Solo un millar de personas, frente a las 200.000 habituales, asistieron como invitados a la ceremonia, reducida al mínimo debido a la pandemia y las amenazas de seguridad tras el asalto al Capitolio. La ceremonia contó con el mayor despliegue de seguridad de cualquier investidura presidencial en la historia, bajo la atenta mirada de hasta 25.000 militares de la Guardia Nacional, cinco veces más que los que hay en Irak y Afganistán. Tampoco hubo público en el Mall, la enorme explanada que se extiende desde el Capitolio hasta el monumento a Lincoln.