isto de lejos -casi las antípodas- y con lógica occidental, la política norcoreana parece el festival de los absurdos. Así, tras un una retahíla de reproches y amenazas lanzada contra Corea del Sur, Pyongyang se desdice súbitamente e interrumpe toda maniobra militar próxima a la frontera intercoreana.

Y como al régimen de los Kim se le pueden sospechar mil artimañas y añagazas, pero no incoherencias, uno se ve obligado a buscarle los tres pies al gato coreano. ¿Qué es lo que realmente pretenden los comunistas norcoreanos?

Evidentemente, las grandes concesiones políticas -como tratados de no agresión nuclear o convenios comerciales y empréstitos de envergadura- no las va a conseguir Corea del Norte de su vecino de la península. Pero sí podría obtener avances político-económicos de ámbito local -como el cese de la propaganda anticomunista, por ejemplo- que en la actual constelación política Seúl no las puede conceder sin perder la faz. Es decir, sin cometer un auténtico suicidio: hacerle concesiones sin contrapartida al enemigo ideológico más empecinado.

Justamente este aspecto podría ser la clave del rigodón de militarista de Pyongyang: amenazar y parar para parecer un arcano de buena voluntad. Siguiendo una lógica retorcida, todo este teatro lo habrían montado los Kim (la hermana del máximo líder norcoreano es justamente la responsable del área político-militar) para poder obtener de Seúl lo que desean -o buena parte de los deseos. Y es que dando un paso atrás en su agresividad, los Kim le permiten al Gobierno surcoreano hacerles concesiones “en aras de la buena convivencia” sin que parezca que actúa bajo la coacción militarista.

Las grandes concesiones políticas no las va a conseguir Corea del Norte de su vecino de península, pero sí podría obtener avances de ámbito local