- La vicepresidenta de Tanzania, Samia Suluhu Hassan, se convirtió ayer en la primera mujer en la historia de este país que accede a la Jefatura del Estado, tras la inesperada muerte esta semana del presidente John Magufuli. Hassan, de 61 años, fue investida en una ceremonia en la State House (residencia presidencial) en Dar es Salam, capital económica de Tanzania, donde juró el cargo ante el presidente del Poder Judicial, el juez Ibrahim Hamis Juma.

La mandataria, oriunda de la isla de Zanzíbar declaró su voluntad de “contruir una Tanzania más próspera”, en un acto que representa la primera vez que el poder cambia de manos en Tanzania sin que medien unas elecciones.

La Constitución tanzana estipula que, en caso de que fallezca el presidente, el vicepresidente debe sucederle en el cargo y terminar lo que reste de su mandato de cinco años, por lo que Hassan debería llevar las riendas del país hasta 2025, ya que Magufuli había sido reelegido en las elecciones del pasado 28 de octubre.

Así, la nueva mandataria es ya la segunda mujer que ocupa una jefatura de Estado en África, después de su colega etíope, Sahle-Work Zewde. Pero a diferencia de Sahle-Work, cuyo puesto es más bien simbólico y ceremonial, Hassan realmente acapara el poder ejecutivo en Tanzania.

En línea con la tradición política del país, se espera que la jefa de Estado, musulmana, elija como vicepresidente a un cristiano, decisión que, por mandato constitucional, debe consultar con el oficialista Partido de la Revolución (CCM).

La mandataria, sexta persona que alcanza la Presidencia tanzana y con más de veinte años en política, llegó a la Vicepresidencia con Magufulu en las elecciones de 2015 como candidatos del CCM, partido gobernante desde la independencia en 1961. Ambos habían sido reelegidos para un segundo mandato en 2020, si bien ese tándem se truncó el miércoles, cuando Magufuli falleció a los 61 años por un padecimiento cardíaco.

Desde su última aparición pública el 27 de febrero, se habían multiplicado los rumores sobre la salud del jefe de Estado, un negacionista de la covid, quien podría haber buscado asistencia médica en el extranjero tras infectarse de la covid, según la oposición, aunque ese extremo no ha sido confirmado oficialmente.

De hecho, el principal líder de la oposición de Tanzania, Tundu Lissu, aseguró que Magufuli murió como consecuencia de la covid y acusó al Gobierno de mentir. Lissu, que sobrevivió a un supuesto intento de asesinato en septiembre de 2017 y está exiliado en Bélgica, calificó a Magufuli como el “líder más violento y tiránico en la historia tanzana”.

El jefe opositor, que perdió las elecciones de octubre pasado ante Magufuli, señaló que su país debe “abrir un nuevo capítulo”.

Asimismo, la organización Human Rights Watch (HRW) afirmó ayer que la muerte del mandatario “brinda una oportunidad para que los nuevos líderes en Tanzania tomen medidas concretas para revertir la trayectoria descendente de derechos humanos del país”. Según HRW, Magufuli “deja un legado de represión y graves abusos a los derechos humanos”.

Desde su llegada al poder en 2015, decenas de personas han sido encarceladas por sedición o blasfemia. El propio Lissu fue arrestado al menos en seis ocasiones.

No solo la oposición fue víctima de su mano de hierro, sino que Magufuli -ferviente católico- emprendió una cruzada contra la comunidad LGTBI, prohibió a las niñas y adolescentes embarazadas acudir al colegio, arremetió contra el uso de anticonceptivos, mermó la libertad de prensa y negó la existencia de la covid.