ras más de un año de restricciones por la pandemia, los norteamericanos se muestran impacientes por volver a la vida que tenían antes del covid y lo están haciendo con tal intensidad que el país no da abasto para volver a los niveles de gasto anteriores.

Por una parte, están los consumidores que se han lanzado a comprarlo todo, desde viviendas hasta viajes y que han dejado semi vacíos los estantes de mercancía en muchos comercios.

Este próximo lunes, los norteamericanos celebran el Memorial Day, en que además de honrar a los caídos como siempre se hace el último lunes de mayo, se dedican a comprar y aprovechan las rebajas habituales en la mayoría de los comercios. A diferencia del año pasado, las tiendas están ahora abiertas, pero se enfrentan a escasez de mercancías ante la avalancha compradora y el entusiasmo del consumidor.

Y es que, entre el ahorro forzado por el año largo de encierro domiciliario, sumado a importantes subvenciones del gobierno para frenar el choque económico de la pandemia, la gente tiene los bolsillos repletos y se muestra deseosa de vaciarlos

Por otra parte, están los empresarios, ya sea de sector púbico como de la empresa privada, que no consiguen contratar a la cantidad de personas que necesitan para cubrir puestos de trabajo. No solo provoca esta situación una serie de subidas salariales e incluso bonificaciones por el simple hecho de firmar un contrato de trabajo, sino que la escasez de trabajadores hace que la gente reciba hasta correos electrónicos con ofertas de trabajo patrocinadas por los municipios y autoridades regionales.

Las ofertas más bajas rondan los 15$ la hora, superior al salario mínimo, aunque lo más frecuente es que las ofertas sean más altas, incluso a 24$ por hora en lugares de salarios bajos.

Esta escasez de mano de obra se explica en parte por las subvenciones al desempleo, pues además de la cantidad que cada estado paga (oscila entre 235 y 823 dólares semanales según los diferentes estados) el gobierno federal añade otros 300 semanales, De esta forma, los empleados con sueldos más bajos, cobran más por quedarse en casa que por ir a trabajar y es probable que no muestren gran interés por la labor hasta que acaben las subvenciones especiales el próximo otoño.

Para acabar de tirar la casa por la ventana, la euforia se extiende también al sector publico, desde los gobiernos de los 50 estados, que gozan ahora de un momento de bonanza, hasta el gobierno federal, que ha presentado el mayor presupuesto de la historia: la propuesta del presidente Biden es para gastar 6 billones de dólares en el año fiscal 2022, una cantidad muy superior al presupuesto presentado por el presidente Trump el año pasado que, con más de 4.3 billones era ya el mayor en la historia del país.

El nivel de gasto público propuesto por Biden está al nivel de las propuestas del presidente F.D.Roosevelt, con la diferencia de que ni el país sale de una depresión como hace 90 años, ni el presidente Biden goza de las mayorías que apoyaban a Roosevelt (el 57% de los votos frente al 52% de Biden).

Aunque las propuestas presupuestarias de los presidentes raramente se convierten en realidad, Biden se suma al momento de euforia económica post-pandemia que vive el país.

En su caso, además, corresponde a unos objetivos políticos que los demócratas desean llevar a la práctica rápidamente: con unas mayorías parlamentarias mínimas, es posible que vuelvan a perder el control de una -o de las dos- cámaras del Congreso y tienen prisa por aprobar sus planes para ampliar los programas sociales antes de tener las manos atadas.