”. Por ello, apuesta por un refuerzo de la coordinación internacional, con “una fuerza supranacional que intente hacer de árbitro y de mediador”, enfatiza “la necesidad de lo colectivo”, y aboga por inspirarse en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial, con “sectores públicos nacionales y una coordinación internacional que reviva las economías nacionales”.

“A diferencia de un sin fin de grupos con conductas terroristas, este atentado no pretendía negociar nada, sino acabar con el sistema”, analiza Rafael Grasa, que piensa que una de sus derivadas cercanas fue impulsar “el proceso de cambio de ETA”.

Grasa recuerda “la incapacidad” de Bush y de su equipo de “ver dónde estaban metidos”. Cree que “la guerra contra el terror”, por definición cambiante, nunca se puede ganar”. Para este profesor, lo eficaz es “entender los procesos de radicalización para intentar impedir la causa estructural”. Subraya que en la conflagración que desató Estados Unidos contra Afganistán, pese al aval de Naciones Unidas como ‘reacción legítima de guerra justa’, pronto empezaron los bombardeos masivos. Después vino la guerra contra Irak, que generó rechazos multitudinarios. En el fondo de lo ocurrido, denuncia Grasa, late la “incapacidad de entender” el funcionamiento de los países donde se interviene. “Es sorprendente que Estados Unidos, que académicamente tiene los mejores expertos en todo, con posgrados y doctorados excelentes, luego siempre falle en la capacidad de analizar y entender las cosas”. Por ello a su juicio se suceden los “errores”, causados sobre la base de una “soberbia occidental” de creerse en posesión de la verdad. Respecto a la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán durante este verano, Grasa parafrasea la idea de otro experto internacional, Michael Walzer: “Si se va de bombero, marcha con toda las consecuencias, sin abandonar cuando te quemas”.

Mahmoud M.Rabbani nació en Palestina “antes de que fuera Israel”, en 1946. Considera a Bin Laden “un mal estratega”, por “no pensar en las consecuencias fatales” de sus actos en Afganistán y en Irak. Recuerda que los muyahidines fueron aliados de la Casa Blanca en Afganistán contra la Unión Soviética, pero añade que Bin Laden “la tenía jurada a Estados Unidos, por haber vivido en Oriente Medio y conocer el apoyo prestado a Israel. Rabbani cree que “podía haber utilizado su amistad con la CIA para ganar la simpatía estadounidense hacia la causa palestina”, pero “hizo lo contrario”.

La retirada de Estados Unidos de Afganistán no le ha sorprendido. Dice que después de que se matara a Bin Laden en Pakistán, Biden, entonces vicepresidente de Obama, ya se posicionó en ese sentido. Cree que los talibanes han recuperado el poder porque “no ha habido una buena gobernanza”. Denuncia una corrupción descontrolada y la falta de planificación de un “desarrollo económico y humano sostenible”.

Este activista cree que el trato de los talibanes hacia las mujeres va a ser en principio “más suave” que antaño, y observa la cuestión palestina como “el epicentro de muchos problemas en Oriente Medio”, incluido el de Afganistán. “El problema palestino está en la conciencia de todos los pueblos de la zona, porque solamente se ha visto allí vaciar un país para traer gente de fuera y hacer un estado nuevo sin tener en cuenta los derechos de los indígenas. Esto no ha ocurrido en ningún sitio”.