n silencio, sin escándalos y por la puerta atrás. Parece mentira que un presidente tan polémico y ruidoso como Donald Trump, que ha ocupado cientos de titulares durante los últimos cuatro años por sus declaraciones y ataques a diestro y siniestro, haya abandonado la Casa Blanca lejos de las cámaras y sin ser protagonista. Quizás el incidente que tuvo lugar hace apenas dos semanas en el Capitolio de Washington haya marcado una línea que ni siquiera el imparable Trump está dispuesto a cruzar de nuevo. Otros, en cambio, temen algo mucho peor: que el silencio del republicano sea su ticket para las elecciones de 2024. "Tengan una buena vida; ¡nos vemos pronto!", exclamó ayer el magnate antes de subirse, por última vez, al helicóptero presidencial rumbo a Florida, su lugar favorito en el mundo.

Sin embargo, la decisión de Trump de no asistir a la ceremonia de investidura del demócrata Joe Biden y de su número dos, Kamala Harris, no fue la única ausencia destacada del día. El centro de Washington, tal y como se esperaba, estaba completamente desierto: lejos de convertirse en una olla de celebraciones, aplausos y gritos de apoyo al nuevo presidente, la zona del Capitolio parecía ayer un campamento de guerra, vacío y con controles de seguridad en todas partes. "Es como si todos los que vivimos en la ciudad nos hubiéramos ido a pasar el fin de semana fuera. Incluso en las autopistas se pueden ver camiones gigantes del Ejército y patrullas de la Guardia Nacional. Es surrealista€", confesó la neoyorquina Paulina Plata, residente en la capital desde noviembre de 2020. "Jamás había visto la ciudad así. ¡Es imposible que haya incidentes de nuevo!", exclamó el mexicano Emiliano Segura, también desde Washington.

A diferencia del estilo divisivo y beligerante de su predecesor, Biden, ya convertido en el presidente número 46 de Estados Unidos, aprovechó su primer discurso para anunciar una "nueva era de unidad" que permitirá curar las heridas y superar los obstáculos que enfrenta el país. "Debemos poner fin a esta guerra primitiva que enfrenta a rojos y azules, a lo urbano y lo rural, a conservadores y liberales", afirmó Biden, haciendo referencia a la gran polarización del país y a los incidentes que, desde el verano, han sacado a relucir el descontento y el hastío político de gran parte de la población. Las palabras del demócrata fueron después recogidas por la joven Amanda Gorman, una de las poetisas con más proyección de Estados Unidos, quien conmovió a todos en la tribuna presidencial con sus palabras de esperanza para el país: "Hemos visto una fuerza que ha hecho temblar a nuestra nación (€) Aunque la democracia puede ser pospuesta temporalmente, jamás podrá ser derrotada (€) Siempre que tengamos nuestros ojos puestos en el futuro, la historia nos mirará a nosotros".

Pese a que el acceso al centro de Washington permaneció blindado durante todo el día, los seguidores más devotos de Biden y Harris no quisieron dejar pasar la oportunidad de dejar huella en la capital estadounidense y vivir un hecho histórico en primera persona. Muchos estaban convencidos de que debían estar ahí y ofrecer su apoyo al dúo demócrata en un momento tan decisivo para país; otros sentían que Biden merecía tener un público mas humano que el de las banderas de la explanada del Capitolio; y unos pocos querían, simplemente, ver la cara de perdedor de Trump antes de mudarse a Florida. Cerca de la Casa Blanca, un pequeño grupo de activistas también se dio cita en la plaza Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), bautizada con ese nombre a raíz de las protestas raciales del verano, para despedir por todo lo alto al republicano al ritmo de temas como Another One Bites the Dust (Otro que muerde el polvo) y The Final Countdown (El final de la cuenta atrás).

La llegada de Biden y Harris a la Casa Blanca supone, sin duda, un cambio radical respecto a los últimos cuatro años de Trump en el poder, los cuales han estado marcados, entre otras cosas, por el rechazo a la cooperación internacional, la difusión de mentiras e informaciones falsas, y la negación del cambio climático. Por el momento, el nuevo presidente ya ha anunciado su intención de retomar muchas de las alianzas estratégicas que su predecesor dejó de lado, luchar contra la manipulación de los datos oficiales y científicos, y volver a participar en el Acuerdo de París, del que Estados Unidos anunció su retirada en junio de 2017.

La reforma migratoria será, sin duda, otra de las prioridades en la agenda de Biden, que buscará poner fin a la guerra sucia contra la inmigración iniciada por Trump y que se saldó, entre otras cosas, con la separación de al menos 900 familias en la frontera con México. Según fuentes del equipo de transición de Biden, el demócrata quiere expandir los programas para refugiados y solicitantes de asilo, así como conceder a los Dreamers, nombre con el que Obama bautizó a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en Estados Unidos, solicitar la residencia legal permanente en el país de manera inmediata.

Dichos cambios supondrían un antes y un después en la política migratoria de Estados Unidos; sin embargo, muchos dudan de que las promesas de Biden lleguen a buen puerto. Pese a que los demócratas controlan ahora las dos cámaras del Congreso, las medidas migratorias necesitarían también apoyos republicanos para llegar al mínimo de votos, una condición que, dada la enorme brecha que separa actualmente a ambos partidos, resulta muy difícil de cumplir.