- El clérigo ultraconservador Ebrahim Raisí tiene una extensa y controvertida carrera en la judicatura y está bajo sanciones de Estados Unidos. Con su turbante negro, su barba y su rostro serio, el clérigo tomará posesión en el mes de agosto para un mandato de cuatro años.

Durante la campaña electoral ha intentado suavizar su imagen, consciente del temor que despierta en los sectores de la población más liberales, y se ha presentado como “un candidato de consenso” que, al margen de tendencias políticas, va a “servir a todo el pueblo”.

Siempre ha ostentado altos cargos en el sistema de la República Islámica, en su mayoría de supervisión del correcto cumplimiento de las estrictas normativas del país, y es una de las figuras con más posibilidades de suceder al líder supremo, Alí Jameneí. El líder le designó en 2019 en su actual cargo, jefe del Poder Judicial.

Este era el segundo asalto a la Presidencia de Raisí. Presentó su candidatura en 2017 y consiguió un 38% de los votos, por detrás del actual mandatario, el clérigo moderado Hasan Rohaní. Para la cita con las urnas, desplegó una campaña con el lema “Una administración popular, un Irán fuerte” y prometió luchar contra la corrupción y la pobreza, crear empleo y contener la inflación.

Nació el 14 de diciembre de 1960 en Noghan, un distrito de la ciudad santa de Mashad, en una familia religiosa descendiente del imán chií Husein y, por tanto, del profeta Mahoma, de ahí su turbante negro.

Siguiendo la estela de su padre y su abuelo materno, que también eran clérigos, estudió hasta los 15 años en escuelas religiosas de Mashad y, después, se trasladó a la ciudad santa y ultraconservadora de Qom para continuar su formación.

Entró en el mundo de la judicatura en los 80 y en 1985 dio el salto a la capital al ser nombrado sustituto del fiscal de Teherán. De esa época data uno de los puntos más oscuros de su carrera. Formó parte del comité que supervisó las ejecuciones de presos políticos de 1988, que acabaron con la vida de miles de miembros de la Organización Muyahidín del Pueblo y de partidos izquierdistas.

Se muestra receloso con Occidente y, en especial con EEUU, país que lo incluyó en su lista de sancionados en 2019 junto a otras ocho personalidades iraníes, entre ellas, el segundo hijo del líder supremo, Mojtaba Jameneí, y el jefe del Estado Mayor, Mohamad Baqerí.